«Ser es defenderse», Ramiro de Maeztu
Sevilla, 1986. Periodista. Ahora en el Congreso.
Sevilla, 1986. Periodista. Ahora en el Congreso.

El PSOE y los muertos

1 de noviembre de 2024

Dicen que el PSOE es el partido que más se parece a los españoles, condenados —sentencia Foxá— a ir siempre detrás de los curas, o con el cirio o con el garrote. Por eso los socialistas se reparten entre las procesiones de Semana Santa y los maestros de alto grado y Ateneo. Al socialista de carnet se le presupone, como el valor a los militares, no sólo una estrecha amistad con lo ajeno y las mujeres que practican el oficio más antiguo del mundo, sino la utilización de los muertos con fines electorales. 

La memoria flaquea, pero el loado Rubalcaba (el PSOE bueno, el del chivatazo a la ETA-caso Faisán) rompió la jornada de reflexión dos días después de los atentados en los trenes de Atocha sin atisbo de rubor o patriotismo. Zapatero urdió la resurrección del guerracivilismo retirando estatuas y legislando contra media España y Sánchez profanó —con el habitual silencio episcopal— las tumbas de Franco y José Antonio, al que los buenos de la memoria histórica habían fusilado. 

Ahora toca silencio. Lo ha decretado don PSOE que, muy compungido, no hará declaraciones durante los tres días de luto oficial decretados por el Gobierno. Ya se lo ha saltado Sánchez, como entonces Rubalcaba, que llega a Valencia con jerga de pandemia («reconstrucción», «recuperación de la normalidad») y aires de estrella de Bollywood. La confrontación política tiene sus momentos —explican— pero no ahora, que es tiempo de la unidad en el dolor, de modo que cuando nos queramos dar cuenta estaremos de nuevo aplaudiendo a las ocho. 

No es que no se pueda hablar, es que han logrado que la oposición se sienta culpable por asomar la cabeza y decir algo parecido a la verdad. Mientras eso sucede sus periodistas sí hablan, lo hacen a todas horas, diseminados en las tertulias del duopolio y la pública —asaltada recién acabado el minuto de silencio— y decretando el final de las ruedas de prensa en el Congreso cuando a Pachi López le ponen en apuros. López, que no encuentra la menor contradicción en portar el féretro de Isaías Carrasco y gobernar con quienes lo mataron, tampoco va a reflexionar si la hay en hablar de libertad de expresión y censurar cada semana a la prensa no bendecida por el clan Ferreras-prisaico.  

Este adiposo cinturón mediático blinda las corruptelas del PSOE y explica la tragedia valenciana repitiendo dos mensajes con uniformidad norcoreana-monclovita: había demasiada gente en la calle que no fue avisada y todo es culpa del cambio climático. Como todo relato de terror requiere una bruja, Von der Leyen aparece y sentencia que lo de Valencia lo ha causado (sic) la dramática realidad del cambio climático. Usted, clase media, que conduce un coche de gasolina, tiene la culpa de la riada. Lo dicen ella y todos los chamanes que hacen de cualquier fenómeno meteorológico —calor, frío, lluvia, nieve, viento— su religión, o sea, la explicación de la realidad. Doña Úrsula, jefa del comando que ordena la voladura de presas, debería andarse con ojo, pues tras prohibir a los ganaderos defender sus rebaños la justicia poética se disfrazó de lobo para comerse a su poni, que no hay episodio que retrate mejor la gigantesca hipocresía de las élites.

Por supuesto que hay un plan y claro que hay culpables. El Gobierno destinará 2.500 millones de euros hasta 2030 para el derribo de presas y logró que en 2021 España liderase la eliminación de barreras fluviales en Europa con 108 estructuras, casi la mitad de las retiradas en todo el continente. Hay una explicación: Franco construyó el nuevo cauce del Turia y varios pantanos tras el desbordamiento del 57, así que levantar embalses es de fachas y derribarlos es puro progreso. 

Sabíamos que el pacto verde y las políticas climáticas eran lesivas para la industria y el sector primario, pero ahora comprobamos sus demoledores efectos para nuestra seguridad. Ahí están los casi 200 muertos que, no nos engañemos, son lo de menos para quienes hacen de la política el fin y no el medio, carne de cañón para anestesiar a la sociedad y aprovechar, de tapadillo, una nueva subida de impuestos y que el fiscal general no exista.

Claro que nada de ello debería sorprendernos por la relación tan particular del PSOE con los muertos. Sánchez se fotografió en abril rodeado de calaveras y otros restos humanos en el Valle de los Caídos. A eso lo llaman memoria democrática. Y justicia social a confiscar los bienes de los muertos con el impuesto de sucesión, el gravamen sobre quienes ya tributaron toda una vida.

No hay tormenta tras la que no llegue la calma ni mal que cien años dure, salvo el PSOE, que ahí sigue dispuesto a robarnos la paz a vivos y muertos, que ya no respeta ni el día de los fieles difuntos. 

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