Redicho hasta el último minuto de su vida política, si nos creemos eso de que ha decidido poner fin a su carrera política tras treinta años de ejercicio. Ruiz-Gallardón, ni siente, ni padece. Se va como es: vacío. No tomen en serio esos cantos a la “lealtad” que sorprenden a los pocos españoles que sentimos respeto por ese concepto. A Ruiz-Gallardón y a Mariano Rajoy les importa una higa legislar el aborto por plazos o por supuestos. El derecho a la vida era para ellos puro táctica para ganar elecciones. Ambos han consentido dos cosas graves: que la Ley del Aborto-abortada pasara a consejo de ministros para esconder que el Gobierno del PP seguía la “hoja de ruta” de Zapatero con Bolinaga. Fue de nuevo un guiño al votante defraudado por los impuesto y por el trato a la ETA.
La segunda es que se retira el anteproyecto de Ley por falta de coraje político para llevarla aprobarla. Es decir, aquí mandan las encuestas electorales que ahora recomiendan no forzar con la izquierda y que asumen que el anteproyecto “gallardoniano” era una provocación innecesaria. ¿Eso les hace perder votos?, dice Arriola que sí. Y como al fin y al cabo, lo del aborto sólo es una cuestión de conciencia de la que únicamente dependen 100.000 vidas al año, que, por cierto, no votan.
El ya ex ministro de Justicia ni siquiera se atrevió a decir que se marcha por principios. Será porque no los tuvo nunca. Ni cuando solemne y “repipi” en superlativo defendía la protección de los fetos con malformaciones. Sonaba vano, huero, más hueco que un instrumento de percusión chino. Pero 30 años cerca de Rajoy deberían haberle enseñado más; como que la venganza de un gallego llega siempre, aunque sea tarde, deberías haber hecho caso del consejo de Wyoming, Alberto. ¡Ah! Los pecados de soberbia. Aquellas “encogidas” de hombros cuando sangraba Mariano por herida de ex gerente del PP. Y, si encima de ganan votos, por ¡Que viva Arriola!
Su marcha es un buen referente de cómo se olvida un programa votado por 11 millones de españoles. Pido perdón por recordarlo. Y como esto lo gobiernan unos tipos que comparten aquello de Groucho Marx: “Si no les gustan mis principios, tengo otros”. La pura verdad –aunque Gallardón se la lleve en el bolsillo– es que le han utilizado para acabar traicionándole. El sin embargo, “más que desautorizado, siente que no ha sabido sacar adelante el anteproyecto”. Bueno, para venir del Hannibal Lecter, del déspota más grande que pasó por el Ayuntamiento de Madrid; la presidencia de la CAM y el Ministerio de Justicia, no es un mal final. Casi vestido de luto, seguro que convenció a alguno. A alguno que no le conozca.
Lo único que siento es que el sainete de Albertito permitió que ayer por la tarde, Artur Mas, abriera una botella de cava. No por los recursos, que tanto da que haya un ministro que otro, sino porque el Gobierno del PP ha dado una gran señal de coherencia, de consistencia moral e incluso de coordinación a horas de irse el presidente a China. El mensaje a los independentistas catalanes es: Vengan a quitarnos el bocadillo, que no nos vamos a defender”. Ese “no voy a hacer una ley para que llegue otro gobierno y la cambie”, verbigracia: ¿Para qué oponerse al secesionismo catalán si cuando llegue otro Gobierno les dirá que aprobarán lo que salga de Cataluña?, como decía Zapatero”.