«Ser es defenderse», Ramiro de Maeztu
La Gaceta de la Iberosfera
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Fernando Sánchez Dragó (Madrid, 1936) es escritor. Ha sido en dos ocasiones Premio Nacional de Literatura. Ha ganado el Planeta, el Fernando Lara y el Ondas. Como periodista de prensa, radio y televisión ha hecho de todo en medio mundo. Ha sido profesor de Lengua, Literatura e Historia en trece universidades de Europa, Asia y África. Sigue en la brecha.
Fernando Sánchez Dragó (Madrid, 1936) es escritor. Ha sido en dos ocasiones Premio Nacional de Literatura. Ha ganado el Planeta, el Fernando Lara y el Ondas. Como periodista de prensa, radio y televisión ha hecho de todo en medio mundo. Ha sido profesor de Lengua, Literatura e Historia en trece universidades de Europa, Asia y África. Sigue en la brecha.

Golpes de Estado

12 de enero de 2023

Más exacto sería decir golpes contra el Estado, pero valga la expresión, que ha hecho fortuna y que en los últimos tiempos está más de moda que nunca…

Que si Trump y el Capitolio, que si el supuesto (o no) pucherazo de Biden, que si el autogolpe de Sombrero Luminoso –alias Pedro Castrillo, el nuevo Inca– y la intentona de contragolpe organizada por los seguidores de ese majadero, que si el «¡sus y a por ellos!» de quienes consideran que el corrupto Lula es un usurpador, que si… Bueno, puntos suspensivos. Dejémoslo ahí.

Dos rasgos comunes llaman la atención en esa cadena de noticiones. Uno de ellos es que, en contra de lo usual en tales casos, no hay un espadón detrás y el Ejército no interviene o, si lo hace, es a pitón pasado y sólo para restablecer el orden (o el desorden que motivó la algarada). El segundo estriba en que, por lo general, casi todos los intentos de dar abrupta vuelta a la tortilla, que en España lo sería de patatas –mascarón de proa, junto a las croquetas y el jamón bellotudo, de nuestro incomprensible triunfalismo gastronómico–, orbitan en el campo gravitatorio de la Iberosfera. ¿Es casualidad o es causalidad heredada de nuestro siglo XIX, en el que los españoles sabían quién gobernaba cuando se iban a dormir pero no quién gobernaría cuando se despertaran?

En 193l publicó Curzio Malaparte, buen escritor y magistral periodista hoy casi olvidado, un ensayo de considerable repercusión que llevaba el título de Técnica del golpe de estado. Sería cosa de reeditarlo o, por lo menos, de releerlo. El copy right, amigos de Homo Legens, ya ha prescrito.

Esa lectura, lejos de dar ideas, nos ayudaría a entender que golpes de Estado de derechas y de izquierdas, o cosas así, ha habido muchos y en muchas partes a lo largo de la historia, a menudo de origen castrense, otras veces religiosos, económicos, anecdóticos, eróticos, coloniales, étnicos, morales o civiles, y que no todos han sido tan malos como asegura el pensamiento único impuesto hoy por los comisarios del Ministerio de la Verdad intramuros de los países del nuevo orden mundial. ¿Fue, acaso, dañino el golpe que dio Julio César en defensa de Roma al cruzar el Rubicón? ¿Lo fue el de la Revolución Francesa –ése, a mi juicio, sí–, tan alabado, como el de Lenin en San Petersburgo y el de Fidel en Cuba o Chávez en Venezuela, por parte de los mismos que hoy censuran el de las gritonas huestes de Bolsonaro, que no está para tales trotes, en la descascarillada Brasilia de Niemeyer? 

Paso por alto, para que nadie rechiste, los de mi país en los siglos XX y XXI: el de Miguel Primo de Rivera, el del 31, los del PSOE en los años de la República, el del 18 de julio, el de Armada y Tejero, el de Cataluña hace nada…

Pan, todos ellos, y no sólo el de Bonaparte, el de Trotski, el de Hitler, el de Mussolini, el de Mao, el de Gadafi, el de Pol Pot, para los afilados dientes de letras de Curzio Malaparte, que hoy debe de estar tascando los frenos de la pluma en su sepulcro.

Digamos, para terminar, nos guste o no admitirlo, que los golpes de Estado han sido los hilvanes inferiores del reverso del anverso de la historia universal. Todas las revoluciones han sido o han intentado ser golpes de Estado. ¿Y si fuera éste, el Estado, en cualquiera de sus cambiantes formas, lo irremediablemente ilegítimo considerado en sí mismo? 

¡Vaya por Dios! ¡Ya se me vio el plumero del Diógenes que llevo dentro! Hijo soy de Prometeo. Perdónenme los lectores y los responsables de este periódico tanta sorna, tanta disidencia, tanta insolencia, tanta incorrección política. Son cosas de escritor y del carácter. Vengan en mi ayuda Espronceda y su pirata: «¡Allá muevan feroz guerra / ciegos reyes por un palmo más de tierra, / que yo tengo aquí por mío / mi casona en Castilfrío!».

Hasta que los ladronzuelos de la Agenda 2030 me la quiten, claro…   

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