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Este artículo se publicó en La Gaceta antes de convertirse en La Gaceta de la Iberosfera, no siendo entonces propiedad de Fundación Disenso.

Fiabilidad y confianza

23 de marzo de 2017

Toda agrupación, no solo la formada por humanos, requiere  un mínimo de fiabilidad en sus fuentes de información, aquella  que le sirve de base para la toma de decisiones de sus miembros.   En el caso de los animales  esta vendrá dada por la confianza que inspira el cabeza de grupo por un lado, e igualmente, por la exactitud de las fuentes y la calidad interpretativa de los encargados de analizar las señales externas que puedan condicionar su comportamiento inmediato.

Es esencial para el buen funcionamiento de una sociedad, que al menos una mayoría cualificada de la misma tenga confianza en aquellos que la dirigen, y para que tal confianza exista, debe de existir una  mínima presunción de veracidad en las fuentes de información, tanto las propias de la cúpula, como las externas de los medios: deben ser estas, como mínimo, fiables en cuanto a su objetividad. Lo cual no implica que tenga que haber acuerdo en cuanto a contenidos ni en las apreciaciones subjetivas de los autores de la propia información.

Lo que no es admisible, al menos  en teoría,  es la tergiversación o manipulación intencionada de noticias a la hora de exponer los hechos u opiniones con objeto de conducir a la opinión pública en un sentido determinado, excluyendo o disfrazando aquellos detalles que de alguna manera pudieran llevar a una conclusión diferente de la que se quiere oficialmente imprimir en la mente de los ciudadanos. Las famosas “retiradas victoriosas del frente del Este,…” de Goebles. Una medio verdad o una mistificación son peores que una falsedad flagrante, pues esta es inmediatamente detectable, mientras que la falacia semántica nos lleva a un error de apreciación que nos conduce a una conducta equivocada, con un perjuicio mucho mayor que asumir la situación real por desagradable que esta resulte.

La dramática situación económica en que se encuentran en general los medios de comunicación tradicionales, externos al poder político, hace que los mismos, para sobrevivir, deban rendir pleitesía a la versión oficial, más o menos atenuada por el nivel de honestidad de los directivos o propietarios de los mismos,  circunstancia que está dando lugar a una transmisión de la realidad cada vez más distorsionada, lo cual acaba por erosionar la confianza de la ciudadanía en toda el sistema. Esta desconfianza, motivada por la cada vez más evidente falta de fiabilidad, está generando peligrosamente, más todavía en una democracia, una  percepción negativa de los gobiernos.

Todo el actual sistema “democrático” se basa,  teóricamente, y como tal se justifica,  en reflejar  la opinión mayoritaria de la sociedad  en los órganos de gobierno, respetando por otra parte aquellos extremos que están más allá del juicio de una opinión mayoritaria, es decir principios inalienables del ser humano como tal. El que unas minorías o élites pretendan influir en el colectivo para llevar adelante sus programas ideológicos, no es desde luego ninguna novedad,  casi podríamos afirmar que es lo normal, pero cuando esa minoría  ejerce ese poder omnímodo pretendiendo  mantener descaradamente la ficción de estar representando a la mayoría, cuando no es así, y lo que pretende es informar un nuevo sentir y pensar mayoritario, atropellando doctrinalmente al contrario, atentando incluso contra  derechos que pertenecen  directamente a la esfera individual, está poniendo en peligro  la propia  estructura de esa sociedad.

La alianza que se ha producido entre los actúales medios de comunicación en Occidente  y las élites  de poder es escandalosa y un peligro para la subsistencia del régimen político que nos hemos dado estos últimos años. El pensamiento único se ha convertido en un partido político más, si es que no es “el” partido  correcto antonomasia, que junto a los medios oficiales, públicos o privados, está al servicio del mismo, mientras todas sus subespecies no son más que variantes que se mantienen vigentes para satisfacer una apariencia de diversidad.

Si cualquiera  de ellos, aun el más radical, tocara poder, salvo algunas conmociones iniciales de carácter revolucionario, acabaría teniendo que plegarse al poder omnipotente de la realidad: la conjunción de unos intereses ideológicos y materiales aparentemente más dispares que hemos visto en toda la historia del pensamiento humano: La revolución social-anarco-nihilista y la globalización consumista capitalista.  La República Popular China es el mayor ejemplo de “Comunismo totalitario–capitalista”

Los ciudadanos necesitarían para preservar su capacidad de juicio, para poder decidir, acertada o equivocadamente, unas fuentes de información más fiables, menos al servicio de unos intereses o una ideología, una plataforma para poder, a partir de la misma, formarse una opinión, no que la opinión le venga trufada para reconducir sus decisiones. Ejemplo: Estos últimos días a raíz de las elecciones en Holanda, los titulares coincidían mayoritariamente en afirmar: “Bruselas, es decir Europa, respira tranquila…” Lo cual no es cierto a simple vista, el auge de partidos que se cuestionan el actual modelo de la UE está en auge, en Austria, en la Europa del Este (tan Europa como la del oeste, esta es otra falacia) en la propia Holanda, Wilders ha conseguido 5 escaños más mientras los oficialistas, perdieron un 30% y la base socialista se derrumba…Eso no deja tranquilo a nadie con dos dedos de frente si es partidario del actual modelo europeo, o si no lo es al 100%, por lo menos inquieta la posibilidad de un vuelco serio en la trayectoria económica y política del hinterland europeo. Otro ejemplo: hace dos días en TV, la primera vez que se dio la noticia de que un individuo había emprendido una acción violenta armada en París en el aeropuerto de Orly, no se dijo que se trataba de un musulmán proclamando la grandeza de Alá, conocido por la policía francesa.    ¿Qué se pretende en Europa en general? combatir la “islamofobia” – palabra por otra parte absurda inventada por el actual pensamiento único correcto: el Islam ha existido siempre y es un movimiento religioso agresivo, se le ha combatido sin cuartel a lo largo de nuestra historia; todavía hasta antes de ayer se rezaba en las iglesias “por la conversión del turco…”-. Seamos sinceros: si existe una agresión, no usemos recursos lingüísticos ni eufemismos, hay que reconocerlo.

 

    El proclamar que hoy, con las actuales redes sociales, ya no existe un monopolio informativo es verdad, pero solo en parte, se necesitan unos medios generales serios y responsables que asienten una opinión pública, no unos vehículos de transmisión de criterios ideológicos o animadores de movimientos políticos. Desgraciadamente se está perdiendo la objetividad en la comunicación, y con la actual crisis económica de los medios, veo muy difícil que se puedan recomponer con independencia y cuando falta esa máquina de información, falta la fiabilidad y como consecuencia de ello la confianza del ciudadano, abriendo la puerta a alternativas  de domino no deseables…

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