«Ser es defenderse», RAMIRO DE MAEZTU
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Este artículo se publicó en La Gaceta antes de convertirse en La Gaceta de la Iberosfera, no siendo entonces propiedad de Fundación Disenso.

El humo errante

3 de diciembre de 2014

Crecen los locales que permiten fumar en secreto, en un extraño retorno a la clandestinidad, todo muy peliculero, porque ahora echar humo te hace sentir como un gángster de los felices años veinte, los que fueron tan sangrientos en Chicago. Algún restaurante de Madrid -emulando los locales de Al Capone durante la ley seca- baja las persianas y reparte ceniceros a clientes ansiosos, todos encantados porque al fin le han descubierto una ventaja a la nicotina: disfrutar de una sensación emocionante al dar caladas prohibidas, lentas, mientras en su interior casi desean que se produzca una redada, alguna experiencia fuerte que justifique su adicción al veneno. Mola bastante sentirse proscrito, lo dice un personaje de Paul Newman en alguna de sus películas, cuando la policía rodea la casa en la que se encuentra y le insta a salir con las manos en alto, «si no has oído al menos una vez esa orden, no puedes decir que de verdad has vivido». Es cierto.

Pero además de las películas de mafiosos, la ley del tabaco también permite revisitar buena literatura, como la de Chesterton, que escribió una profética novela titulada La taberna errante, en la que el gobierno inglés inaugura una especie de alianza de civilizaciones, y como muestra de buena voluntad hacia el Islam prohibe el alcohol en su territorio, atendiendo también, claro, a la multitud de efectos perniciosos del producto. Siempre nos encadenan para salvarnos. Probablemente Chesterton no sabía que antes de cumplirse un siglo de su muerte se contarían por decenas los tribunales islámicos en Inglaterra, y que los fieles a Mahoma superarían en mucho a los practicantes de la iglesia anglicana en las islas. Pero el gordo genial sí sospechaba que el mundo se dirigía hacia un totalitarismo aséptico, como deja escrito muy claro en su autobiografía: «Se ciernen ya en el horizonte vastas plagas de esterilización o higiene social, aplicadas a todos y que en apariencia nadie impone». Tal cual.

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