La sensata propuesta de Francisco Sosa Wagner de articular alguna forma de colaboración estable entre Unión Progreso y Democracia y Ciudadanos de cara a las próximas elecciones municipales y autonómicas y, posteriormente, a las generales, ha generado una viva polémica ad intra en su propio partido y ad extra en la sociedad en su conjunto. Un examen objetivo de la situación de España tras los comicios europeos debería conducir sin duda a un planteamiento como el suscitado por el eurodiputado leonés. La impotencia de las dos grandes formaciones, la que apoya al Gobierno y la que pretende sucederle, ante la grave y profunda crisis institucional que está acabando con el régimen político alumbrado en la Transición, la aparición de una fuerte corriente de protesta de extrema izquierda con visos de tener una influencia decisiva a corto plazo, la fragilidad de las instituciones tras décadas de corrupción y de deterioro de la separación de poderes, la seria amenaza de disgregación bajo el embate de separatismos desatados y un endeudamiento público imparable, configuran un cuadro alarmante que puede describirse sin hipérbole como de emergencia nacional. Es obvio que llamar a la unidad de acción de todas aquellas fuerzas políticas y sociales que impulsan una agenda de transformación del Estado que ataje los males que lo corroen representa una muestra de patriotismo y lucidez muy oportuna en las presentes circunstancias de la vida española. Sin embargo, el debate abierto por el ilustre administrativista, lejos de centrarse en la sustancia de la cuestión, se ha perdido en un bosque de reproches mutuos, de los siempre dañinos argumentos ad hominem y de minucias legalistas en relación a Congresos celebrados y procedimientos reglamentarios. Este tipo de desviaciones del problema principal dice poco a favor de sus protagonistas y desde luego no facilita la salida del callejón sin salida visible en el que está encallado nuestro país.
El futuro inmediato puede con gran probabilidad consistir en un acusado debilitamiento del PP y del PSOE, la irrupción en el Congreso de Podemos, el enfrentamiento civil en Cataluña y una pérdida generalizada de confianza que impida la recuperación económica. Por consiguiente, resulta imprescindible ofrecer a los españoles una alternativa creíble y no contaminada por el pasado que abra el camino a una reforma constitucional y a un cambio de mentalidad colectiva que les devuelvan la fe en sí mismos y marquen un punto de inflexión en la curva descendente sobre la que nos venimos deslizando desde hace siete años. La formulación de esta opción ni es posible por parte de los viejos partidos del sistema ni está al alcance de un solo partido de los nuevos, ergo hay que empezar por trabar sólidas coaliciones de todos los que comparten un mismo diagnóstico y propugnan soluciones análogas. Lo secundario debe ceder frente a lo fundamental y lo esencial ahora no es aferrarse a proyectos parciales, sino aglutinar esfuerzos que levanten un proyecto común.