«Ser es defenderse», Ramiro de Maeztu
La Gaceta de la Iberosfera
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Iván Vélez (Cuenca, España, 1972). Arquitecto e investigador asociado de la Fundación Gustavo Bueno. Autor, entre otros, de los libros: Sobre la Leyenda Negra, El mito de Cortés, La conquista de México, Nuestro hombre en la CIA y Torquemada. El gran inquisidor. Además de publicar artículos en la prensa española y en revistas especializadas, ha participado en congresos de Filosofía e Historia.
Iván Vélez (Cuenca, España, 1972). Arquitecto e investigador asociado de la Fundación Gustavo Bueno. Autor, entre otros, de los libros: Sobre la Leyenda Negra, El mito de Cortés, La conquista de México, Nuestro hombre en la CIA y Torquemada. El gran inquisidor. Además de publicar artículos en la prensa española y en revistas especializadas, ha participado en congresos de Filosofía e Historia.

Euskoestrella

30 de enero de 2023

Después de hacer pública confesión de su fe europeísta, Andoni Ortúzar expresó su ambición: unos Estados Unidos de Europa en los cuales Euskadi, acreedora de la estrella, acaso euskoestrella, número 29, quedaría integrada en pie de igualdad con el resto de naciones que compondrían tal estructura política. Arropado por los suyos durante un desayuno de Fórum Europa-Tribuna Euskadi, el dirigente peneuvista afirmó que el partido de la Ley Vieja desea la aprobación de una Constitución europea que facilite la unión de «pueblos y naciones» en el Viejo Continente.

Nada nuevo bajo el sol peneuvista, que en su día hizo más que guiños, tal y como demuestra el documental Una esvástica sobre el Bidasoa, a uno de los proyectos europeístas más potentes y mejor alineado con sus postulados racistas: el impulsado por la Alemania nazi, que en sus ensoñaciones cartográficas daba espacio propio a algo parecido a Euskal Herria. Si desde este lado del Bidasoa se veía a Hitler como un posible aliado contra Franco, desde la otra orilla, Herbert Brieger rodó un documental titulado Im Lande der Basken En Tierra de Vascos, en el que se exaltaba la arcaica pureza cultural e idiomático de las Vascongadas.

Llevados por su secular oportunismo y visceral hispanofobia, los dirigentes peneuvistas, que en agosto de 1937 pasaron de estar del lado del Frente del Norte a echarse en brazos mussolinianos, es decir, en los de los aliados de Franco, cambiaron nuevamente de bando tras la caída de la Alemania nazi. En efecto, en 1950, el clérigo Alberto de Onaindía Zuloaga, elemento fundamental en el aludido Pacto de Santoña, y la aristócrata Carmen de Gurtubay Alzola, trabajaron en Berlín a favor de la causa de Manuel de Irujo, ministro de la República española en el exilio y dirigente del Partido Nacionalista Vasco, partido que ahora se situaba en la órbita norteamericana encargada de impulsar un nuevo proyecto europeísta muy similar al deseado por Ortúzar casi ocho décadas después.

En plena Guerra Fría, el tornadizo PNV se integró en la estrategia norteamericana que buscada, de manera explícita, la configuración de unos Estados Unidos de Europa cuyas piezas, las naciones políticas de este lado del Telón de Acero, se fusionarían según fórmulas federalistas. Tan germanizante como anglófilo, siempre en función de sus intereses, el PNV fue sostenido durante el franquismo y afloró al final de este como una pieza muy útil para la neutralización de otro partido europeizante, el PCE que ya había abrazado el eurocomunismo. Fue así como, en la línea de salida de la actual democracia coronada, el partido de Sabino Arana logró ciertos particularismos para las provincias vascas que hoy perduran para mantener privilegios y discriminaciones. Entre ellos destaca el célebre Cupo Vasco que un vasco anatemizado como Mikel Buesa se encargó de rebautizar como un auténtico Pufo.  Una estafa, en suma, desde la que se alza la voz del «eurocentrista» Ortúzar, que quiere mirar más allá del Bidasoa para dar la espalda a Maketania.

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