Seguro que los dioses del Olimpo están partiéndose de risa en sus cielos mitológicos a cuenta de la paradoja que han arrojado sobre los mortales: el futuro de Europa está en su más remoto pasado, en Grecia. Contables, funcionarios y burócratas no entienden nada, claro, porque para ellos todo lo que no sea mensurable en un ábaco carece de importancia. Grecia le debe a Europa una pasta colosal, cierto. Tan cierto como que Europa le debe a Grecia hasta su propio nombre.
Zeus, que era un cachondo, se enamoró perdidamente de una princesa fenicia que se llamaba Europa. Como por aquel entonces no había feministas ni en Lesbos, Zeus, convertido en toro, se acercó a ella, la indujo a montar sobre su lomo, la raptó y se la trajo, galopando como un miura en celo, a Creta, bellísima isla greco mediterránea en la que Zeus, que era un golfo generoso, instaló como a una reina a la princesa Europa. El mito se llama el Rapto de Europa y en él comienza la historia y la memoria colectiva incluso de los contables y prestamistas europeos que, como diría Ortega «no saben lo que pasa y eso es lo que les pasa».
Precisamente en Creta es donde estaba emplazado uno de los lugares más terroríficos de la fecunda mitología griega: el Laberinto del Minotauro, que es donde Tsipras ha llevado a Grecia y a Europa de la mano de la deuda y de sus cuentas amañadas con la complicidad y la connivencia de la misma UE, que ahora exhibe un rigor presupuestario con los helenos que no lució cuando metió a Grecia con calzador en el euro. Tsipras aceptó, a última hora y de penalti, la última propuesta del Eurogrupo y en un acto de suprema irresponsabilidad política, camuflado de quintaesencia de la democracia, convocó un referéndum que, más que una consulta, era una ruleta rusa. En el tambor del revólver sólo había dos balas, en una ponía SI y en la otra NO. Tsipras se convitió, además, en un hooligan del NO. A Tsipras el disparo le ha salido bien, y a Europa por la culata, porque la contrapartida esgrimida por la UE de expulsar a Grecia del euro si triunfaba el NO parace que, de momento, no va a ser ejecutada, con lo que Grecia estará irremediablemente condenada a la pobreza (ambas balas estaban cargadas con esa pólvora) pero no a la búsqueda desesperada de un prestamista ajeno a Europa.
En el laberinto de Creta el Minotauro esperaba para despedazar a todos los que se aventuraban en el dédalo de sus calles. Tsipras ha hecho feliz al Minotauro que ya se dispone a darse un festín con los hijos de Grecia tal y como Saturno devoró a sus propios vástagos. Hoy, a Grecia le sobra Tsipras y le falta Ariadna, que es la única que sabía como salir sano y salvo del laberinto de Creta. Lo peor de todo es que Angela Merkel, más ducha en mitología germánica que griega, tampoco sabe cómo lo hizo Ariadna para que Teseo, el héroe ateniense, entrase en el laberinto, acabase con el Minotauro y saliese incólume. Y es que la Merkel también cree que todo lo que no es mensurable en un ábaco carece de importancia. Se lo han tenido que recordar desde la Casa Blanca, que es donde Zeus se llevó en 1945 lo poco que quedó de Europa.