«Ser es defenderse», RAMIRO DE MAEZTU
Este artículo se publicó en La Gaceta antes de convertirse en La Gaceta de la Iberosfera, no siendo entonces propiedad de Fundación Disenso.

Biografía

Funeral político de Nelson Mandela

11 de diciembre de 2013
  • Resulta algo difícil llamar funeral al acto de despedida de este mundo a Nelson Mandela, celebrado ayer en el estadio Ciudad del Fútbol de Soweto (a unos 25 kilómetros de Johannesburgo) entre músicas y bailes, y con discursos de políticos en medio de una barahúnda de ritmos de un público entusiasta que cantaba y aplaudía con ocasión y sin ella. Es posible que esa celebración responda a un cierto modo africano de ver el paso de ésta a la otra vida, pero la religión de más del 80 por ciento de la población sudafricana es la cristiana, y hay que hacer un esfuerzo para reconocer algún vestigio de estos cultos ayer en el estadio. De hecho, las únicas referencias religiosas fueron las varias oraciones leídas (católica, anglicana, musulmana, judía e hindú). Lo más probable, pues, es que ni siquiera los organizadores de la fiesta hayan proyectado celebrar lo que suele entenderse por una función religiosa.

    La noticia fue, desde luego, la enorme concentración de gobernantes de todo el mundo, miembros de la realeza y otras celebridades para rendir homenaje póstumo al hombre que logró acabar con casi medio siglo de apartheid en Sudáfrica, fue su primer presidente negro y, tras veintisiete años de prisión, no dejó de predicar la reconciliación y el perdón entre blancos y negros. Las cámaras tuvieron ocasión de plasmar, como si fueran símbolos del espíritu del último Mandela, el abrazo entre la ex mujer y la viuda del líder desaparecido o el saludo, con un breve intercambio de palabras, entre Barack Obama y Raúl Castro.

    Obama fue, con Mandela, el protagonista del acto, lo cual era previsible, pues se trata del presidente de la primera potencia mundial, y forzosamente tenían que quedar eclipsados los parlamentos del secretario general de la ONU Ban Ki Moon o la presidente de Brasil Dilma Rousseff. En cierto modo eso tuvo sus ventajas: Rousseff, por ejemplo, al destacar la gran tarea pacificadora de Mandela, llegó a decir que el appartheid sudafricano “ha sido la desigualdad más cruel de todos los tiempos modernos”, con notorio –¿e interesado?– olvido de las tiranías soviética, cubana, china o camboyana, por poner algunos ejemplos clamorosos; claro es que estas “desigualdades” fueron y son de inspiración marxista, y el primer Mandela gozó del apoyo de Fidel Castro, y su hermano Raúl estaba ayer en Soweto.

     Ahora, tras la despedida emotiva y multitudinaria ante las televisiones de todo el planeta, vuelve la vida cotidiana, y se avecinan serias discrepancias entre las que fueron esposas de Mandela y sus hijos, y las relaciones entre Estados Unidos y Cuba retomarán todas las desconfianzas y todos los recelos que conocemos. Sic transit.

 

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