«Ser es defenderse», Ramiro de Maeztu
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Este artículo se publicó en La Gaceta antes de convertirse en La Gaceta de la Iberosfera, no siendo entonces propiedad de Fundación Disenso.

El frío de las máquinas

14 de agosto de 2013

Ya sé que los temas de moda son Bárcenas y Gibraltar. Sobre este último, ya escribí la semana pasada y solo me queda añadir que ojalá el jaleo que se esta montando, con los perjuicios que ocasiona, no se quede después en agua de borrajas y el Gobierno español profundice en la clarificación de las cosas. Sobre los papeles de Bárcenas no me parece que las comparecencias de ayer ni la que se producirá hoy de los señores Cascos y Arenas y la señora Cospedal respectivamente, vayan a aportar mucha luz sobre este asunto; y, además, mi especial vinculación con el tema me obliga a ser prudente en las valoraciones al respecto.Hoy quiero escribir sobre algo distinto y que aumenta las distancias entre proveedores y consumidores: me refiero a esta insana costumbre (seguramente muy productiva en la cuenta de explotación) que han implantado las grandes compañías, sobre todo, en el sentido de interponer entre nosotros, los desprotegidos consumidores, y ellos los potentes proveedores, unos fríos dispositivos que, aunque dotados de una meliflua y casi sexy vocecita de una señorita, produce un frío glacial que, por si fuera poco, se convierte en no pocas ocasiones en un muro infranqueable contra el que se estrella la necesidad de pedir lo que sea.Recientemente, padecí la avería de mi teléfono fijo y tuve que llamar, por tanto, al 1004 de la compañía Telefónica. Poco sospechaba yo que me estaba metiendo en un laberinto interminable de opciones en las que se me pedían permanentemente respuestas concisas que, luego, sin embargo, la máquina con voz pese a todo insinuante, me decía no comprender. El caso fue que ni si quiera me ofreció la alternativa de ponerme con un operador humano sino que me cortaba dejándome en el limbo más absoluto. Finalmente, tras muchas vicisitudes, logré conectar con alguien que recogió mi mensaje, previniéndome –eso si– que tardaría en restablecer la comunicación entre 24 y 48 horas. ¡Vaya vodrio de servicio! Y vaya vodrio de organismos reguladores que permiten estos mecanismos robóticos inútiles y encarecedores para el consumidor.Tendrá que llegar el día en que los gobiernos (sus miembros, cómodamente instalados en el confort de tenerlo casi todo resuelto) caigan en la cuenta de que el consumidor es el que les vota y de que no se le puede dejar en la indigencia de este tipo de servicios tan deficientes. Pero más bueno será que llegue el día en que el votante (que es ese consumidor que aguanta todos los palos como buen burro obediente) tome conciencia de que no debe votar a aquel que no se comprometa a resolver y resuelva todo lo que ahora impide que las palabras consumidor y víctima sean sinónimas. La incuria administrativa, convertida en cómplice de los poderosos es la que, en definitiva, posibilita el frío de las máquinas.

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