«Ser es defenderse», Ramiro de Maeztu
Sevilla, 1986. Periodista. Ahora en el Congreso.
Sevilla, 1986. Periodista. Ahora en el Congreso.

Injerencias y anonimato

24 de enero de 2025

Es fácil detectarlos, el que canta ¡injerencias! es el censor. Llevan años novelando ficciones de todo tipo, desde algoritmos fachas hasta bots rusos que, infiltrados en las redes que ellos mismos controlaban hasta hace cinco minutos, eran capaces de ganar elecciones o dar golpes de Estado. Como en Cataluña, donde el separatismo que se alzó el 1 de octubre y declaró la independencia no lo alimentó quienes cedieron la educación en el pacto del Majestic o casi todo lo demás en el estatut, del que Zapatero dijo en 2006 que lograría que en diez años España fuese más fuerte y Cataluña estuviera más integrada. Qué va. El independentismo fue obra de cuatro informáticos con IP en Stalingrado.

Como en tiempos de injerencias el censor es el libertador, Sánchez propone eliminar el anonimato en las redes sociales para dar la batalla contra la desinformación y los discursos de odio, que es como el poder llama a todo lo que no le gusta. La libertad, por el contrario, es que Maestre le rompa el micrófono a Quiles y Pardo de Vera llame gorila a Ndongo. 

Sánchez, al que pronto veremos atrincherado en una playa de Normandía esperando a que Trump desembarque, declara la guerra a los tecnomillonarios en el lugar adecuado: el Foro de Davos, adonde va a recibir las órdenes de quienes diseñan el futuro del no tendrás nada y serás feliz y el supercontrol social que ya nos impusieron durante la epidemia del covid. Todos recordamos el confinamiento, las mascarillas y la distancia de seguridad, pero no tanto que el PSOE presentara una iniciativa en el Congreso para la eliminación del dinero en efectivo. El argumento empleado entonces —conocer todo sobre el consumidor— es el mismo que esgrimen ahora los entusiastas de un poder omnímodo y mundialista.

Todo aquello fue por nuestro bien como ahora lo es la eliminación del anonimato en las redes sociales. Sánchez introduce en las tertulias uno de los dogmas globalistas: la seguridad sólo es posible bajo un férreo control social. No opina así el Supremo de los Estados Unidos, que en 1977 dictó una sentencia favorable a la protección de los datos personales y la intimidad, un derecho, una especie de escudo contra la tiranía de la mayoría. Eliminar la privacidad por tu bien es el mensaje que debe haber ahora en las escuelas de Corea del Norte, dice con mucho tino Marc Vidal, pues el derecho a la privacidad es elegir cuando uno quiere ser anónimo. 

Esta reacción furiosa, propia del niño que se lleva el balón porque va perdiendo el partido, no es más que el resultado de la dolorosa derrota sufrida en las urnas y en las redes sociales. Eliminada la censura de las agencias verificadoras, Sánchez reacciona proponiendo listas de desafectos —como reconoció el Jefe de Estado Mayor de la Guardia Civil que hicieron durante el covid para minimizar las críticas al Gobierno— y aprobando la mayor partida presupuestaria de la historia para comprar a los medios de comunicación tradicionales, o sea, los serios.

Claro que la ofensiva contra las redes no es nueva. En abril de 2018 Zuckerberg compareció ante el Senado de Estados Unidos para rendir cuentas por la victoria de Trump. Acusaron al fundador de Facebook de no haber aplicado la censura contra los mensajes favorables al candidato republicano. Ya saben, las noticias falsas y los discursos de odio campaban a sus anchas y Zuckerberg no hizo nada por evitarlo. 

Eso es lo que Sánchez quiere impedir ahora, acabar con el anonimato para que no haya injerencias, aunque tiene su gracia que lo diga quien recibió a George Soros días después de la moción de censura que le abrió las puertas de la Moncloa. Después, que sepamos, se ha reunido hasta en cinco ocasiones con él y su hijo Alexander. Habrá que estar atentos porque si Sánchez pudiera compraría hasta a Españabola. 

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