Entre 1931 y 1939, la Iglesia católica sufrió en EspaƱa una persecución despiadada a manos de las autoridades de la II RepĆŗblica. La fase mĆ”s virulenta fue la comprendida entre 1936 y 1939, durante el gobierno del Frente Popular y los aƱos de la Guerra Civil, pero hubo un camino que condujo hasta los fusilamientos y las fosas comunes, los āpaseosā y las checas, los robos y las profanaciones. La II RepĆŗblica entró en la historia de EspaƱa con incendios de iglesias y conventos. Casi un siglo antes se habĆa perpetrado en Madrid la espantosa matanza de frailes de 1834, que se desató despuĆ©s de que se hiciese correr el rumor de que los religiosos envenenaban el agua de las fuentes. La turba mató a mĆ”s de setenta hermanos. Toda la historia de EspaƱa desde el siglo XVIII podrĆa analizarse a la luz de los intentos de destruir a la Iglesia católica.
la Iglesia resistió. Miles de cristianos fueron al martirio. Los templos se reconstruyeron. Los cementerios se repararon.
Sin embargo, la Iglesia resistió. Miles de cristianos fueron al martirio. Los templos se reconstruyeron. Los cementerios se repararon. No obstante, fue imposible recuperar todo el patrimonio que comunistas, socialistas y anarquistas destruyeron o robaron. Se predicó el perdón y la reconciliación. Entre 1939 y 1975, el papel de la Iglesia fue fundamental para la concordia. Iniciativas como las Conversaciones Católicas de Gredos y la labor intelectual de cĆrculos como el Grupo TĆ”cito crearon las condiciones para un futuro de vida en comĆŗn. Muchos de quienes trabajaban en pro de la paz y el perdón -quizĆ”s todos ellos- habĆan sufrido la persecución, habĆan luchado en la guerra o habĆan perdido familiares y amigos a manos del rĆ©gimen republicano. Recuerdo ahora, como ejemplo, al beato Luis Campos Górriz (1905-1936), abogado, secretario nacional de la Asociación Católica de Propagandistas, asesinado en Paterna el 28 de noviembre de 1936 por sus actividades pastorales.
Los gobiernos del Partido Popular no la derogaron, sino que trataron de ganarse el favor de la izquierda conservando su legado ideológico
Los intentos de reescribir la historia de la II RepĆŗblica y la Guerra Civil se remontan a la posguerra, pero sólo fructificaron a partir de 2004. Desde su llegada al poder, el PSOE de JosĆ© Luis RodrĆguez Zapatero se empeñó en dictar la historia y la memoria. La Ley 52/2007, de 26 de diciembre, por la que se reconocen y amplĆan derechos y se establecen medidas en favor de quienes padecieron persecución o violencia durante la guerra civil y la dictadura (asĆ se llama la norma), fue uno de los instrumentos empleados para construir un relato ajeno a los hechos, pero propicio a su ideologĆa. Los gobiernos del Partido Popular no la derogaron, sino que trataron de ganarse el favor de la izquierda conservando su legado ideológico.
Ahora, asistimos a verdaderas injusticias y evidentes atropellos. Recuerdo cómo, en Aguilar de la Frontera (Córdoba), el Ayuntamiento retiró en 2021 la cruz del Llanito de las Descalzas a pesar de la oposición de los vecinos y la arrojó a un vertedero de basura y escombros. Ahora, en Barbastro, diócesis donde el rĆ©gimen de la RepĆŗblica mató al 84% del clero, las formaciones de izquierda Cambiar y Barbastro en ComĆŗn han instado la retirada de la placa a los muertos durante la persecución religiosa que luce en su fachada la iglesia de San Francisco de AsĆs.
HabrĆ” que levantar de nuevo las cruces y restaurar las placas que testimonian lo que la II RepĆŗblica hizo.
AsĆ, preservar la memoria se ha convertido en un deber y un empeƱo. AlgĆŗn dĆa habrĆ” que reponer y reconstruir todo lo que tratan de derribar y eliminar del recuerdo. Afortunadamente, se conservan planos, fotografĆas, grabaciones y otros documentos. HabrĆ” que levantar de nuevo las cruces y restaurar las placas que testimonian lo que la II RepĆŗblica hizo. Defender la historia, afirmar los hechos y preservar su recuerdo es hoy parte de la guerra cultural que vivimos. Desde su mismo origen hasta nuestro tiempo, los enemigos de EspaƱa han retomado todos los tópicos de la Leyenda Negra -incluido, naturalmente, el odio a la Iglesia- y los han reformulado. Son moneda comĆŗn los intentos de deslegitimarla, estigmatizarla y lanzar contra ella, como en 1834, bulos y mentiras. La confusión moral es tan profunda que, en Madrid, se conserva la estatua de Largo Caballero (1869-1946), socialista y presidente del Consejo de Ministros entre septiembre de 1936 y mayo de 1937, pero a los religiosos de Barbastro les quieren quitar los nombres y la modesta cruz de Aguilar de la Frontera terminó en un vertedero.
La Ley de Memoria DemocrÔtica es otro clavo en el ataúd de la libertad en España y otro ladrillo en el muro de silencio sobre la persecución religiosa durante la II República y la Guerra Civil. Por eso, debemos defender la libertad y el recuerdo con mayor firmeza que nunca. Hay que reponer cada placa, cada cruz y cada memorial de la persecución religiosa que ahora se pretende enviar al olvido para decir, después, que nunca tuvo lugar.