«Ser es defenderse», Ramiro de Maeztu
La Gaceta de la Iberosfera
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Rafael L. Bardají (Badajoz, 1959) es especialista en política internacional, seguridad y defensa. Asesor de tres ministros de Defensa y la OTAN, en la actualidad es director de la consultora World Wide Strategy.
Rafael L. Bardají (Badajoz, 1959) es especialista en política internacional, seguridad y defensa. Asesor de tres ministros de Defensa y la OTAN, en la actualidad es director de la consultora World Wide Strategy.

Episodio V: Sánchez contraataca

3 de junio de 2023

Da igual que este año no se celebre ninguna efeméride de la saga de la Guerra de las Galaxias, Sánchez ha decidido contraatacar después del visible y estrepitoso fracaso electoral del pasado domingo. Muchas son las razones para provocar un adelanto electoral y todas se han dicho ya, desde el miedo a que la crisis de gobierno se la hiciera un Podemos desbocado por su descomposición a un 23 de julio donde media España andará de vacaciones y el absentismo de menos de un millón de votantes podría darle la victoria (sin mencionar la posibilidad de tongo electoral por el nada fiable voto por correo). Sea como fuere, una cosa es clara. Si Sánchez ha elegido el 23 de julio para los comicios es porque cree y está convencido de que es fecha es la que más le conviene. Eso hay que tenerlo bien presente.

Todo cabe esperar de una izquierda rabiosa, sectaria y guerra-civilista ante el más que probable escenario de ser desalojados del poder en el que tan a gusto se encuentran. Incluso que Sánchez reviva a Neville y su famosa ballena blanca y muera cual Moby Dick, matando.

Pero lo que más me gustaría es que el centro-derecha no cometiese más estupideces. Para mi está claro que una mayoría de españoles ha dicho basta a la pesadilla del gobierno social-comunista apoyado en los independentistas. Ahora sólo falta que la dirigencia de la oposición —y más en particular la del PP— lo entienda y lo asuma. Si hay alguna lección en la que deba reparar Génova a tenor de los resultados es que cuando sus líderes se han enfrentado, con la razón en su mano, contra Sánchez y sus despropósitos, han aumentado su popularidad y se ha traducido en un mayor respaldo electoral. Ahí está el caso indiscutible de Isabel Díaz Ayuso, guste o no. Y eso sin entrar en el espectacular crecimiento de Vox.

Y, sin embargo, en estos pocos días, el PP parece confundido y dispuesto a frustrar el ansia de cambio con tal de no pactar o depender de Vox. Si fuera una mera cuestión táctica, de cara al 23J, podría llegar a explicarlo. Pero me temo que es algo más profundo y cultural. Siguen instalados en revivir el bipartidismo y en erosionar a Vox. Imagino que algún genio heredero de Arriola estará contando los posibles votos que ganaría el PP rechazando a Vox y dejando que el PSOE siga gobernando regiones como Extremadura o Aragón, pero si yo hubiera votado al PP en Badajoz, mi tierra natal, estaría en estos momentos más que irritado, por decirlo suavemente.

Es más, la baza que querría jugar Feijóo es doble: por un lado, seguir arañando votos de los menos radicales del PSOE y, por otro, contar con una masa de votantes que se han decantado por Vox y así agrandar su posible victoria. Pero no tiene ni idea de cómo hacer la cuadratura del círculo al que le han llevado. Puede engatusar a unos, pero no a los dos a la misma vez. Y eso que el discurso del voto útil se va a escuchar bien alto en las próximas semanas. Al tiempo.

Estas próximas generales, bien lo sabemos, se van a disputar a cara de perro porque para la izquierda todo gira y depende de estar en el poder. El centro-derecha tiene una doble responsabilidad ante sí. Por un lado, llevar a buen puerto las negociaciones que hagan falta para desalojar de cuanto sitio sea posible al PSOE, Podemos y sus secuaces. Y en segundo lugar, hacer una campaña electoral donde la sangre, si tiene que correr, sea la de Sánchez y sus aliados.  Hay que luchar para que PP y Vox crezcan y sumen, no porque uno gane en detrimento del otro. Aliarse indirectamente con la izquierda o permitir que ésta siga gobernando, sería tanto como la traición que se le atribuye a Sánchez.

El sanchismo aún no está muerto. Sánchez quiere dar la batalla por seguir usando el Falcon y gastarse nuestro dinero. Y si el rajosorayismo del PP o el ultrapatrotismo en Vox se enzarzan en la destrucción mutua, Sánchez aplaudirá con una sonrisa de oreja a oreja. Equivocarse de enemigo en estos dos meses puede ser letal.

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