Isabel Díaz Ayuso ha ganado las elecciones en Madrid, que no el Partido Popular. La única dirigente regional que ha tenido los redaños suficientes para plantarle cara a Sánchez en la defensa de la salud, la economía y la libertad; la que ha sido capaz de lidiar con su propio partido -que no se lo ha puesto nada fácil, aunque ahora se apropie de su victoria- sin darle tres cuartos al pregonero. Lo ha hecho todo con un socio de Gobierno -Ciudadanos- que, tal y como se ha demostrado, no trabajaba a favor de obra. Desde aquí, mi reconocimiento y mi agradecimiento más sincero.
No todos los resultados de ayer son extrapolables a la política nacional, aunque hay ciertas cosas que nos pueden dar pistas.
Por la izquierda, Madrid ha sido contundente en su respuesta y, en este sentido, es fundamental reseñar que ha castigado de forma especial a los partidos que están en el Gobierno: PSOE y Podemos. Deben tomar nota.
Aprovecho estas líneas para avisar de que Iglesias y El Niño de la Beca son lo mismo, pero Iñigo tiene un aspecto más agradable
La magnífica noticia de que Iglesias deja la política y, por tanto, que Podemos puede comenzar su posible descomposición -Yolanda Díaz mediante- hace que hayan merecido la pena las elecciones. Hasta aquí ha llegado su lucha contra el fascismo: hasta una casita en Galapagar y un contrato -cuantioso- con Roures. En eso consistía su particular asalto a los cielos. Penoso personaje que se va con más pena que gloria. Deja un rastro de odio, mentira, resentimiento y fango por donde va; y causas judiciales. Adiós, Iglesias.
Respecto al PSOE, se puede pensar que el pobre Gabilondo ha pagado los platos rotos de Sánchez, pero recuerden que es capaz de mentir tanto como su jefe. No es el catedrático bondadoso que nos habían vendido. Demasiado evidente, demasiado soso, muy poco serio y nada formal. Su sanchismo marrullero nos da una pista de lo que puede ser un resultado electoral del PSOE a nivel nacional. Era un pésimo candidato, pero el desgaste de Sánchez es inmenso. El abucheo espontáneo -no organizado a la manera podemita– que sufrió en la puerta del colegio electoral se puede considerar anecdótico, lo que no es anecdótico es que un presidente del Gobierno aproveche unas elecciones regionales para darse un chute de autobombo -atril incluido- en la puerta del colegio donde va a votar. Todo en Sánchez es grotesco y pura pantomima.
El partido de Abascal tiene una base social fuerte a pesar de haber prestado mucho voto a Ayuso en estos comicios, que no al PP
La sorpresa de Mónica García no fue tanta. El partido de Errejón aparece inmaculado con semejante compañía. No ha tocado poder y se ha permitido disparar -la médica y madre de tres hijos es muy de pistolitas- con pólvora de rey. Más Madrid ha sido el refugio de la izquierda asqueada del PSOE y Podemos. Errejón parece menos malo, incluso inocuo, buen niño. Qué equivocados están los que piensen así. Aprovecho estas líneas para avisar de que Iglesias y El Niño de la Beca son lo mismo, pero Iñigo tiene un aspecto más agradable. Es difícil saber si lograrán implantarse a nivel nacional, ya que el lugar de Podemos lo van cogiendo los nacionalistas -Vascongadas, Galicia, Cataluña-, pero es un partido que en Madrid puede tener futuro.
En cuanto a Vox, Casado está haciendo una lectura errónea. Si con la candidata más potente que ha tenido el Partido Popular en España en muchos años, el partido de Abascal ha consolidado su resultado y lo ha aumentado en un escaño, significa que tiene una base social fuerte a pesar de haber prestado mucho voto a Ayuso en estos comicios, que no al PP. Si Casado no se dio cuenta mientras hablaba desde el balcón de Génova, tiene un grave problema de ceguera política. Y un poco de sordera también.
Me quedo con dos frases de Santiago Abascal en dos momentos completamente distintos. Una pronunciada el día de las elecciones catalanas, con unos extraordinarios e inesperados resultados para Vox con once diputados, “esto no es bueno para España”, dijo ante la victoria del nacionalismo y obviando su buen resultado. La otra la pronunció anoche, con trece diputados y sabiendo que podían haber sido muchos más: “es un excelente resultado para España”.
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