Se me antoja muy coherente que el nuevo presidente de la Generalidad de Cataluña se llame Pere —pronúnciese Pera—, Aragonés.
Cataluña fue Principado del Reino de Aragón, del mismo modo que Barcelona, Condado Soberano del Rey de España tras la fusión de los dos Reinos, el de Castilla de Isabel y el de Aragón de Fernando. Ese, y no otro, fue el motivo del uso de Don Juan De Borbón del título de Conde de Barcelona durante su exilio y hasta su fallecimiento. Sólo el Rey de España puede ser Conde de Barcelona, y de ahí la elección. Estamos, pues, ante un hecho de alta tradición histórica. Un Aragonés al frente de la Generalidad, un descendiente del Principado habitando el Palacio de San Jaime. Pere –pronúnciese Pera- Aragonés es hijo de un gran empresario hostelero y nieto de un apreciado alcalde del franquismo, y forma parte de ERC por razones de complicada explicación. Pero el apellido Aragonés es mucho más representativo que Junqueras. Para mí, Junqueras fue un buen guardameta reserva del Real Madrid, del que guardo muy agradable memoria. Y la presidente del Parlamento de Cataluña, de buena familia, se apellida Borrás, pero Borrás no es como Aragonés. Los Borrás de mi vida son dos. Rafael Borrás, gran editor y buen escritor, y el “Juego de Magia Borrás”, que me traían los Reyes Magos cuando no sabían que lo tenía repetido.
«A ti lo que más te hiere/ y además, te desespera/ es que no sabes que Pere/ debe pronunciarse Pera»
Mi primer encuentro con la pronunciación de Pera en lugar de Pere acaeció en una cena de los Cavia en ABC. El ganador del Mariano de Cavia de aquel año de 1995 fue Octavio Paz, y el presidente del Jurado presidido por el poeta catalán Pere –pronúnciese Pera-, Gimferrer, lo conformaron el extraordinario y recientemente fallecido poeta valenciano Jaime Siles, José Miguel Ullán, Jóse María Amusátegui, el banquero, y Blanca Berasátegui, muy obediente con Luis María Anson. En aquella cena, celebrada el 14 de junio de 1995, me sentaron frente a frente con el formidable escritor y columnista murciano Jaime Campmany, de noble ascendencia catalana. A mi lado, Antonio Mingote, y junto a Jaime, Fernando Luca de Tena que masticaba los lomos de rodaballo de Jockey con la boca abierta. Presidió el acto la Reina Doña Sofía.
El discurso de Pere –Pera-, Gimferrer se hizo interminable. Le envié a Jaime Campmany estas rimas con mi esperanza deshabitada. “El Pere que greñas peina/ tiene la palabra sabia/ Pero si habla más, la Reina/ no vuelve a venir al Cavia”. Y Jaime me respondió en el mismo programa: “A ti lo que más te hiere/ y además, te desespera/ es que no sabes que Pere/ debe pronunciarse Pera”. Y cayó la venda de mis ojos.
Rufián le ha pedido a Aragonés que retrase lo de la independencia de Cataluña porque su único ingreso fijo proviene del Congreso
Lógicamente, una región de España en la que Pere se pronuncia Pera, tiene que aspirar a la independencia. Lo mismo –lo aprendí años más tarde- que “pasa la pilota” no significa que en ese momento transcurra por ahí una comandante de Iberia. Se traduce por “pasa el balón”, y ello confirmó mis temores. Cataluña iba lanzada a la independencia y en Madrid –pronúnciese Madrit-, no teníamos puñetera idea de lo que se avecinaba. Un pueblo que no puede soltar la exclamación “¡Eres la pera!” sin decir “¡Eres el Pedro!” no encaja en España, y más aún, si España le roba. Le roba y humilla, que ahí tenemos a los Pujol, que han entregado su vida a la independencia de Cataluña y los quieren meter en la cárcel. Porque Rufián, que es de ERC como Aragonés y Junqueras, es oriundo de Almería, y según tengo entendido le ha pedido a Aragonés que retrase unos años lo de la independencia de Cataluña porque su único ingreso fijo proviene del Congreso de los Diputados de España. Siempre pasa lo mismo. Los bellos ideales, los frondosos sueños de la liberación chocan con los intereses particulares, y el horizonte de la independencia se nubla por las brumas.
Pero esas cosas se advierten. Que de golpe me entere que en Cataluña mandan los independentistas, es algo que me ha sorprendido y alertado desagradablemente. Eso sí, lo comprendo. Lo de Pere y Pera, en mi humilde opinión, es de una contundencia insuperable, o insuparapla. Un motivo más. Vaya sorpresón.