«Ser es defenderse», Ramiro de Maeztu
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Este artículo se publicó en La Gaceta antes de convertirse en La Gaceta de la Iberosfera, no siendo entonces propiedad de Fundación Disenso.

Embudos, paraguas y trenes

31 de julio de 2013

Un tren descarriló en Angrois, y los cuerpos de 79 personas no resistieron el impacto de setecientas toneladas lanzadas contra un muro a 153 kilómetros por hora. Medios, políticos, técnicos, jueces, se han lanzado en una carrera desigual para esclarecer el asunto. Desigual por el horizonte temporal con que se mueven. Los medios vibraban con cada segundo que seguía inmediatamente al accidente, y sólo paulatinamente han pasado a los minutos y luego a las horas. Los políticos cuentan el tiempo según recogen sus palabras prefabricadas las portadas de periódico y aperturas de telediarios, por lo que calculan en días. Los técnicos y los jueces tienen otra cadencia, que tiene menos contemplaciones con la urgencia y, cabe pensar, con la manipulación. El periodismo es una tarea muy sencilla. Tanto, que resulta, en la práctica, muy complicada. Consiste en escribir un relato verdadero sobre un hecho relevante, en un plazo breve. El lector ha cambiado su idea de lo que es un periodo adecuado entre el hecho y la noticia. Del trote de un caballo, a la línea telefónica y a un tuit, la actualidad ha ido achicándose, hasta agotarse con sólo presentarse ante los ojos de un inquieto lector. A medida que la actualidad se achica, la veracidad del relato tambalea. Nada que el tiempo no cure.Peor es el aliño. Hay quien le sabe a poco, y no se maravilla ante la sencillez de la pretensión del periodismo. Y pretende cambiar la realidad, a base de desvirtuar lo ocurrido. Maldigo a Marx y su oncena tesis sobre Feuerbach. El accidente, por ejemplo. Unos parten de que el Gobierno es inocente, por lo que dejan caer toda la culpabilidad, con su medio como embudo, sobre la persona del conductor. Para otros, el Gobierno ha de ser culpable, y su medio es para el maquinista un paraguas.Por ejemplo, un diario al que se le olvidó el ABC del periodismo quiso convertir a Francisco José Garzón en un inconsciente devorador de velocidad. Para lograrlo, llevó al titular unas palabras extractadas de Facebook: “Qué gozada hacer saltar el radar a la Guardia Civil. Menuda multa para Renfe”. Cuando lo que dijo comenzaba así: “Qué gozada sería ir en paralelo con la Guardia Civil…”. Un condicional, una situación sólo imaginada, a partir de una velocidad que se corresponde con otro tramo, pero que el amanuense ha cosido al accidente, demasiado real, de la víspera de Santiago Apóstol. La mirada del asesino como canon periodístico.Otro. Garzón juega la carta del tontito. Desde el embudo se le ha convertido en un cachondo al que le gusta poner a prueba el velocímetro, con lo que su afición a los excesos todo lo explica. Por eso se ha apuntado al errare humanum est, y ha declarado que creía que estaba en otro punto del trayecto, sin citas con la muerte. Y los periódicos paraguas hacen suya la teoría del tontito. Una teoría sin futuro. Porque nadie le impedía a Garzón haber evitado el fatal accidente.

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