En la primera jornada del debate de investidura, Pedro Sánchez insultó a todos menos a los golpistas que lo acompañan en su aventura de ser presidente de nada. Porque España, gracias a él, ya no existe. Se lo dijo Alberto Núñez Feijoo, y cuando tiene razón uno de los máximos responsables de la situación que vivimos hoy, por demonizar al único partido que no le escupe, se la doy.
Entre esos «todos», estaban la presidenta madrileña Isabel Díaz Ayuso, y su familia. La líder popular respondió por lo bajo algo que para una lectora de labios inexperta como yo parecía un merecido «qué hijoputa«, pero ya nos dijo su mano derecha, Alfonso Serrano, que había afirmado «me gusta la fruta». Aceptamos pulpo. O pulpa, en este caso. Los llamaremos entonces, a Sánchez y sus otros 178 golpistas, hijos de fruta. Que es lo que cualquier persona decente llamaría a cualquier persona que se dedique a dar golpes de Estado contra su patria. Le guste a Paquita Armengol o no, y se lo hagan borrar Pedro y Pachi del diario de sesiones o no. Por cierto que a Paquita, con su pinta de pepona, le dedico un recuerdo cada vez que veo a las muñecas hinchables de los manifestantes de Ferraz. Físicamente se parecen. Mucho.
A la que sí le gustaría parecer una muñeca, pero Barbie, es Yolanda Díaz. Aunque a la pobre le falla todo. Ese pelo que le tiñe su peor enemigo y que ya le favorece menos incluso que sus greñas de Jim Carrey en Dos tontos muy tontos de cuando llegó al Congreso. Y que aún así, es bonito, bien machacado de decolorante, en comparación a su voz. Resulta insoportable de escuchar, en español o en gallego. Me produce más dolor de cabeza que alguien fumando puros a mi lado. Dijo ‘la cohetes’ que estamos viviendo un «momento histórico». Será histórico, pero ella parecía igual de boba poniendo tonito de Annabelle para hacer la pelota a sus amigos de CCOO y UGT que en todos los demás momentos. Si existen los círculos del infierno, en el noveno te obligan a escuchar y transcribir a Yolanda Díaz. Me dan verdadera pena las taquígrafas del Congreso.
Claro que «las gentes», que diría ella, de Sumar, no sólo su jefecilla, parecen todas recién sacadas de una película de Halloween. El decoro parlamentario en el vestir es que ni les suena. Tienen entre ellos a un malo no de película sino de verdad, a Enrique Santiago. Mayordomo de las FARC en su día que ahora pasea por el hemiciclo vestido de terrorista de esos que tanto le gustan de Hamás. En fin. Para lo que ha quedado la político.
Los de VOX estuvieron listos, se fueron antes de oírla —a Yolanda— y de tener que tragarse la réplica de un Sánchez que ha resultado estar peor de los nervios que Irene Montero, como demostró con esa risa de Jack Nicholson en El Resplandor cuando se burló de Feijoo por decir que no vendía España para ser presidente. Borraron del diario de sesiones las palabras de Abascal llamando «golpe de Estado» al golpe de Estado, pero por desgracia para el jefe del golpe, la realidad no se puede borrar. Y la historia —negra— de su partido y su presidencia, tampoco.
Estamos en manos de lo peor. De unos hampones, puteros, cocainómanos y filoterroristas. Pero eh, no gobierna la derecha. A última hora estuvimos castigados otro rato viendo a Rufián —como diría mi compañero Pablo Mariñoso, «vestido para cambiar la grifería del Congreso»— y hoy rematará el resto de la banda antes de que resulte investido el felón —no, la palabra no se refiere a lo que le ha hecho a Puigdemont—. Paciencia. Fuerza. Porque contra «estas gentes» nos va a tocar resistir.
