«Ser es defenderse», RAMIRO DE MAEZTU
La Gaceta de la Iberosfera
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Iván Vélez (Cuenca, España, 1972). Arquitecto e investigador asociado de la Fundación Gustavo Bueno. Autor, entre otros, de los libros: Sobre la Leyenda Negra, El mito de Cortés, La conquista de México, Nuestro hombre en la CIA y Torquemada. El gran inquisidor. Además de publicar artículos en la prensa española y en revistas especializadas, ha participado en congresos de Filosofía e Historia.
Iván Vélez (Cuenca, España, 1972). Arquitecto e investigador asociado de la Fundación Gustavo Bueno. Autor, entre otros, de los libros: Sobre la Leyenda Negra, El mito de Cortés, La conquista de México, Nuestro hombre en la CIA y Torquemada. El gran inquisidor. Además de publicar artículos en la prensa española y en revistas especializadas, ha participado en congresos de Filosofía e Historia.

Entreguerras

13 de marzo de 2022

Dos años se han cumplido desde el comienzo de la pandemia ocasionada por el COVID‑19. Un tiempo paralizante que cabría calificar como «de silencio», durante el cual, bajo curvas de contagios y muertes, el mundo siguió andando. Entre las principales novedades a escala mundial, cabe destacar la llegada a la presidencia de los Estados Unidos de Joe Biden, arropado por un muy pluralista equipo cuya figura más destacada es la ahora diluida Kamala Harris. Hoy, las protestas de Black Lives Matter son apenas un pálido recuerdo y la erradicación del racismo constitutivo de la sociedad norteamericana, una verdad incómoda que conviene esquivar.

Hoy, la verdad desagradable asoma. Europa y singularmente la europeísta España se encuentran con la tozuda realidad (…) de su dependencia de unos recursos -gas y petróleo- desechados en cumplimiento de un credo apocalíptico que tiene como heraldo a una adolescente

Antes del silencioso ambiente propiciado por la pandemia, la estridencia y la excentricidad se concentraban, por condiciones propias y por cultivo de las mismas, en el presidente Donald Trump, cuyo mandato estuvo marcado por la ausencia de guerras, pero también, no lo olvidemos, por unas manifestaciones en las que vino a decir que Europa debía contribuir al gasto militar al que debe gran parte de su desarrollo durante el nuclear tiempo de silencio de la Guerra Fría. A su manera, Trump, que ya en 2016 dijo que Europa debía aumentar su gasto militar en un 55%, vino a decir que la fiesta había terminado. Una fiesta garantizada por la existencia de un escudo militar confeccionado a partir de 1945, en la que sus asistentes se entretenían en jugar a un fin de la Historia aderezado por teleseries, disquisiciones genéricas e identitarias, descarbonización y rebajas cárnicas. Fuera de ese confortable recinto, la vieja Europa que China considera una suerte de parque temático artístico, en contraposición con otras tierras, algunas de ellas valiosamente raras, la pugna entre Estados de gran escala -Estados Unidos, Rusia, China, India-, continuaba. 

Desmilitarizada y desnuclearizada, España comienza a conocer las consecuencias del panfilismo y de un particular rigorismo ecologista que tan jugosos dividendos procura a ciertos asistentes a clubes exclusivos debidamente calefactados

Sin embargo, hoy, la verdad desagradable, tal y como advirtió Gil de Biedma, asoma, y Europa, y singularmente la europeísta España, se encuentran con la tozuda realidad de su precariedad energética, de su dependencia de unos recursos -gas y petróleo- desechados en cumplimiento de un credo apocalíptico que tiene como heraldo a una adolescente. Dentro de este contexto, España, la impulsora de la Alianza de Civilizaciones, acaso sea la campeona en la observancia de los preceptos sostenibles y pacifistas, ingenuos, en suma, a la vista de la cruda realidad que comienza a mostrar su verdadero rostro. Desmilitarizada y desnuclearizada, España comienza a conocer las consecuencias del panfilismo y de un particular rigorismo ecologista que tan jugosos dividendos procura a ciertos asistentes a clubes exclusivos debidamente calefactados.

No cabe duda de que los propagandistas al servicio del Gobierno tratarán de vincular la precariedad económica, en gran parte motivada por la apuesta verde y por el uso de recursos económicos, en proyectos puramente ideológicos. Para tal propósito, para el mantenimiento de un ejército de corifeos, se habilitan oportunamente grandes partidas que sostienen a un doctor que tendrá hasta su propia teleserie filmada para mayor gloria de su ego diminuto, insignificante en la escena internacional. Un alud cosmético incapaz de sepultar la realidad de una Europa que no es más que un club en el cual sus integrantes buscan su propio interés, sabedores de que el mundo no se mueve al compás de Kant, sino al de Clausewitz, pues, al cabo, todo periodo histórico no es más que un tiempo de entreguerras.

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