La discusión política en España se resuelve cada vez más como un juego de nombres propios. Las ideas cuentan poco. En todo caso, las ideas juegan un papel porque las hacen suyas personas eminentes. Más que personas, lo que resalta son sus imágenes públicas.
Por mucho que se diga lo del “debate de ideas”, este no florece porque los actores políticos han leído poco. La combinación de mucho poder y escasas lecturas precipita la saturación de lugares comunes.
Resulta llamativo que para desempeñar cualquier puesto profesional se exijan conocimientos proporcionales a la función. La excepción es la política. Solo se pide ser disciplinado servidor de los que mandan en el partido. Es más, si el candidato muestra ideas propias, lo más probable es que sea arrinconado. Es la ley de la mediocridad en todos los partidos, sindicatos y organizaciones similares.
Según se asciende en la escala del poder, no solo se deja de leer;se escucha cada vez menos. El gerifalte sabe que le escuchan a él. Cuanto más vacuo sea lo que diga, mejor.
Hágase un repaso de los titulares de cualquier medio. Solo destacan personas; raramente, ideas. En el caso de que aparezcan ideas, lo normal es que se reduzcan a lugares comunes. Por ejemplo, lo referente al cambio climático, la creación de puestos de trabajo, la necesidad de pactos, la lucha contra lo que sea y cosas así. La perfecta ausencia de ideas se tapa muy bien con la palabra“diálogo”.
¿Quién no osará argüir que el Gobierno no crea puestos de trabajo o que el Estado de bienestar conduce a la ruina? ¿Quién se atreverá a sostener que el derecho a decidir de una región es una memez? ¿Qué político se arriesgará a decir en el Congreso de los Diputados solo deben estar los partidos que representan a todos los españoles?
¿Cómo se nota que un político carece de ideas? Cuando solo dice lo que tiene que decir para sostenerse en la poltrona. Otro indicio podría ser la falta de reacción ante las estupideces de los compañeros de partido. El peligro para un político está precisamente en destacar en ideas propias. Más raro es todavía que se le ocurra apoyar las buenas ideas de los políticos de otros partidos.