EspaƱa tiene 15.7 millones de habitantes inactivos, es decir, personas mayores de 16 aƱos que no trabajan y no son parados. Se trata, pues, de espaƱoles que, pudiendo en principio producir, no realizan actividad laboral alguna ni manifiestan intención de hacerlo. En tĆ©rminos comparativos con el nĆŗmero de ocupados, somos el paĆs europeo con mĆ”s inactivos. De un total de 38.5 millones que son potenciales trabajadores, contribuyen directamente al PIB desempeƱando una ocupación Ćŗnicamente 18 millones. AsĆ, 46 millones son mantenidos por 18 millones. No se puede decir que mostremos un gran interĆ©s por arrimar el hombro, aunque tampoco caben grandes reproches dado que la demanda de trabajo no da para mĆ”s. La combinación de la crisis económica y el progresivo envejecimiento de la población tiene a EspaƱa cruzada de brazos. El problema es que semejante situación es insostenible a medio plazo y catastrófica a largo. Los polĆticos, cuya mirada no alcanza a ir mĆ”s allĆ” de las próximas elecciones, no hablan de este panorama y se han permitido condenarnos a la parĆ”lisis colectiva durante seis meses por su incapacidad para formar un Gobierno estable, dando un espectĆ”culo lamentable que no hubiese sido posible en casi ningĆŗn otro Estado Miembro de la Unión.
El inefable Pedro SÔnchez ha incluido en su programa, no sabemos si previa consulta con Jordi Sevilla y Josep Borrell, aunque cabe sospechar que no, un nuevo plan E a la Zapatero para crear empleo público especialmente destinado a jóvenes y parados de larga duración. Como no le serÔ posible sufragarlo con déficit porque somos parte de la Eurozona, se propone llevarlo a cabo subiendo impuestos y -música celestial- combatiendo el fraude. En otras palabras que, impermeable a la experiencia, su brillante idea aumentarÔ el desempleo y es bastante probable que también el déficit. Podemos propone medidas similares, pero con mayor intensidad, es decir, prima de riesgo disparada, multa de la Comisión, fuga de capitales y colas aún mÔs largas en las Oficinas del INEM.
Nos movemos entre la socialdemocracia blanda del PP, la socialdemocracia con gotas de liberalismo de Ciudadanos, la socialdemocracia clĆ”sica del PSOE y el colectivismo liberticida de Podemos. Algo asĆ como ĀæquĆ© prefiere usted, susto o muerte? Puestas las cosas asĆ, pues susto, y si puede ser, lo menos daƱino posible.
El origen de nuestros males, y no somos los Ćŗnicos del mundo occidental en padecerlos, radica en que nuestros polĆticos o no entienden cómo funcionan los mecanismos de creación de riqueza y empleo o sĆ los entienden, pero no les da la gana de aplicarlos si colisionan con sus intereses electorales inmediatos o si se ven incapaces de explicĆ”rselos a la gente de manera convincente. Es el inconveniente que tiene el haberse dedicado a robar a manos llenas durante dĆ©cadas, que los ciudadanos, aparte de cogerte una explicable antipatĆa, no se creen nada de lo que digas.
Nuestro solemne ministro de EconomĆa en funciones ha declarado que ni hay que recortar el gasto ni hay que subir los impuestos, basta con confiar en que el crecimiento espontĆ”neo fruto de la recuperación nos proporcionarĆ” el manĆ” que ansiamos. Lo grave de este tipo de pronunciamientos es que Luis de Guindos sĆ sabe de su materia y, por tanto, juega respecto a Rajoy el mismo penoso papel que jugó en su dĆa Pedro Solbes respecto a ZP, el de encubridor de desaguisados. A los ministros, ademĆ”s de exigirles honradez en lo material, habrĆa que juzgarles tambiĆ©n por su honestidad intelectual. Cuando uno falsea la verdad porque es un ignorante, malo, cuando lo hace a sabiendas para complacer al jefe, peor.
La receta que nos curarĆa de nuestras desgracias, es conocida, y la han repetido muchos predicadores en el desierto. Reformas estructurales que dinamicen la actividad empresarial, reforma de las Administraciones que eliminen las decenas de miles de millones de dispendio inĆŗtil, clientelar o puramente comprador de votos, reforma de la estructura territorial que haga al Estado eficiente y funcional, supresión de subvenciones absurdas y acabar con el saqueo del erario de los numerosos Ali BabĆ” que aĆŗn pueblan Ayuntamientos, Diputaciones, AutonomĆas y Ministerios. Esa sĆ que es una fórmula ganadora y no la persistencia en los mismos errores que nos ofrecen desde las diferentes siglas.
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Se ha reiterado que nada resulta mĆ”s fatigoso que luchar por lo evidente, por tanto permĆtanme que deje de teclear y me tome un respiro. No se inquieten, que volverĆ©.