«Ser es defenderse», Ramiro de Maeztu
Periodista, documentalista, escritor y creativo publicitario.
Periodista, documentalista, escritor y creativo publicitario.

Felicitaciones navideñas de carne y hueso

5 de diciembre de 2024

Dios se hizo Hombre, y lo hizo, como bien dice el Credo, no figuradamente, sino encarnándose verdaderamente, como niño envuelto en pañales, rodeado de paja, de pastores y animales. Se dejó tocar por los Magos y los marginados. Y la Virgen y San José lo besaron y abrazaron como todos los padres.

No quiso venir al mundo a través de una pantalla de plasma como algunos políticos, quiso que María Magdalena le besara los pies y derramara lágrimas sobre ellos, quiso comer con Zaqueo y dejó que la lanza del soldado le atravesara el costado, lanza de verdad, de las que duelen.

El tema es más serio de lo que parece porque, pudiendo venir como un ángel, para después marchar otra vez, eligió hacerlo en carne humana, con lo que eso implicó para Él, una muerte cruel en cruz y, para nosotros, la salvación.

Y eso nos dice una cosa, y es que, ni nosotros ni lo nuestro le es ajeno a Dios. El cuerpo, la carne, lo que se toca, es importante, y mucho. Tanto que Dios se hizo Hombre. El cuerpo no es una carga, un lastre para el alma. Por eso es importante cuidarlo y un ejemplo de ello sería —¡por qué no!— una buena comida, un buen puro y una copa de licor cuando convenga.

Y por eso es bueno que los hombres cuando nos veamos, nos estrechemos la mano, nos besemos y nos abracemos. Las inclinaciones de cabeza asépticas que no contagian y las manos juntas sobre el pecho las dejamos para los japoneses.

Y por eso son tan importantes las felicitaciones navideñas, y no hablo de las que se envían por WhatsApp. Hablo de las de carne y hueso, las de papel, las que se pueden tocar, besar y oler y ocupan un lugar físico en el salón de nuestros hogares.

Y son importantes porque en ellas queda grabado a tinta, por mano de hombre, que Dios ha nacido. Y ese anuncio, esa celebración, es tan importante que se merece mucho más que un simple WhatsApp, y porque es de carne y hueso, puede ocupar un espacio, aunque pequeño, en nuestro hogar.

La felicitación navideña de carne y hueso no te la puedes guardar en el móvil, junto con otras mil imágenes que sólo abrirás una vez en tu vida. Es verdad que no la puedes llevar siempre contigo pero, a diferencia de la otra, existe, es de verdad y te espera en tu hogar.

La felicitación de papel además implica prepararte para la Navidad, no de cualquier modo, sino ordenando tu vida para poder superar todos los problemas logísticos y de diseño que hay detrás de cada felicitación. ¿Qué postal elijo? ¿Qué escribo? ¿Añado alguna fotografía familiar? ¿A quién se la envío? ¿Qué sobre le va bien?

Puede parecer un tema menor pero, tener la cabeza dando vueltas pensando en cómo felicitar la Navidad a la familia y a los amigos a través de una carta, a uno le ayuda a prepararla poniendo al Señor en el centro.

Y para los destinatarios es también algo bueno y hermoso. Recibir una carta personal, y además escrita a mano, significa que el anuncio es muy importante, ¡y menudo anuncio! ¡Nada más y nada menos que Dios ha nacido!

Seguro que hace dos mil años los pastores se lo transmitirían unos a otros cuando se cruzaban durante el día por caminos y cañadas o se encontraban en la aldea por la noche. Nosotros podemos hacer lo mismo el día 24 por la noche, el 25 y los siguientes hasta después de la Epifanía. Pero nosotros además podemos grabar a tinta esas palabras de felicitación para que nuestros salones se llenen de escritos que durante semanas nos recuerden la gran noticia que el día 25 debería abrir las portadas de todos los periódicos serios: ¡Dios ha nacido entre los hombres!

Las felicitaciones navideñas de carne y hueso nos alejan de las navidades modernas donde lo único que permanece son las comidas familiares, cuando las hay, y nos acercan un poco más a la verdadera Navidad, la que vivieron los pastores de Belén.

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