«Ser es defenderse», Ramiro de Maeztu
Hughes, de formación no periodística, es economista y funcionario de carrera. Se incorporó a la profesión en La Gaceta y luego, durante una década, en el diario ABC donde ejerció de columnista y cronista deportivo y parlamentario y donde también llevó el blog 'Columnas sin fuste'. En 2022 publicó 'Dicho esto' (Ed. Monóculo), una compilación de sus columnas.
Hughes, de formación no periodística, es economista y funcionario de carrera. Se incorporó a la profesión en La Gaceta y luego, durante una década, en el diario ABC donde ejerció de columnista y cronista deportivo y parlamentario y donde también llevó el blog 'Columnas sin fuste'. En 2022 publicó 'Dicho esto' (Ed. Monóculo), una compilación de sus columnas.

Feijoo acostumbra el oído

1 de septiembre de 2023

En los últimos días, Feijoo ha validado a Puigdemont como interlocutor, ha ofrecido a Sánchez una pantomima constitucionalista tras pedir los votos para «derogar el sanchismo» y, como «partido de Estado» que es, ha seguido inventando: primero fue aquella prima de diputados, luego la lista más votada, ahora el gobierno de dos años y, dentro de su propuesta (tachán) el pacto territorial: senado regional y «diálogo multilateral». ¿Estaba esto en su programa?

Como diría Semper: hay que trascender, hay que naturalizar.

En su tentativa de pactos no solo rehabilita a Sánchez y a Puigdemont como interlocutores, que se dice pronto, es que es él quien empieza a señalar el «horizonte confederal del Estado» (Urkullu). Porque en su propuesta introduce el «pacto» como nuevo apaño territorial, «fortalecer el Estado de las autonomías» y el mencionado «diálogo multilateral».

¿Quiénes son estos dos señores, Feijoo y Sánchez, para transformar así la Constitución, La-que-entre-todos-nos-dimos?

Al día siguiente (ayer) Urkullu presenta en EP su modelo plurinacional de Estado, y ¿cómo criticarlo? Porque Urkullu habla también de pacto territorial, reinterpretar la Constitución sin modificarla y bilateralidad, que tan lejos no está de la multilateralidad.

(¿Serán los peperos, los morenosbonillas, los del «café para todos» del nuevo de la ley a la ley a la ley a la ley…?)

En el artículo-propuesta de Urkullu hay algo revelador (bendito speech-writer o logógrafo). Propone pactar y luego «encontrar los mimbres constitucionales y legales pertinentes para dar forma jurídica». Porque no se trata de cumplir la Ley sino de darle a las cosas, las cosas pactadas (las cosas chanchulleadas) una forma, un ropaje, un aspecto legal haciendo así un cestito con mimbres, mimbres de juridicidad. Legalizar el de facto prisaico. Los de factos diferenciales.

Con estos mimbres y con estos bueyes…

Los partidos van así, con callada sintonía, dándose paso. Dándose la vez. Porque la propuesta de Urkullu, inmediatamente considerada «legítima» y digna de valorar por Bolaños (PSOE) había sido introducida y prologada por Feijoo el día anterior.

No estamos ya en la escalada competencial, ni tampoco en la abierta independencia. Estamos en el momento intermedio de buscar «formas imaginativas» superando el modelo del 78, cascado ya, seco el limón. La «convención constitucional» urkullana es una ocurrencia más, y en este contexto de retorcimiento del consenso ¿qué significa que Feijoo, es decir, el PP, ofrezca la suya? Orientación al mismo horizonte. Mismo chiringuito lounge, misma puesta de sol.

La alternativa de Feijoo era gobernar con Vox, pero durante la campaña se dedicó (con sus medios) a serrar con una mano el bastón en el que se apoyaba con la otra. Tras el 23-J, ya ha normalizado a Puigdemont, la carpintería constitucional del PSOE, la pactabilidad y (lo más grave) la creatividad territorial en la dirección del apaño multilateral y el turboautonomismo. Feijoo acostumbra así el oído al federalismo del Estado compuesto. Feijoo es música de fondo y enjuague subliminal.

Engaña así a 8 millones de personas, que quizás más bien se dejan engañar. Pero importa porque son personas que todavía dirían que Rubiales no agredió sexualmente a Jenni Hermoso. Es decir, con las que aun es posible hablar. No zombis todavía.

Pasan los días desde el piquito, cuaja ya un cierto estado de opinión contra la operación feminista y sale por tanto Ayuso, que es como la pulserita de España del PP, a hablar de piropos, besos, filetes, coches, y libertades siglo XX, las mismas que su partido pone en solfa. En su condición de oasis capitalino, el madrileñismo libertario terracero engaña en lo territorial y en lo ideológico-cultural.

Están en lo mismo que el PSOE: en la misma sumisión que toma forma ritual, absurda y discrecional en el debate Rubiales. PP, Partido Piquito.

Pero Feijoo, ¡qué extraño es Feijoo! Llegó para sustituir a Casado, al que se cepillaron rapidito con losantismo, cebo de Bolaños y Ayuso, precisamente, con una turba moderada en la puerta de Génova (¿hubieran entrado si unos sospechosos guardias les hubieran abierto la puerta como en el Capitolio?). Feijoo llegó, ganoperdió las elecciones, compró en la campaña toda la quincalla feminista (sumisión y relato) y tras haber perdido, acostumbra el oído a la filigrana territorial, al más-autonomismo, a la singularidad Galeusca, a la «profundización en los autogobiernos», y al chanchullo o pacto o consenso. Es decir, a todo lo que pueda hacer el PSOE. En lugar de denunciarlo y poner en guardia a ocho millones de españoles, Feijoo, lúser propiciatorio, va creando el clima para que la barrabasada por llegar no suene tan estrepitosa. Acostumbrar, naturalizar, trascender… verbos todos de regularización.  

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