La hidra, animal totémico, recurrente y terrorífico por su fuerte embestida nada más salir del chiquero de los sanfermines, se ha llevado a muchos toreros por delante con el capote a medio desenvainar debido a que no posee dos cuernos, sino siete cabezas y a ver quién es el Manolete que le da una larga pasada sin salir empitonado.
Las cabezas de la hidra española son, efectivamente siete: el Gobierno, el Senado, el Parlamento, las autonomías, las diputaciones, los ayuntamientos y los sindicatos. Todas chupan la sangre de los ciudadanos, ya de por sí anémicos, y hay quien no puede comprarse un cepillo de dientes y quien no tiene ni dientes para cepillarlos, de tan esquilmada como está la ciudadanía con esos 400.000 vampiros encargados de dejarles sin una gotita en las venas.
Comprenderá el avisado lector que con una hidra así es difícil que la hiedra ciudadana trepe a lo más alto del tejado. Del zócalo no pasa. De modo que continuamos con el cierre de persianas mientras se nos propone una reforma de la Administración –“ha llegado la hora del sacrificio de los políticos”– que es algo así como añadir otra cabeza a la hidra para que tenga las testas a pares y no juegue al rojo e impar ¡Eso sí es un capotazo y no lo que daba Jesulín de Ubrique con las bragas que le lanzaban sus admiradoras!
De lo que se comprende “por consiguiente” que la hidra sigue teniendo siete cabezas. Ni una más ni, desde luego, una menos. Fue uno de los trabajos de Hércules cortarlas de una en una. Pero también se encargó Hércules de limpiar las zahúrdas de Plutón y el Gobierno actual ha sido incapaz de limpiar ni siquiera el suelo de tanto sinvergüenza alojado en la Administración Pública. ¿Cómo quieren así que descabece a la hidra o que siquiera le recorte las uñas de los pies?
Lo esencial todo sigue igual en este tórrido verano. Que la vida sube, que los impuestos también y que los sueldos bajan, mientras los ladrones rajan delante del juez. ¿Hay quien dé más en esta feria de charlatanes que te regalan una hoja de afeitar si eres barbilampiño para que te rebanes el cuello, mientras ellos trepan en la cucaña?
El maravilloso grupo de sabios que nos alientan a rebajar las pensiones se une a las cabezas prolíficas que se inventan una ley de transparencia con el rodillo oculto tras la caja fuerte de los desmanes. Ahora ya no hay una fotocopia, sino el puño y letra de todos los que viven de lo mismo, pues no hay comisión que no se cobre ni ningún día deja de ser fiesta para los que se empeñan en “resolver nuestros problemas” ¿Acaso no saben que nuestro problema principal son ellos mismos? Lo saben, desde luego, porque siete cabezas son catorce ojos y la hidra mira hacia todos los puntos oscuros sin que haya rincón que no se vea y escuche (Snowden también es español y Rubalcaba oye y ve lo que no está escrito)
Ni siquiera el país más rico del mundo, que es España, puesto que ha sobrevivido a incesantes expolios antes y después de los cien mil ladrones que la gobiernan, puede resistir una hidra de tantas cabezas hambrientas de dinero y cerradas de bolsillo. Aquí no sirve el lema de los Mosqueteros de “uno para todos y todos para uno…” sino que el lema es “todo para nosotros mientras os quede un real en el bolsillo”.
Hacienda, que siempre han sido algunos y unos más que otros, ha convertido al tradicional toro español en una simple oveja sin cuernos ni lana, esquilada en verano y que en invierno se muere de frío mientras ellos, siguiendo la máxima de Góngora, recitan: “Ande yo caliente/ y ríase la gente”.
¡Glorioso panorama para una plutocracia que nos asegura que todo va mejor –para ellos– sin asomarse a las ventanas por donde la gente se lanza al vacío!
*Pedro J. de la Peña es escritor.