«Ser es defenderse», Ramiro de Maeztu
Amando de Miguel es catedrático emérito de Sociología en la Universidad Complutense (Madrid). Siguió estudios de postgrado en la Universidad de Columbia (New York). Ha sido profesor visitante en las Universidades de Texas (San Antonio) y de Florida (Gainesville). Ha sido investigador visitante en la Universidad de Yale (New Haven) y en El Colegio de México (DF). Ha publicado más de un centenar de libros y miles de artículos. El último libro publicado: Una Vox. Cartas botsuanas (Madrid: Homo Legens, 2020). Su último trabajo inédito: “La pasión autoritaria de los españoles contemporáneos”.
Amando de Miguel es catedrático emérito de Sociología en la Universidad Complutense (Madrid). Siguió estudios de postgrado en la Universidad de Columbia (New York). Ha sido profesor visitante en las Universidades de Texas (San Antonio) y de Florida (Gainesville). Ha sido investigador visitante en la Universidad de Yale (New Haven) y en El Colegio de México (DF). Ha publicado más de un centenar de libros y miles de artículos. El último libro publicado: Una Vox. Cartas botsuanas (Madrid: Homo Legens, 2020). Su último trabajo inédito: “La pasión autoritaria de los españoles contemporáneos”.

Hispanos y gringos

3 de noviembre de 2020

América es un gran continente. Al norte, la tierra de los “gringos”, fundamentalmente, los Estados Unidos. Es una nación sin gentilicio; por eso se ha apropiado del marbete para todo el conjunto: “América”. No deja de ser una confusión; de ahí el horrendo gentilicio de “estadounidenses”. Al sur del Río Grande, se extiende Iberoamérica, básicamente, las tierras conquistadas, en su día, por españoles y portugueses, aunque haya trazas de otros europeos. Sus habitantes son los “hispanos”, también llamados “latinos”, si bien cuentan con una alta proporción de mestizos, mulatos y otras mezclas étnicas.

En los Estados Unidos de América habitan, también, más de medio centenar de millones de hispanos, producto de una reciente inmigración masiva. Constituyen una minoría numerosa y bien perfilada, junto a los negros; estos últimos descendientes de los esclavos que, en su día, se trajeron de África.

En la cultura gringa destacan notables escritores, artistas, filósofos, periodistas y otros profesionales; pero no hay lugar para los “intelectuales”

Hispanos y gringos mantienen tradiciones culturales distintas, por encima de los rasgos comunes europeos. Visualmente, contrastan las casas de piedra o adobe de los hispanos con las de madera de los gringos. El contraste puede verse, incluso, dentro del mismo territorio de los Estados Unidos, entre las casas típicas de California y las del resto de la nación. La catedral de Santa Fe (Nuevo México) difiere, notablemente, de la Boston; ambas católicas.

Cuando la casa representa una familia acomodada, suele ser exenta y merece un jardín. El jardín de los gringos se ve orlado de una valla o seto simbólicos, minúsculos. En cambio, el gusto del jardín de los hispanos (como el de los españoles) prefiere rodearse de una barda o seto imponentes, como si tratara de aislar la casa del exterior. Es la estética del antiguo convento o, quizá, la herencia de la villa romana.

El lenguaje coloquial es algo muy diferente en las dos culturas americanas. No me refiero a la obviedad de que, en norte, predomina el inglés, y, en el sur, el español y el portugués. Lo que choca es la estructura tan distinta de la lengua anglicana y las latinas. En el español, destacan las voces graves y los polisílabos. El inglés se distingue por la abundancia de monosílabos y de palabras esdrújulas.

A los hispanos pudientes o influyentes les gusta alardear de su nombre y apellidos, a veces compuestos. Los gringos, por lo general, utilizan solo un nombre y un apellido simples, personalizado, a veces, con una misteriosa inicial intermedia.

En la cultura gringa destacan notables escritores, artistas, filósofos, periodistas y otros profesionales; pero no hay lugar para los “intelectuales”, propiamente dichos. En inglés, no existe una palabra equivalente del sustantivo “intelectual”, y no digamos, del abstracto “intelectualidad”.

…en la conversación de un grupo de hispanos, se puede producir el hecho, perfectamente admitido, de que varias personas hablen a la vez. Es algo que los gringos no podrían soportar

Las constantes culturales entre las dos civilizaciones se proyectan en la vida cotidiana. Dos gringos, que se encuentran, para iniciar una conversación entre ellos, necesitan averiguar los nombres completos de los respectivos interlocutores. Sin ese dato de afiliación, no sabrían, por ejemplo, si podrían tutearse. Aun con ese dato, la primera relación suele ser algo tensa; por ejemplo, son continuas las preguntas, dando las gracias por todo o pidiendo perdón por cualquier cosa. Por el contrario, entre dos hispanos, que se encuentran e inician una conversación, el proceso es mucho más fluido. Pueden estar hablando durante horas, sin necesidad de saber cómo se llaman. Es más, en la conversación de un grupo de hispanos, se puede producir el hecho, perfectamente admitido, de que varias personas hablen a la vez. Es algo que los gringos no podrían soportar.

Estos días celebramos una institución venerable en el mundo gringo: el “día de acción de gracias”. Parece un eco de los “peregrinos” que colonizaron Nueva Inglaterra, pero se olvida un pequeño detalle. Los colonos europeos, recién aposentados en la costa oriental de los actuales Estados Unidos, se reunieron, solemnemente, para dar gracias a Dios. Como símbolo, asaron un pavo. Pero, ese primer suceso no fue en Nueva Inglaterra, sino en, lo que iba a ser, la ciudad de San Agustín, en la Florida, y los colonos eran españoles. Tuvo lugar más de un siglo antes de la llegada de los “peregrinos” ingleses a Massachussets. Por cierto, las casas de San Agustín iban a ser de piedra o de adobe.

Fondo newsletter