«Ser es defenderse», Ramiro de Maeztu
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Este artículo se publicó en La Gaceta antes de convertirse en La Gaceta de la Iberosfera, no siendo entonces propiedad de Fundación Disenso.

La histeria gay contra Dolce & Gabbana

16 de marzo de 2015

Se ha desatado la histeria gay, el victimismo nauseabundo y la débil propaganda negadora de la diferencia de los sexos, la intolerante opresión de quienes demandan respeto al diferente pero sólo lo invocan para los demás, la decadencia del enojo arrogante de un colectivo cargado de odio y resentimiento, vulnerable hasta la extenuación cuando no cristalizan sus deseos en la aprobación y el reconocimiento social.

Las declaraciones de Dolce & Gabbana, mostrando su desacuerdo sobre las adopciones homosexuales, ha llevado a Elton John, entre otros, a la incredulidad y a solicitar el boicot contra la mencionada firma. ¿Quién es el bárbaro y quién el neurótico? ¿Por qué ante unas declaraciones públicas de una prestigiosa firma, dignas de respeto, se produce la indignación y la cólera, la maldición y un acoso semejante en las redes sociales?

En realidad, el colectivo neurótico (porque neurótico es quien controla al otro y pretende el boicot para quien no promociona sus deseos) confunde fines y medios. La mala educación los lleva a deificar su voluntad y justificar sus deseos a través de la ciencia, que les concede lo que la naturaleza no puede darles. Sin duda, ocupar el lugar de Dios es un viejo sueño, una peligrosa deriva en el esfuerzo de Sísifo por cambiar el rostro de las cosas.

La cuestión de fondo es siempre la misma: el intento de construir a la carta la identidad humana, modificar la conciencia por medio de la cultura y la reivindicación de derechos, una ingeniería educativa ímproba que consiste en destruir la naturaleza humana que vuelve incesante sobre la idea de la sexualidad como mera construcción del hombre y su entorno. La causa del mal -llegan a pensar- es una cultura influenciada por la religión. El lugar de la familia debe ser ocupado por el Estado, cualquier variante y diferencia en los deseos personales precisa traducirse hasta ser elevada a la categoría de derechos, eliminando la estúpida pretensión de que la Iglesia defina la verdad, sin separar el ámbito natural de lo sobrenatural. Dolce & Gabbana sostiene algo que habría contado con la aprobación de cualquier generación: nosotros no hemos inventado la familia, es algo dado desde el principio de la Creación. ¡Oh, estúpida y totalitaria pretensión de presentar a la familia con un sentido de pertenencia sobrenatural, afirmar que no la hemos inventado nosotros y que la ha convertido en un icono la Sagrada familia!

“Hoy no basta con transformar el mundo, decía el marxista Gunther Anders; ante todo, hay que preservarlo”. En lugar de recibir todo con gratitud, con la certeza de que todo nos es dado, de realizar una profunda conversión donde lo humano no pierda su legitimidad, se asiste con impavidez a la destrucción ontológica del mundo tal y como es, considerando tipos sospechosos y fundamentalistas a quienes no se doblegan a la deserción desesperada que marca el progresismo y los signos cambiantes de los tiempos. Mientras el hombre corriente habla de matrimonio y de hijos, la bioideología manipula al ser humano con el feliz endiosamiento del hombre hecho a su propia imagen y semejanza. Lo decía Weaver: el principal delito del hombre es ser un parricida, intentar abatir todo aquello que nuestros antecesores han recibido con veneración filial. La idolatría de la ciencia ha fulminado el orden natural y la legitimidad de la Creación. Lo peor, con mucho, es nuestra inmunidad.

 

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