«Ser es defenderse», RAMIRO DE MAEZTU
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Este artículo se publicó en La Gaceta antes de convertirse en La Gaceta de la Iberosfera, no siendo entonces propiedad de Fundación Disenso.

Otros inquisidores

10 de diciembre de 2014

 

 

 

Históricamente la Inquisición dejó de existir cuando, después de haberla repuesto el autócrata Fernando VII, llegaron los liberales con la Regencia de Mª Cristina. El peso que tuvieron los masones en los gobiernos liberales (Calatrava era Grado 33 de la masonería) eliminó por completo la Inquisición pero abrió las puertas a otra “inquisición” más solapada, como lo fueron las desamortizaciones de Mendizábal (1837) y Madoz (1845), que atacaron a la iglesia y demolieron una parte significativa del patrimonio eclesiástico mediante la venta de bienes históricos y grandes terrenos pertenecientes a la iglesia.

La Inquisición no nos ha abandonado nunca por completo. La vimos renacer en la I y II República con nuevas destrucciones y quemas de conventos e iglesias, porque inquisidor no es sólo el que carece de fe sino el que tiene fe en que las cosas deben imponerse por la fuerza. De este modo hemos llegado a una serie de grupos inquisitoriales en los tiempos que vivimos. Por ejemplo, en el mundo animal, perros y gatos tienen mucha más importancia que las gentes que mueren de hambre no ya en África o Asia, sino en la mismísima Europa. Por eso un perro como Excalibur merece en la opinión de algunas gentes un valor de miles de euros que salvarían del hambre a unos cuantos magrebíes.

Igualmente, por varios pueblos de España, aparecen los antitaurinos que lejos de entender los toros como una seña de identidad que proviene de la cultura cretense y que ha dado muchísimas tardes de gloria a los aficionados a este arte, no paran de acudir por los pueblos para molestar e incluso pelearse con las gentes que quieren realizar sus fiestas históricas en paz. De algún modo sus actitudes les quitan toda la razón pues golpear a personas crea muchísimos más conflictos que la muerte del toro que acabó con la vida de Manolete.

En la llamada “mafia rosa” también existen personas que se extralimitan, bien sea contra un cura de pueblo como contra un alcalde de Valladolid o una atleta como la ganadora del Príncipe de Asturias Yelena Isinbayeva, que logró nada menos que 27 récords mundiales en salto de altura con pértiga, por el simple hecho de defender la ley rusa en contra de los matrimonios homosexuales. ¿Y qué querían que hiciera siendo ella rusa, ponerse en contra de las leyes de su país para que la expulsaran a Ucrania? Hay gente que condena antes de dejar defenderse al acusado.

Los últimos inquisidores son esos salvajes del fútbol que utilizan el irracionalismo en lugar de la cabeza y no quedan para ver un partido sino para pegarse con palos y piedras junto al cauce de un río. ¿Puede hacerse cosa más necia que llevar hasta la exasperación las credenciales favorables a un club? Si bien lo pensamos debería haberse actuado mucho antes a sabiendas de que del insulto se pasa a la bofetada en cosa de minutos.

Todos estos inquisidores vienen de adhesiones irracionales a causas más dignas de respeto que quienes las defienden porque ningún problema existe en aceptar el derecho a tener fe en una iglesia, defender la libertad sexual, creer que los animales también sufren, o que nuestros semejantes merecen respeto aunque sean del Barça.

Pero el verdadero peligro actual, además de estos pequeños inquisidores, es la gran inquisición que procede del “Big Data”, es decir, el control que las grandes empresas de información (Google, Facebook, Youtube, Yahoo, Amazon, etc) pueden ejercer sobre sus propios usuarios. Hoy somos millones de personas los que hemos facilitado millones y millones de datos que abarcan a todos los continentes y a todos los ciudadanos por el simple hecho de tener un ordenador o un teléfono móvil. Los millones y millones de datos que abarcan a todos los ciudadanos de países con censo y usuarios de internet pueden ser utilizados en cualquier momento para el descubrimiento de la intimidad de quienes utilizan estos instrumentos informativos.

Vemos así como ahora puede perseguirse a cualquier político, empresario, hombre rico o actor famoso presionando sobre los defectos personales que puedan tener y sobre las vidas que puedan llevar.

Un sinfín de personas pueden ser actualmente descalificadas a través de esas informaciones. Los nuevos inquisidores actúan limitando la independencia, intimidad y derechos ciudadanos de todos los que se encuentran atrapados en sus redes. El siglo XXI ha acabado con lo más sagrado de los seres humanos: el derecho a una vida propia, y eso es una Inquisición muchísimo más grave que las que pudieron suceder los pasados siglos. 

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