«Ser es defenderse», Ramiro de Maeztu
Vicepresidente Primero Acción Política de VOX. Jefe de la Delegación de Vox en el Parlamento Europeo. Abogado del Estado
Vicepresidente Primero Acción Política de VOX. Jefe de la Delegación de Vox en el Parlamento Europeo. Abogado del Estado

Golpear a VOX aunque tenga razón

23 de diciembre de 2024

Dedica Rohtbard en su descomunal Historia del Pensamiento Económico muchas páginas a explicar y criticar el mercantilismo imperante en los siglos XVII y XVIII en Europa. Una suma de poder regio absoluto, concesión de privilegios, exenciones, restricciones, prohibiciones, regulaciones estatales, monopolios estatales, control de precios y salarios, y trabajo forzoso. Ese mercantilismo se ha convertido en la expresión mítica del proteccionismo económico.

Sin embargo, el decoro intelectual debería obligar a hacer un esfuerzo más allá de la mera referencia a la mitología de las etiquetas políticas. Despachar cualquier pretensión de protección de la economía nacional con un «el proteccionismo es miseria» no tiene más nivel que facturar las tesis en favor del comercio sin restricciones con la imagen de un financiero grueso fumando un puro mientras un joven desarrapado le limpia los zapatos en una calle de Londres.

Básicamente, porque los modelos teóricos pueden servir para la explicación o propaganda de las ideas, pero ni se han dado, ni se dan ni posiblemente se darán en la realidad. Los modelos teóricos, lo escribe Von Mises, no atienden a la realidad pues la realidad económica y monetaria es mucho más compleja de lo que cualquiera desde su atalaya de intelectual más o menos desfasado pueda interpretar.

En poco se parece la realidad política de la Europa de Luis XIII a la Europa actual, ni el comercio internacional ni la estructura económica de las sociedades europeas. Proteger lo propio es algo bueno. La cuestión es si las medidas que se adoptan o se proponen para proteger lo propio pueden producir efectos perjudiciales para lo propio en un plazo corto, medio o largo. Uno puede proteger la economía nacional prohibiendo las importaciones o restringiendo las exportaciones absolutamente, pero eso no es lo mismo que exigir mecanismos de compensación que equilibren a las partes contendientes en un mercado.

Si alguien levanta la mano y manifiesta la queja porque Von der Leyen ha cerrado con Mercosur en nombre de la Unión Europea un acuerdo comercial que abre la puerta a las importaciones masivas de productos originarios de países donde a los productores (agrícolas o ganaderos) no se les imponen las rigurosas normas sanitarias o ambientales que recaen sobre los propios, no tiene rigor ni se compadece con la mínima decencia intelectual despachar la cuestión con un «¡socialistas»!

Quien promueve proteger a los productores propios exigiendo que o se rebajan las exigencias a los propios o se imponen a los ajenos los mismos requerimientos, simplemente —si lo piensan ustedes— está defendiendo aquí y ahora un mercado donde se pueda competir leal y justamente. Porque tenemos la mejor agricultura y ganadería en la historia del ser humano en la tierra, de modo que no buscamos proteger algo que sea peor para el consumidor simplemente porque es nuestro; ya que —supuestamente— las restricciones impuestas al uso de fitosanitarios, pesticidas o al uso del agua están basadas en criterios de protección de la salud humana.

Quienes acusan de «¡socialista!» al que la mano levanta, olvidan que los autores del acuerdo (Von der Leyen y sus antecesores) son precisamente, todos, socialdemócratas. Pues la socialdemocracia es la doctrina imperante en Bruselas desde hace décadas; ya la defienda el Partido Popular Europeo, ya lo haga el grupo nominalmente llamado socialista; ya los verdes, ya los progres. Con la excusa del planeta te matan a regulaciones; y con la de los servicios públicos, a impuestos.

Llama poderosamente la atención que salgan en defensa de este «mercado» determinadas plumas y voces. Porque no hay «mercado» más intervenido que la economía europea y, por extensión, el comercio internacional. La Agenda 2030 es pura intervención de unas élites que desprecian al pueblo cuando propone el aumento de las exportaciones de los países menos desarrollados y se criminaliza el sector primario de los países desarrollados porque se mata el planeta. ¿Qué mercado se quiere defender?

En lugar de denunciar a populares y socialistas que han impuesto una maraña de regulaciones, procedimientos, supervisiones, agencias, organismos, cargas e impuestos sobre nuestros productores que ahoga su prosperidad, esas voces salen abruptamente contra quienes defienden un mercado libre, pero no hay libertad sin orden, sin seguridad y sin —al menos— la justicia de la igualdad de condiciones.

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