«Ser es defenderse», RAMIRO DE MAEZTU
Este artículo se publicó en La Gaceta antes de convertirse en La Gaceta de la Iberosfera, no siendo entonces propiedad de Fundación Disenso.

French fries

11 de marzo de 2014

En estas fechas yo siempre me acuerdo de Chirac, no se por qué. Quizá porque en este tiempo le propusieron para el premio Nobel, por oponerse con tanta vehemencia a la guerra de Irak, tanto que casi le pide Bush que le devuelva la Estatua de la Libertad, como los novios de antes se pedían el rosario de su madre después de reñir, como los de ahora se borran de facebook y tuenti por cabrearse. Ya no nos acordamos, pero aquella postura tan antiamericana del gabacho estaba cambiando el mapa de equilibrios estratégicos, y en Nueva York a las french fries ya les llamaban sólo fries. No sé si la polémica llegó a los besos, pero sí recuerdo que todo empezaba a a parecerse demasiado a una canción de Los Nikis -El imperio contraataca- y que lo que estaba de moda en el Atlántico era la tortilla de patata. O sea, la española.

Desconozco la razón que le privó al francés del premio Nobel, aunque bien pudiera tener algo que ver con su afición a resolver los problemas a bombazos. Hasta llegó a amenazar con utilizar su arsenal nuclear, y, aunque no se supo contra quien iba dirigida la bravata, nadie dudaba de su capacidad para el horror. De hecho había ascendido y condecorado al jefe del comando que hace veinticinco años hundió el Rainbow Warrior, matando a una persona y sacando a la luz las derivas terroristas del servicio secreto francés. Y también bombardeó Costa de Marfil, cuando el pequeño país africano quiso sacudirse la influencia de la vieja metrópoli. Chirac era una bomba constante. 

El mesié de juventud comunista -de esos comunistas de pastel, que estudiaban en Harvard- cuando llegó a la arena política hizo suya la animadversión a España que caracterizaba a su anterior jefe, Giscard Destain, y se hartó de dar pruebas de ello: cuando lo de Perejil, por ejemplo, le dijo a Aznar que tenía que entregar no sólo el islote, sino también Ceuta y Melilla a Marruecos. 

Sobre esta pinza nuestros diplomáticos hacen una broma -con muy poca gracia- diciendo que España limita al norte con Francia, y al sur… también.

Por eso Chirac celebró el triunfo de Zapatero -también por estas fechas- como si estuviera cantando la Marsellesa en Rick’s, casi con lágrimas en los ojos. La victoria socialista devolvía al sur de Europa el previo statu quo: se acabó con el tratado de Niza, con los sueños saharauis de libertad, y con la esperanza de Aznar de que España volviera a contar en el panorama internacional, algo que a la vieja Francia le quitaba el sueño. Todo eso, y más, cambió el 14-M. Mejor dicho, el 11M, que después de doscientos muertos las patatas fritas volvieron a llamarse french fries en NY.

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