«Ser es defenderse», Ramiro de Maeztu
La Gaceta de la Iberosfera
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Amando de Miguel es catedrático emérito de Sociología en la Universidad Complutense (Madrid). Siguió estudios de postgrado en la Universidad de Columbia (New York). Ha sido profesor visitante en las Universidades de Texas (San Antonio) y de Florida (Gainesville). Ha sido investigador visitante en la Universidad de Yale (New Haven) y en El Colegio de México (DF). Ha publicado más de un centenar de libros y miles de artículos. El último libro publicado: Una Vox. Cartas botsuanas (Madrid: Homo Legens, 2020). Su último trabajo inédito: “La pasión autoritaria de los españoles contemporáneos”.
Amando de Miguel es catedrático emérito de Sociología en la Universidad Complutense (Madrid). Siguió estudios de postgrado en la Universidad de Columbia (New York). Ha sido profesor visitante en las Universidades de Texas (San Antonio) y de Florida (Gainesville). Ha sido investigador visitante en la Universidad de Yale (New Haven) y en El Colegio de México (DF). Ha publicado más de un centenar de libros y miles de artículos. El último libro publicado: Una Vox. Cartas botsuanas (Madrid: Homo Legens, 2020). Su último trabajo inédito: “La pasión autoritaria de los españoles contemporáneos”.

Era la Tercera Guerra Mundial

16 de marzo de 2022

En efecto, lo que, todavía, son crueles escaramuzas en Ucrania, realmente, constituyen los prolegómenos de la III Guerra Mundial. En las dos anteriores, hemos dado un título tan rimbombante porque se alteró el mundo sin vuelta atrás. Así, la I Guerra Mundial supuso la independencia de algunas nuevas naciones europeas, la generalización de los pasaportes y, paradójicamente, el descubrimiento de la ideología pacifista. La II Guerra Mundial significó el final del imperio británico y la descolonización de muchos territorios. Como colofón, se produjo la guerra fría entre los Estados Unidos de América y la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas. La cual trajo, como cosa buena para el avance del conocimiento, la llamada carrera espacial. Naturalmente, no sabemos, todavía, qué nos va a deparar esta iniciada III Guerra Mundial. De momento, nos enfrentamos, en muchos países, a una congelación de las redes comerciales y al alza espectacular de muchos precios. En definitiva, nos hundimos en una gigantesca crisis mundial de subsistencias.

Desde el punto de vista bélico, no parece que el conflicto se extienda, de momento, más allá de las fronteras de Ucrania, por doliente que sea la invasión de ese país por los rusos. La generalización del teatro de operaciones militares se logrará en cuanto China se disponga a la lucha. Lo hará por varias razones: 1) La animosidad frente a Japón por la disputa de algunos islotes en el mar común a ambos países, en cuyas aguas abunda el petróleo. 2) El irredentismo por Taiwán, que desembocará en su invasión. 3) La respuesta a la decadencia comercial generalizada. No olvidemos que nueve de los más grandes puertos del mundo se encuentran en China o en las costas cercanas por ella dominadas.

De momento, China no desea interferir en el conflicto con Ucrania porque sus dirigentes se entienden mal con los rusos. Sigue funcionando el efecto psicológico de la Gran Muralla China. Pero, al final, pesará más el entendimiento entre los sátrapas: cuestión de intereses, más que de principios.

Los voceros y vocingleros del “no a la guerra” son, latentemente, quienes justifican la invasión de Ucrania por los rusos

La III Guerra Mundial se ventila entre el Occidente y el Oriente, convencionalmente, de la bola del mundo. El primero representa el orden capitalista y democrático. El segundo, la autocracia comunista. Los países que son frontera entre uno y otro hemisferio, como Ucrania, serán los más dañados en un primer episodio. Seguirán los países bálticos y Polonia. 

Son más las paradojas de la presente situación. Los voceros y vocingleros del “no a la guerra” son, latentemente, quienes justifican la invasión de Ucrania por los rusos. La cual perdura por la hipócrita reacción de las potencias occidentales de no enviar tropas al campo de operaciones. Solo, aportan armas un tanto obsoletas y, desde luego, poco eficaces frente a los misiles y los blindados rusos. Es una reacción que anima a los rusos en su política de expansión por Europa. Es el viejo sueño de los mongoles, los zares y los soviéticos. La historia suele ser obsesiva; por eso se repite.

Los países de la Unión Europea (bueno, los que mandan en ella) ni siquiera aceptan la petición de Ucrania para que sea aceptada como miembro del club. La razón es que ese país “está en guerra”. La razón nos dice que debería funcionar la lógica contraria: sería conveniente su incorporación a la UE, precisamente, porque está siendo amenazada, invadida, masacrada por el zar soviético. Es decir, el rechazo de la solicitud de Ucrania por parte de la UE es un monumento a la injusticia. Habría que recordar a San Agustín: “Si fracasa la justicia, ¿qué son los Estados sino cuadrillas de bandoleros?”.

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