«Ser es defenderse», Ramiro de Maeztu
Alicante, 1987. Escribe noticias desde que tiene uso de razón. Ha trabajado en radio, prensa escrita y televisión en medios como Radio Intereconomía, El Toro TV y Okdiario. Siempre en los últimos reductos de la libertad de expresión.
Alicante, 1987. Escribe noticias desde que tiene uso de razón. Ha trabajado en radio, prensa escrita y televisión en medios como Radio Intereconomía, El Toro TV y Okdiario. Siempre en los últimos reductos de la libertad de expresión.

Federico lee ‘El País’

14 de septiembre de 2023

Tuve hace años un jefe que me regañaba porque todas las mañanas, al llegar muy temprano a la redacción en la que trabajábamos, yo me leía primero los periódicos de supuesta derecha y para el final me dejaba El País. Según él, antes de saber lo que estaban haciendo «los nuestros», teníamos que saber lo que estaban haciendo «los otros». Nunca consiguió que cambiara mi orden de lectura: lo que hacen esos otros, en concreto, nunca me ha interesado porque desde antes de empezar a estudiar periodismo nunca me han merecido el menor respeto ni el diario El País ni la Cadena Ser. Es más, nunca he leído en mis 35 años el periódico semioficial del PSOE en papel. Creo que ni siquiera lo he tenido físicamente en las manos. En casa de mis padres y mis abuelos jamás se compraba, y en la universidad que nos traían gratis casi todos yo siempre me llevaba el ABC, que además no solía quererlo nadie. Es que no me gustaba ni Peridis, que le divertía hasta a mi madre —que tampoco es precisamente lectora fiel de semejante cosa—.

Sí he leído bastante El País en su versión digital. Las columnas de Manuel Jabois, cuando no nos da monsergas feministas, me gustan, incluso, y las leo siempre que alguien las comparte en redes sociales. Será porque es nacido y criado en Sangenjo, y me gusta casi todo lo que viene de allí. Luego la web pasó a ser de pago y ahí ya sí que tuvimos que despedirnos ella y yo. Se me ocurren miles de inutilidades en las que tirar mi dinero antes que pagar por leer a esos periodistas tan contentos de avisarnos siempre de que todo lo hacemos mal: barbacoas portátiles, bolsos de fiesta, velas aromáticas… Todo cachivaches con los que disfruto mucho más que sabiendo que tengo hijos mal, me ducho mal, y hasta que soy mujer mal.

Gracias a Dios, la falta de lectura paisina tampoco se nota tanto en los últimos tiempos. Y es que me queda Federico Jiménez Losantos, que si no lee El País, lo parece. Él también está en el mundo para enseñarnos a los demás lo que hacemos mal, que es cualquier cosa que se aleje de tatuarse una foto de Isabel Díaz Ayuso en algún sitio en el que lleguemos a besárnosla, y dedicarnos a decir durante quince de las dieciséis horas del día que aproximadamente pasamos despiertos que Isabel es la más guapa, la más lista, y que se merece de un príncipe a un dentista.

Federico, cual redactor de El País, es el único que todo lo hace bien. Los demás nunca tenemos razón ni idea de nada. Uno y otro tienen una nula falta de respeto por las mujeres: si en el diario tienen a una corresponsal de género, cosa bastante insultante para todas las que queremos ser personas antes que féminas, Federico pone motes —también a los hombres— o nos llama «menor de edad» a las que le matizamos alguna información. Lo sé porque me lo llamó a mí personalmente por negar yo ser del Yunque, cosa que no soy. Eso y «nenita», pero como me gusta que otros también se den cuenta de que aparento 17 años a mis 35, no sólo se lo perdono, sino que desde ese día adoro a Fede. Aunque como además soy objetiva, me doy cuenta de que a ratos chochea.

También me entero por él de lo que tengo que pensar de Vox. Como en los medios de izquierdas, la opinión es líquida. El que un día es un sobrado, pijo, aristogato y caprichoso —hay que reconocerle que él insulta mejor que los otros, que se quedan en unos sosos «fascistas» o «ultraderechistas»—, al dimitir era el más valioso liberal entre los liberales de nuestra clase política. Me refiero, evidentemente a Iván Espinosa de los Monteros.

El respeto por la vida que muestran también es similar. Unos abogan por el inexistente «derecho al aborto», y Jiménez Losantos le dijo a Rocío Monasterio tras la propuesta de Juan García-Gallardo de ofrecer a las embarazadas con dudas sobre si abortar una ecografía para oír el latido fetal, que podía ponerse el sonido del corazón de los bebés «de politono».

En esRadio y Libertad Digital además se defendió la muerte civil para las personas que teníamos dudas con las vacunas del COVID, o más recientemente se ha mentido adrede sobre los votos de Vox para conformar la Mesa del Congreso, afirmando de manera falsaria que los de Abascal habían impedido la elección como presidenta de la Cámara de Cuca Gamarra a pesar de que no tenían los votos suficientes.

Ahora andan todos —bueno, todos no, Federico y El País—, preocupados por el ascenso de los ultraturbonacionalderechistascatólicos del sector de Jorge Buxadé y compañía. Da igual que las funciones de Buxadé no hayan cambiado en absoluto, que no haya aparecido a negociar ni uno sólo de los acuerdos de gobiernos autonómicos que ahora mantiene Vox con el PP o que la propia Monasterio haya aclarado que se lleva de cine con él y que su marido se retira por asuntos familiares de ellos dos. Los demás no sabemos. Los demás nos equivocamos. Los demás estamos paranoicos, como le dijo el locutor a mi admirado Juan Carlos Girauta por osar no darle la razón. No leo El País, pero cuando necesite aprender a comportarme como una buena ciudadana, leeré Libertad Digital o escucharé esRadio.

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