«Ser es defenderse», RAMIRO DE MAEZTU
La Gaceta de la Iberosfera
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Ilicitana. Columnista en La gaceta de la Iberosfera y El País de Uruguay. Reseñas y entrevistas en Libro sobre libro. Artículos en La Iberia. Autora del libro 'Whiskas, Satisfyer y Lexatin' de Ediciones Monóculo.
Ilicitana. Columnista en La gaceta de la Iberosfera y El País de Uruguay. Reseñas y entrevistas en Libro sobre libro. Artículos en La Iberia. Autora del libro 'Whiskas, Satisfyer y Lexatin' de Ediciones Monóculo.

El PP y el aborto

9 de mayo de 2023

El Partido Popular es un partido abortista y esto hay que explicárselo muy bien a nuestras madres y abuelas, que son personas sensibles al triturado de embriones y fetos.

El otrora partido conservador lleva en sus estatutos la defensa de la vida y se erige en el partido de centro derecha de confianza. Sin embargo, y al igual que ante cualquiera que domine el arte de comer la oreja, cabe aplicarles la enseñanza bíblica de «por sus hechos les conoceréis».

Conde Pumpido  –Herodes posmoderno y presidente del Tribunal Constitucional– llegó el pasado enero con la misión de dar prioridad absoluta a la sentencia resolutoria del recurso contra la ley del aborto de 2010, la cual lo configura como un derecho de la mujer. El TC, ese comisariado político, responde ahora a la pregunta formulada por Felipe González al entonces presidente de la Audiencia Nacional, Clemente Auger: ¿Es que no hay nadie que le diga a los jueces lo que tienen que hacer?

El Partido Popular, a lo largo de su trayectoria de interinato del socialismo, ha actuado como cooperador necesario para este desenlace. 

Ante el proyecto de Constitución de 1978, Cela y el Cardenal Arzobispo de Toledo, González Martín, lo vieron venir. En una pastoral diocesana, don Marcelo se preguntaba si la fórmula utilizada en el artículo 15, «Todos tienen derecho a la vida», iba a evitar que una mayoría parlamentaria quisiera legalizar el aborto llegado el día. El entonces senador, Camilo José Cela, directamente, se mofó de la redacción: ¿Quiénes son todos? ¿Los besugos también?

En vísperas de las elecciones generales de marzo del 79, Adolfo Suárez acusó a Felipe González de abortista. Éste nunca se lo perdonó y se negó a felicitarle por la victoria de UCD «por la deshonestidad de su campaña». Pocos años después, el socialista impulsaría la primera ley de despenalización del aborto.

El Gobierno de Rodríguez Zapatero dio un salto conceptual. De supuesto despenalizado a derecho. Las leyes tienen una función pedagógica. Influyen decisivamente en el discernimiento del bien y el mal, ya que validan, a ojos del ciudadano de infantería, lo que es legítimo. Hace 30 o 40 años que presentan situaciones extremas y repiten que el aborto no es deseable, es triste —como un día de lluvia— pero ocultan su esencia criminal. El modelo de Overton es bien conocido para estos casos. La trayectoria del PSOE en la infamia también.

Quizá resulte más sinuosa la de los populares, que asoman la patita con Rajoy. Hasta entonces, Aznar sólo había perpetrado pequeñas travesuras, como legalizar la píldora abortiva RU-486. 

El PP tradicionalmente ha utilizado una estrategia ambigua en los períodos en los que mantenía la poltrona caliente a los socialistas. En 2010 presentó un recurso de inconstitucionalidad ante la llamada ley Aído y se comprometió, en campaña electoral, a su reforma. Tras la mayoría absoluta de Rajoy, el ministro de Justicia, Ruiz Gallardón, elabora la nueva norma que llego a ser aprobada en Consejo de Ministros. El resultado ya lo conocen ustedes: Rajoy aparca la reforma y al ministro, y Soraya Sáenz de Santamaría aparca a Andrés Ollero, magistrado ponente de un recurso que vegetaría en el tribunal más de una década. Como era de esperar, la recién estrenada mayoría progresista solo ha necesitado unos meses para darle matarile –ya siento el juego de palabras–.

Arriola había sacado la calculadora. Esa genialidad de la derecha flácida que es la inacción –especialmente en lo tocante a las leyes ideológicas– tiene el propósito de pescar en caladeros electorales desencantados de la izquierda pero al mismo tiempo seguir manteniendo la llama en el sector conservador.

Feijoo ya no galleguea con el asunto. Prepara una purga del sector provida del grupo parlamentario en las próximas elecciones. Apoya la ley de plazos y considera el aborto un derecho de la mujer, «aunque no fundamental». Una exigua minoría del partido, los exministros Fernández Díaz y Mayor Oreja, han criticado el discurso del líder de los populares con el éxito habitual.

Me producen extrema repugnancia las palabras de Irene Montero o Andrea Fernández sobre el aborto. Sin embargo, no ocultan sus siniestras intenciones o su delirio emancipatorio de la realidad. No encuentran motivos morales para establecer limitaciones legales a la picadora de carne.

Llevo mucho peor la estrategia engañaviejas de Isabel Ayuso. La candidata a la presidencia de la Comunidad de Madrid apuesta por la modalidad de aborto legal, seguro y poco frecuente. Dice que debe ser «una decisión que se toma una vez, no cuatro». Matar, pero poco. Porque es triste, como un día de lluvia. Se escuda en que no tiene competencias mientras se presenta por el partido de Feijoo, que ha dejado de galleguear. Y, oiga, a lo importante, que Ayuso le sigue bonificando el impuesto de sucesiones.

Me consta que en el seno del Partido Popular hay personas que consideran el aborto un crimen abominable. Sin embargo —la verdad antes que la paz—, militan en un partido abortista. Y esto hay que explicárselo muy bien a nuestras madres y abuelas.

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