Mientras la campaña presidencial norteamericana atrae las miradas, en los puntos calientes del planeta crece la tensión. En Ucrania y Oriente Medio, cada día algo agrava las cosas; como si en silencio, por las noches, se pavimentara metro a metro una carretera hacia el infierno. En un lado está Putin, bien, pero ¿quién está en el otro? Sabemos que Biden no es.
Al fondo, como sierra dentada en el horizonte, asoma el conflicto nuclear. Según algunos expertos, nunca ha estado el mundo tan cerca. Por pequeño que fuera ese riesgo, es un riesgo inasumible.
Mientras tanto, tóxica y ruidosa, la campaña electoral prosigue y solo Trump parece entender la gravedad del momento.
En las últimas horas llenó en Nueva York, hogar adverso, y participó en el programa de Gutfeld en la Fox. Allí se mostró relajado, natural de un modo sobrenatural. Tras el atentado (la bala, el «fiiiiu»), algo ha cambiado en él. Se percibe un tono más humano, casi providencial aunque sin énfasis alguno. «Alguien arriba ayudó» y asume la naturaleza de su misión. «Ser presidente de EEUU es un trabajo de riesgo. Cerca del 6% es asesinado». Pero no hay en ello ira ni megalomanía. Reconoció que en el debate con Kamala pretendía ser elegante, no entrar en las provocaciones, y su humor, de tipo seinfeldiano, parece menos neoyorquino, más suave y dulce. Sus bromas rebajan la intención hiriente, como si su sonrisa o su humanidad de comic, el gran abrazo de su abrigo, buscaran abarcar el mayor número de personas posible. En las últimas horas ha pedido hamburguesas con bitcoins y dirigido el Nessun Dorma con una batuta imaginaria.
Trump está en estado de gracia. Algo del susto se le quedó congelado en la sonrisa y el cariño recibido ha dado una cierta gravedad a su campechanía. Acepta la «misión», pero eso sería poca cosa si no lo acompañara de un mensaje real.
Cuando le preguntaron hace unas horas por la mayor amenaza para el sector manufacturero de Michigan respondió que las armas nucleares. «Si se usan, de poco sirve producir automóviles». No es la mayor amenaza para Michigan, es la mayor amenaza para el mundo, y dijo mundo, no humanidad, pues su hablar está incontaminado.
Se reirán, pero al decirlo, Trump coincide con las personas de mayor sabiduría y sensibilidad. Es una legítima preocupación del inteligente. Existe un riesgo real de escalada hasta las puertas de lo nuclear, y una vez allí…
Trump al final es el gran moderado, el moderador de lo crucial, y persiguiendo el interés propio, el America First, haría algo por el planeta, beautiful planet, especialmente por Europa en su decadente sino de patio balístico trasero.
De repente, su humor se nimba de tristeza y abnegación. Salvar la primera y última democracia del mundo y desescalar, desanudar el conflicto, sin que eso signifique que vayan a cantar todos los pájaros y a dejar de luchar los hegemones. Pero es imperativo que se imponga la realidad del really nice guy.