«Ser es defenderse», RAMIRO DE MAEZTU
La Gaceta de la Iberosfera
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Rafael L. Bardají (Badajoz, 1959) es especialista en política internacional, seguridad y defensa. Asesor de tres ministros de Defensa y la OTAN, en la actualidad es director de la consultora World Wide Strategy.
Rafael L. Bardají (Badajoz, 1959) es especialista en política internacional, seguridad y defensa. Asesor de tres ministros de Defensa y la OTAN, en la actualidad es director de la consultora World Wide Strategy.

España, lo último

19 de mayo de 2021

El socialismo siempre ha sido, presa de su internacionalismo, contrario a las fronteras. Ahí queda aquel “arriba parias de la Tierra”.  Por eso no me sorprende nada que el actual Gobierno español, encabezado por un presidente sin escrúpulos ni principios más que hacer cuanto le convenga a su persona no quiera reaccionar más que con leves aspavientos inconsecuentes al ataque lanzado desde Marruecos contra la ciudad de Ceuta.

Los tuits y demás manifestaciones de ministros, ministras y líderes de la izquierda, pidiendo compasión para los menores inmigrantes, pero olvidándose de los españoles que sufren los actos vandálicos y criminales de muchos de ellos, también se explica por el entusiasmo que la izquierda mundial, abandonado por su querido proletariado, sólo ha encontrado las masas que necesita en la inmigración musulmana. Algunos se inclinan por los verdes, pero éstos son minoritarios en comparación con las huestes que pueden llegar a nuestro suelo desde África. 

El pensamiento militar ha ido abandonando cómo hacer frente a la amenaza específica para concentrarse en el tipo de misiones que daba dinero y prestigio

En cualquier caso, la realidad es que su ideología siempre pone a los españoles los últimos. La izquierda española siempre es, en realidad, una izquierda anti-española. Y se ve, sobre todo, en los momentos de crisis. Primero con el separatismo, en el plano doméstico, y con su sumisión en la política internacional. El ejército no se ha desplegado en Ceuta para combatir la invasión orquestada por Rabat sino como fuerza humanitaria al servicio de la Cruz Roja, al igual que nuestras fragatas patrullan el Mediterráneo no para forzar a los buques negreros a retornar a sus puertos de origen, sino para acoger, cuidar y traernos a los inmigrantes ilegales.

Se cuenta que José María Aznar comentó una vez sobre Gibraltar que su estatus continuaría mientras no se dieran dos circunstancias: que Londres perdiera el interés por el Peñón o que España fuera más fuerte que el Reino Unido. Sea cierto o no, sus palabras encierran una buena lección estratégica para Ceuta y Melilla y Marruecos: Si España es claramente más fuerte que Marruecos y se hace ver, Rabat no tiene nada que hacer. ¿Pero lo somos?  Recientes estudios militares revelan una clara tendencia a que nuestro país está perdiendo la ventaja militar con la que ha contado tradicionalmente. Aún más grave, la disuasión es una variable directa de multiplicar la capacidad militar y la voluntad estratégica. Si la segunda es cero, el resultado final es cero, da igual los carros de combates, submarinos y cazas que se tengan en el armario.

De nuestra inteligencia tampoco se puede decir gran cosa. Fracasó en Perejil y ha fracasado otra vez ahora

España, desde que ingresó en la OTAN, ha tenido dos frentes, el específico, no cubierto por la Alianza, el Norte de África, y el colectivo, esencialmente las misiones de paz desarrolladas junto a los aliados. El problema estratégico es que el pensamiento militar ha ido progresivamente abandonando cómo hacer frente a la amenaza específica para concentrarse en el tipo de misiones que daba dinero y prestigio a las fuerzas armadas. Marruecos y el futuro de nuestras ciudades en el norte de África se encomendaban a nuestra diplomacia. La defensa del JEMAD de llevar la crisis de Perejil a las Naciones Unidas tras la ocupación del islote fue una demostración de la desmilitarización de nuestros más altos mandos militares.

De nuestra inteligencia tampoco se puede decir gran cosa. Fracasó en Perejil, que no vio venir y ha fracasado otra vez ahora, sin avisar de las posibles maniobras y reacciones de Marruecos en represalia porque el Gobierno acogiera secretamente al líder de Polisario. El CNI sabrá todo sobre las perspectivas económicas y sociales marroquíes, pero no parece saber lo que pasa por las cabezas de sus dirigentes.

La actual invasión de Ceuta deja de relieve la visión que Rabat tiene de la España actual y su Gobierno. En 1975 tuvo que movilizar a más de cien mil marroquíes para expulsarnos del Sáhara. Hoy, con un 10 por ciento de lo de aquello pone nuevamente en jaque a nuestro país.  La culpa, como ha escrito Oscar Elías del Grupo de Estudios Estratégicos, no es de Marruecos, es de España. Y más exactamente, de su Gobierno.

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