«Ser es defenderse», Ramiro de Maeztu
Periodista, escritor e historiador. Director y presentador de 'El Gato al Agua' de El Toro TV.
Periodista, escritor e historiador. Director y presentador de 'El Gato al Agua' de El Toro TV.

Felipe en Mauthausen o el monarca tricolor

13 de mayo de 2025

Da pena. Mucha pena. Y un poco de asco también, la verdad, porque el contexto político resulta más bien obsceno. El contexto: la pretensión gubernamental de identificar franquismo con nazismo. Es un disparate, pero de enorme impacto propagandístico. Por eso la fotografía de Felipe VI flanqueado por banderas republicanas en el campo de Mauthausen viene a ser algo así como la claudicación última de la Corona, su renuncia extrema, el reconocimiento de que el Bien estaba en el otro lado, el de la II República, y que la Corona, por tanto, es mala, un error, algo que nunca debió haber sucedido. La Corona pide perdón, como si fuera una emanación del III Reich, a los muertos españoles de Mauthausen como si los hubiera matado Franco. ¿Se puede ser más retorcido? Oh, sí se puede: sólo es cuestión de tiempo… y de tragaderas.

El contexto, en efecto. Se trataba —y así se anunció desde el principio— de incrustar el aniversario de la liberación de Mauthausen en ese «año francobeo» decretado por el Gobierno para tapar con banderas republicanas las bragas de Jessica, la cátedra de Begoña y el saqueo salvaje de los fondos públicos. Para «calentar» la atmósfera, la fiscal Dolores Delgado abría la semana pasada una investigación con el objeto de «descubrir» un supuesto pacto entre Franco y Hitler para internar a los exiliados españoles en los campos de concentración alemanes. La trampa era evidente: subordinar a la Corona en un acto de sumisión histórica sin retorno posible. Eso era lo que la izquierda pretendía y la Corona se lo ha concedido, como tantas otras veces desde que la firma regia suscribió las «leyes de memoria». También como tantas otras veces, corren ahora los exegetas de la opinión moderada a alabar el gesto del rey buscándole una explicación que no tiene, en esa especie de perpetuo «no es lo que parece, cariño» con el que engañan a la estupefacta España «de derecha». Luego vendrán las consabidas admoniciones: «No os metáis con el rey, que es lo último que nos queda». Pero es que, después de esto, ¿para quién y para qué exactamente queda el rey?

Por dejar las cosas claras, recordemos la realidad histórica. La realidad histórica es que los combatientes «republicanos» no combatieron «por la libertad y contra el nazismo», como dijo el rey en Mauthausen repitiendo la propaganda oficial, sino que eran comunistas que pretendían implantar en España una dictadura sanguinaria. La realidad histórica es que España no entró en la segunda guerra mundial y fue porque Franco no quiso —y ello en un momento en el que aún se daba por inevitable la victoria alemana—, mientras que la posición del Gobierno del Frente Popular fue exactamente la contraria: tratar de prolongar la guerra hasta enlazarla con el conflicto que ya se cernía sobre Europa. La realidad histórica es que no hay ni una sola prueba que avale la descabellada idea gubernamental de que Franco pactó con Hitler internar a los exiliados españoles en los campos de concentración alemanes. Al contrario, la realidad histórica es que varios diplomáticos de la España de Franco montaron una red que permitió rescatar a varios miles de judíos centroeuropeos. También es realidad histórica que en nombre de esas banderas que flanqueaban a Felipe VI fueron asesinados decenas de miles de españoles, en muchos casos por ser (o suponerles) monárquicos.

Esa es la realidad histórica, pero es que nada en todo este montaje responde a la realidad histórica. No, sólo responde a una realidad política de carácter propagandístico: la necesidad de la izquierda española de hiperlegitimarse construyendo un relato victimista. Que todos le pidamos perdón, como dijo sin complejos el ministro (comunista) Bustinduy. Y se lo pedimos, naturalmente. Para que ella, generosa, nos permita existir, si bien recordándonos todos los días cuán malvados somos y que nuestra obligación es lamer sin cesar las botas de sus mentiras. Y ahí está ese rey para dar ejemplo, ¿verdad? El primer sumiso de España, el más elegante y el más egregio. La realidad política es que este homenaje a los muertos de Mauthausen, seguramente loable en cualquier otro contexto, venía desde el principio pervertido por la intencionalidad gubernamental. La realidad política es que la Corona, con este gesto, tiende una vez más la mano a sus enemigos confesos y vuelve a dar la espalda a los españoles —cada vez menos entusiastas— que estarían dispuestos a defenderla. Los egregios cerebros que asesoran a La Zarzuela tal vez anden poco vivos en materia histórica, pero la realidad política deberían cazarla al vuelo: es su función. ¿De verdad no han entendido esto?

Ya, ya oigo a los monárquicos-pese-a-todo recriminándome por no calibrar la altura del gesto «de reconciliación». Pero no deja de ser extravagante ese gesto que sólo se reconcilia siempre hacia uno de los lados. Y al contrario, a lo mejor va siendo hora de recordarle a la Corona que existe otra manera de hacer las cosas. Con esto pasa como con la defensa de «la España constitucional»: al final se ha convertido en un narcótico para no mover un dedo mientras la propia España constitucional se desmantela. Así, la Corona: su función es asegurar la continuidad histórica de la nación española, pero va convirtiéndose en una coartada para que la nación deje de existir.

¿Un monarca tricolor? ¿En serio?

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