«Ser es defenderse», Ramiro de Maeztu
La Gaceta de la Iberosfera
Buscar
Cerrar este cuadro de búsqueda.
Este artículo se publicó en La Gaceta antes de convertirse en La Gaceta de la Iberosfera, no siendo entonces propiedad de Fundación Disenso.

Feliz Navidad, Sandro Algaba

23 de diciembre de 2016

Un solo hombre ha puesto en evidencia una corrupción mucho peor que Gürtel o los EREs de Andalucía. Fíjese el lector que no decimos aquí “corrupción política” por la sencilla razón de que la corrupción de la que hablamos aquí es anterior a otras. Es la corrupción intelectual de lo que estamos hablando y la que está en la raíz misma de otras de las que mucho se habla. Por eso los que padecen esta corrupción se limitan a señalar a las demás como si ellos no fuera corruptos, del mismo modo que un ladrón grita “¡Al ladrón!” para zafarse de la justicia.

Exactamente lo que aquí decimos puede aplicarse a los hechos denunciados por Sandro Algaba, concejal de la formación “España 2000”, integrada en la “Federación Respeto”, el pasado 15 de diciembre en el pleno del ayuntamiento de San Fernando de Henares, cuando los grupos de izquierda de aquella localidad votaron no se qué honores burocráticos al asesino comunista autodenominado “Marcos Ana”. Algaba, ante una turba envalentonada por saberse mayoría numérica aplastante, manifestó, en resumen, que se oponía a la propuesta dado que sobre el tal “Marcos Ana” pesaba la sospecha de tres homicidios, perpetrados en el ambiente chequista y criminal del corredor del Henares en el verano de 1936.

Ante las decididas palabras de Algaba, las fuerzas de izquierda mostraron el incandescente fanatismo del que pueden hacer gala en casos como este: un joven, por lo demás osado y audaz, se atrevía a poner en cuestión, primero, el relato de la historia en la que se sustenta la pretendida superioridad moral de la izquierda; en segundo lugar, Algaba mostró que no les temía y, en tercer lugar, se supo que cuando escuece la opinión discrepante, la izquierda no tiene más argumento que la indignación.

La cosa viene de largo porque ya en el Anti-Dühring, Friedrich Engels nos decía que las “apelaciones a la moral y al derecho” -lo que él denominaba “indignación ética”- “no nos ayuda a avanzar científicamente ni una pulgada” y por tanto esa “indignación ética” es solo un “síntoma”. Pero aquello que produce la indignación ética sí que puede contribuir a avanzar la causa del proletariado, de modo que aquella solo es útil para exponer los males que dispendia la clase dominante. Esta breve consideración filosófica sirve para explicar que la izquierda está tan segura de encarnar la justicia que los argumentos del contrario solo pueden merecer indignación y, luego, destrucción. De hecho, una denuncia ante la fiscalía así como amenazas más o menos veladas de una concejal de Izquierda Unida, es todo lo que se les ha ocurrido para acabar con el audaz Sandro Algaba. Pero sucede que la gente no está tan podrida como ellos creen y muchos han aplaudido la actitud gallarda de Algaba. No todos creen a pie juntillas en el fanatismo de los sedicentes “progresistas”, “antifascistas”, etc, y sí que les importa saber si un asesino es honrado por su ayuntamiento. La red de censura, de terror, el nuevo muro berlinés de corte intelectual que la izquierda quiere erigir en San Fernando de Henares, como en otros miles de lugares, no puede, bajo ningún concepto, romperse por las andanzas de un “outsider”. Por ello debe ser destruido.

A salvarle, desde luego, no ha contribuido nada la actitud vomitiva de los que se abstienen en medio de un encogimiento de hombros espiritual, que clama la venganza misma del cielo. ¿Es que un cargo público debe dimitir cuando se le sospecha corrupción y un personaje siniestro debe ser honrado cuando se le sospechan tres homicidios?

Pero resulta que con gente valiente y decidida como Sandro Algaba antes se construían imperios de justicia y se agitaban tiranías de sangre. Y más importante aún: en nuestros días, gente como Sandro Algaba abre las ventanas de la esperanza por las que entra ese aire que viene de las alturas y que muchos necesitamos en estos tiempos de mediocres y de gente embrutecida de diverso pelaje, de esa que no encuentran a nadie más que a “Marcos Ana” para colmar de parabienes. Precisamente a causa de propuestas como la del nefasto “Ana” dan la talla que realmente alcanzan y también precisamente por eso es necesario que Sandro Algaba de su batalla. Esa para la que quizás el Dios de los ejércitos le haya traído a este mundo. Porque vivir es, sobre todo, misión, y quizás su misión haya sido traer luz a los albores de esta Navidad que se acerca y que a tantos les gustaría oscurecer.

Por todo ello nos alegramos. Feliz Navidad a Sandro Algaba y a todos los espíritus libres.

.
Fondo newsletter