«Ser es defenderse», Ramiro de Maeztu
Buscar
Cerrar este cuadro de búsqueda.
Vicepresidente Primero Acción Política de VOX. Jefe de la Delegación de Vox en el Parlamento Europeo. Abogado del Estado
Vicepresidente Primero Acción Política de VOX. Jefe de la Delegación de Vox en el Parlamento Europeo. Abogado del Estado

En nuestras manos está

8 de septiembre de 2024

Recuerda Michael J. Sandel, en su búsqueda de una filosofía pública que en el año 2012 más de un 40% de todo el dinero que se gastaba en elecciones de ámbito federal en Estados Unidos procedía de los más ricos entre los ricos (un 1% del 1% más rico) y que al inicio de la campaña de 2016 casi la mitad del dinero ya donado a los candidatos presidenciales había salido de sólo 158 familias acaudaladas, la mayoría de las cuales habían hecho sus fortunas en los sectores de las finanzas o la energía.

No es extraño que la nueva legislación siempre vaya a mejorar las condiciones y fiscalidad de determinados sectores y grupos en perjuicio de la gran mayoría que conforman las clases medias y trabajadoras. Ahora los nuevos súper ricos son los de las corporaciones tecnológicas, esos filántropos de la economía de la posmodernidad que buscan expoliar la libertad de expresión a cambio de «chutes» de navegación virtual, y que proponen normas globales en su propio beneficio, aquí y allá. En Estados Unidos, eso sí, al menos se sabe quiénes y en cuánto son los donantes.

Empresarios que se reúnen a escondidas en La Moncloa y que reciben subvenciones, ayudas o contratos públicos. Autónomos que no se reúnen en La Moncloa y reciben inspecciones, subidas de impuestos y cotizaciones sociales. Medios de comunicación que presumen de ser independientes y claman contra el Estado pero nutren sus cuentas de resultados de financiación pública en forma de publicidad institucional o patrocinios públicos. Políticos que presumen de no recibir dinero público, pero no sabemos de qué viven, quién y cuánto les paga.

En Europa la apropiación oligárquica del gobierno representativo lleva unos años de retraso y va de la mano de la corrupción moral de las propias instituciones, que desvían la acción de gobierno del objeto del bien común. Los políticos hace décadas dejaron de hablar del bien común, que es una cosa de reaccionarios, conservadores y patriotas irredentos, al parecer.

Hay dos formas de entender la política, al menos. La de aquéllos que creen que la vida comunitaria es una tupida red de relaciones contractuales basadas en el consentimiento donde todo puede ser objeto de intercambio mientras las dos partes estén de acuerdo y exista una apariencia de equilibrio e igualdad de forma que prima el interés general entendido como la suma aritmética de intereses particulares, incluso los contrarios a la comunidad (léanse los partidos separatistas que impulsan acciones dirigidas a destruir la comunidad y su unidad); y la de los que creen que la vida comunitaria es el espacio donde, entre todos, hemos de procurar la prosperidad y la perfección de cuantos formamos parte de la comunidad, esto es, el bien común.

En el primer modelo, la vida social se construye sobre la voluntad de los que se interrelacionan, y la ley ha de limitarse, en el mejor de los casos, a asegurar el equilibrio e igualdad en el proceso negociador. Algunos, aceptan que el resultado de las relaciones de lugar a vencedores y vencidos. Otros, movidos por el resentimiento, buscan equilibrar a posteriori, sin indagar en las causas, el resultado que pareciera injusto; pero coinciden en la forma de entender el mundo, sin vínculo alguno que no tenga origen en la voluntad.  En este lado se defienden los Tratados de libre comercio y la autodeterminación de individuos y pueblos; promueven la inmigración cualquiera que sea su origen pues enriquece la cantidad de intercambios y amplía el número de competidores; propugnan que los mejores impuestos son los que gravan el consumo; rechazan las subvenciones y ayudas públicas aunque traten de salvar algo que la propia ley ha destruido o está destruyendo; o las generalizan como modo de compra de voluntades.

En el segundo modelo, la vida social es vínculo y la ley ha de asegurarse de proteger, conservar y fortalecer los vínculos, sin negar los contratos, que son obra humana, y por ello tienen límites tanto en cuanto al contratante como a su objeto. A diferencia del contrato que nace siempre del consentimiento, el vínculo tiene múltiples orígenes: la naturaleza, la historia, la biología o la tradición, que no nacen del contrato.

Es vínculo lo que nos une a nuestra tierra y paisaje, y por ello es bueno preservar y cuidar los bosques, los ríos, los mares, los caminos, las plazas y las calles de pueblos y ciudades donde otros, igual que nosotros, anduvieron antes. De este lado propugnamos que el agua llegue a toda la nación con infraestructuras que todos han de sufragar aunque algunos no tengan; y proteger las dehesas donde campea el toro de lidia, incluso dando parte de nuestra riqueza para ello porque es bueno y es nuestro.

Es vínculo lo que nos une a nuestros antepasados en una línea del tiempo sin solución de continuidad, y lo amamos con sus luces y sus sombras, sus destellos de heroísmo y sus brillos de ruindad; porque nos ayuda a conocernos y comprendernos, y a saber que lo que recibimos no es un patrimonio personal que podemos dilapidar sino un patrimonio de destino que llamamos Patria; y por eso rechazamos las leyes de memoria y nos parece injusto el impuesto sobre sucesiones; y deseamos proteger las fronteras y todas y cada una de las tierras de España, sus fiestas y costumbres.

Es vínculo lo que nos une a nuestro propio cuerpo y a nuestra familia, que no nacen del consentimiento individual ni del consentimiento colectivo. Y por ello, estimamos la vida y la libertad de todos y cada uno de los miembros de la comunidad; y deseamos tener una buena educación y salud públicas que atiendan a los que no disponen de sistemas privados; y por lo mismo lo estimamos como algo valioso, que ni queremos regalar ni arruinar; ni que su gestión quede en manos de tipos que dilapidan lo construido; adoctrinan a nuestros hijos o dejan indefensas a nuestras hijas en las calles de nuestras ciudades.

Nuestro aquí y nuestro ahora son todos esos vínculos que nos unen a los de ayer, los de hoy y los de mañana. Porque eso es vivir en comunidad. La vida, la libertad, la propiedad son las condiciones de posibilidad de una comunidad libre, donde sus miembros toman las decisiones y no una casta oligárquica que dirige las políticas y a los políticos, en beneficio de sí mismas. En nuestras manos está.

Fondo newsletter