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Este artículo se publicó en La Gaceta antes de convertirse en La Gaceta de la Iberosfera, no siendo entonces propiedad de Fundación Disenso.

Fiesta Nacional de España

17 de octubre de 2013

Este artículo no lo escribo porque tenga que comentar alguna noticia. O porque me sienta dolido tras escuchar a quienes odian a España. O porque la crisis que padecemos sólo se limita a una crisis económica y de un brutal desempleo. O porque las Fuerzas Armadas sigan cumpliendo con su deber abnegada y estoicamente. No. Hoy escribo estas líneas porque me salen del alma. Porque hemos celebrado el día de nuestra Fiesta Nacional, la de todos los españoles. Desde Finisterre a Creus y desde Fuenterrabía a la isla del Hierro.

Este 12 de octubre de 2013, día también de la Hispanidad y de la Raza –figura ésta nacida en Hispanoamérica en 1913– ha sido celebrado en diferentes lugares de nuestro país. Ha habido este año tres actos centrales que han configurado la celebración de la Fiesta Nacional de manera especial. Dos de ellos tradicionales: el desfile militar en Madrid y posterior recepción en el Palacio Real, y el popularísimo homenaje a la Virgen del Pilar en Zaragoza, patrona del Cuerpo de Estado Mayor en el Ejército, de la Guardia Civil y de otras muchas instituciones. Y un tercer acto –para mí el más importante de todos– que ha sido el que, precisamente, le ha dado más sentido que ningún otro a nuestra Fiesta Nacional española: la concentración en la Plaza de Cataluña de Barcelona de miles de catalanes reivindicando su españolidad.

La brillantez del desfile militar en Madrid, al margen de su austeridad, con su coste de 825.000 euros –¡qué diferencia con el dispendio de los millones de euros repartidos entre los partidos políticos para que preparen sus innecesarias campañas electorales!–, en el que sólo han participado los siete aviones de la famosa Patrulla Águila, 51 vehículos de ruedas y 2.600 soldados, se debe, sobre todo, a la dignidad de los hombres y mujeres que conforman las Fuerzas Armadas y a su deseo de servir a España en cualquier condición y circunstancia.

Por su parte, las fiestas del Pilar en Zaragoza, tradicionales, entrañables y mostrando una enorme devoción por la patrona de la ciudad, por nuestra Pilarica, han demostrado la religiosidad del pueblo aragonés y, con él, la religiosidad de millones de españoles que siguen en esta fecha esta celebración como propia. Porque, a pesar del avance en nuestro país del alejamiento de la religión de miles y miles de compatriotas debido al tremendo relativismo rampante, aquellos siguen creyendo en los valores religiosos, morales y éticos que les ha impregnado en su vida la religión.

Y, como indicaba antes, el tercer acto más significativo de la Fiesta Nacional de este año ha sido la manifestación de miles de personas que, en Cataluña, se sienten también españoles y han querido demostrarlo públicamente ante unos políticos del más variado pelaje que no admiten más verdad que la suya, más intereses que los suyos, y más prepotencia que la que les ha sido permitida por quienes jamás debieron haberlo consentido.

En un ambiente festivo, pacífico, sin amenazar a nadie y protagonizando el acto la bandera de España, la que acoge y une a todos los españoles, esos miles de españoles concentrados en la plaza de Cataluña demostraron a los separatistas catalanes y, sobre todo, a los políticos que los lideran, que ellos están por la unidad, por la solidaridad, por la fraternidad, por la democracia y, fundamentalmente, por la libertad. ¿Era necesario demostrar todo eso en Cataluña? ¡Claro que sí!

Porque desde 1978, las grandes fuerzas políticas españolas con capacidad para gobernar nuestro país han cometido errores gravísimos que nos han llevado a la situación de la prepotencia del separatismo periférico que hoy nos ha conducido a una situación límite.

Fue un error aprobar una Constitución con un Título VIII que sigue abierto en canal.

Fue un error aprobar una ley electoral que no sigue la sagrada pauta de un hombre, un voto.

Fue un error creer que era necesario ser benevolentes con unos supuestos nacionalistas moderados cuyo objetivo estratégico fue siempre el de la secesión. Ahí está la Historia para corroborarlo.

Ha sido un error histórico que los dos grandes partidos utilizaran a los separatistas como muleta electoral para mantenerse en el poder.

Ha sido un error insistir en la idea del diálogo con quienes sólo desean imponer de un modo u otro su totalitarismo ideológico y su dogmatismo.

Ha sido un error incalculable la actitud de un PSOE zapateril respecto del separatismo vasco y catalán. Y otro del Estado en abandonar Cataluña y dejarla en manos de los separatistas.

Ha sido un error llegar a decir, ante el avance del separatismo, ¡pues que se separen! Son ellos, los separatistas, los que tienen que irse o dejar de recibir apoyos.

Es un error meter miedo al separatismo por las consecuencias económicas a la salida de la Unión Europea como únicas razones para tratar de enmendar su visceralidad.

¡Qué desgracia y qué pena que tenga que ser el pueblo, casi abandonado a su suerte, quien tenga que echarse a la calle para, sin complejos y sin intereses bastardos, reclamar la unidad de nuestra Patria! ¡Ya es hora de que el Estado español actúe preventivamente contra esta deriva secesionista enérgica y legalmente! ¡Obligando a que en Cataluña se cumpla la Ley!

*Enrique Domínguez Martínez Campos es coronel de Infantería DEM (R).

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