Los partidos políticos sin líder tienen un problema y, en España, los líderes de los partidos políticos tienen un problema. No es que Mariano Rajoy esté acusando en Génova el desgaste de la acción de gobierno. No es que Alfredo Pérez Rubalcaba haya pagado las consecuencias de un liderazgo que llevó al PSOE a sus cotas más bajas de poder, apoyo, votos y prestigio. Ni que ahora Pedro Sánchez tenga ante sí el reto descomunal de recuperar todo lo perdido y devolver al PSOE al lugar que tuvo. Si no que Pablo Iglesias, que fundó Podemos y logró para la formación un éxito inesperado con cinco escaños en las pasadas elecciones europeas, está viendo cómo los ‘círculos’ que integran la no-organización de su no-partido se rebelan y le acusan de despotismo, personalismo, falta de transparencia y democracia, nepotismo y unas cuantas cosas más. Es que a la fundadora de Guanyem, la exportavoz de la Plataforma de Afectados por la Hipoteca (PAH) Ada Colau, le están clonando la organización con la que planea concurrir en Barcelona a las elecciones municipales de 2015 en medio cinturón metropolitano de la Ciudad Condal y en varias capitales de provincia como Madrid, Logroño, Valladolid, Murcia o Málaga. Proliferan los Ganemos a imagen del Guanyem que lidera Colau por más que se empeñe en decir que no, como insistía en no liderar la PAH, y hasta que, como los ‘círculos’ de Podemos, empiecen a cuestionar a la fundadora. Y, sobre todo, es que a la líder más líder de todas las ‘lideresas’, fundadora y presidenta de UPyD, Rosa Díez, ha venido el eurodiputado magenta Sosa Wagner a afearle su decisión de no pactar con los Ciudadanos de Albert Rivera en los comicios de mayo y obtener por ello un parco resultado que no recogió los votos perdidos por PP y PSOE y permitió germinar una formación como Podemos. Es más, Sosa Wagner exige a Díez acabar con las prácticas autoritarias que desembocan en la expulsión constante de afiliados.
La diferencia estriba en el tamaño, el del partido, el del poder y el del liderazgo. Si encabezas una formación grande significa que ejerces un control importante sobre un buen número de personas y que ostentas un poder cuantioso a repartir. Los cuestionamientos y las rebeliones son menos y más discretos. Pero si lideras un pequeña formación política, por bien que lo hagas y éxitos que sumes, cualquiera se atreve a montarte una revuelta en las portadas de la Prensa. Y lo curioso es que Podemos no hubiera nacido sin Pablo Iglesias, ni Ganemos se reproduciría geográficamente sin Ada Colau, ni UPyD existiría si no fuera por Rasa Díez. Ni siquiera Ciudadanos estaría en el mapa sin Albert Rivera. Y sin embargo, el PP y el PSOE han sido y serán sin Rubalcaba, sin Sánchez y sin Rajoy. En esto, la antigüedad, además del tamaño, es un grado. Y, lo más importante: los dos grandes partidos son dos grandes partidos, con problemas cuando no tienen un liderazgo claro, pero con cantera y maquinaria. Los otros, son políticos rodeados de personas más o menos notables que, de no devorarse en el camino, podrían llegar a superar la representación política de la minoría y construir organizaciones políticas que representen mayorías sociales y sean capaces de asumir las tareas de gobierno, o no.