Sería interesante superponer dos gráficos de gran actualidad. Por un lado, las temperaturas en España; por otro, los hogares con más miembros de la familia en paro. A más calor, más rojo, hasta alcanzar las tonalidades marrón oscuro de la sangre coagulada: ¡el infierno climático!; a más parados en la familia, un rojo más intenso, hasta alcanzar el pleno: todos los miembros de un hogar en paro.
Dado el mutismo de los voceros, se podría pensar que esto lo sufre una minoría, pero los malos datos de empleo del primer trimestre iban acompañados ayer de otros subdatos temibles: el 30% de paro juvenil y más de un millón de hogares con todos sus miembros parados. Es un dato tan terrible que mientras lo escribo aún pienso que es un error, que debe de ser un error, pero según la EPA son más de tres millones de parados en total, así que por supuesto es posible. Hay más parados que vascos en España. Muchos más. Pero ¿a alguien le importa su identidad y sensibilidad o el encaje estatutario de estas personas? Los parados españoles son, más o menos, los habitantes que tiene Madrid. Si los parados se fueran todos a Colón, estarían solo a cien mil habitantes, luchando por la capitalidad.
No son urbe los parados, pero sí agrupación humana. ¿Podríamos hablar de Paronia, de Parolandia, de Villaparo o de Parópolis? La verdadera capital de España no debería ser el Madrid cosmopolita y federal sino esa ciudad invisible que junta a tres millones de españoles. Eso sí es una identidad: ser parado. ¿No podría ser el paro, al menos, los parados unidos, la Comunidad Autónoma número 18?
Mucho insistir con la liquidez de los tiempos y con lo trans, pero de parado no se sale. Y aunque están distantes entre sí, no puede negarse la nota territorial. Los hogares con muchos parados se concentran en el sur de España. En el sur de España se acumulan también los hogares con años de paro. El sur sabemos lo que es: Andalucía y las Canarias.
Y ahora nos vamos al mapa del calor, que se corresponde, además, con el gran problema de las sequías y la producción agrícola. España tiene un problema territorial que el Régimen Otra-de-bravas oculta constantemente: el sur envió su población a las regiones ricas a ser desespañolizada; no puede competir en igualdad de condiciones por el empleo público, el único que hay; mantiene su atraso económico y a esto le añade la sequía, sin recibir una gota de agua del norte húmedo. Aquí se acude al argumento autoritario del cambio climático, pero mucho antes habría que hablar del problema de la desigualdad básica territorial española, que es tan básica que afecta al agua y al pan (trabajo). Este sur olvidado es también porosa Frontera Sur, y ha de sufrir en silencio los problemas de la gestión vecinal eurosumisa y NATOvasalla. El sur africano le roba el ser-sur y el norte español le niega el agua y además se le imponen dos narrativas, la climática y la migratoria, que añadir al latente supremacismo del 78 y su Constitución.
Veremos esto mucho. Sobre las consecuencias ya patentes de varias generaciones de saqueadores partitocráticos, no llega una reparación, ni una revolución, sino el globalismo en bloque. A decir «¡chitón!».