Detesto a Irene Montero -por si alguien aún no lo había notado-. No me despierta ni la simpatía que me producen todas las mujeres que han estado esperando un bebé a la vez que yo, y eso que nuestros embarazos han coincidido las dos veces. Pocas cosas me harían más feliz que su completa desaparición política. No volver a ver nunca más a esa mujer llena de odio, a esa mentirosa con ínfulas de gran líder que no sabe ni leer y comprender un informe del CGPJ, a esa trepa que ascendió de la manera menos feminista que hay. Y por supuesto no volver a escribir nunca una sola línea inspirada por ella y la violencia política que ha ejercido Podemos desde su nacimiento contra todos los españoles que no queremos vivir en un país pobre, inseguro y desigual por culpa de sus nunca acertadas políticas. Pero me obliga. Es, en el fondo, mi musa. La veo, la escucho y automáticamente puedo dedicarle los párrafos que hagan falta. Nunca para escribirle loas, también es cierto.
Irene Montero es, en realidad, además de una libertadora de violadores, una adoradora de la violencia
La ministra de Igualdad ha sido protagonista de un incidente en el Congreso que supongo ya han presenciado todos los lectores. Una diputada de Vox, Carla Toscano, dijo lo que -¡oh, primicia!- todos sabemos desde 2017. La ministra y los suyos mejor que nadie, por eso se ofenden. Por eso Irene vengolloradadecasa se deshace en lágrimas en el hemiciclo. Porque las verdades duelen. Ella llamó fascistas a los diputados de Vox por ¿centésima? ¿milésima? vez, pero eso no parece ofender a nadie. Básicamente porque a los suyos les gusta y a nosotros ya nos da más que igual. Y denuncia «violencia política» contra ella por ser mujer, claro. Porque denunciar que es un zote debe resultar duro para una persona capaz de repetir unas declaraciones que incitan a la pederastia porque prefiere eso a explicar que no se expresó bien.
Pero Irene Montero es, en realidad, además de una libertadora de violadores, una adoradora de la violencia. Admiraba al criminal Fidel Castro, soñaba con emular a los asesinos de mujeres, hombres y niños de la Francia de 1789, y a delincuentes actuales como Nicolás Maduro o Daniel Ortega. Y adora o adoró a Pablo Iglesias, el parlamentario más violento que ha pisado el Congreso desde los años 40. Por eso los lloros y el rasguido de vestiduras ya no cuelan para todos los millones de ciudadanos que somos acosados y agredidos continuamente desde su partido o ministerio/empresa organizadora de eventos para histéricas, histéricos e histériques. Algunos con nombres y apellidos: escritoras, presentadores, youtubers, alumnos gamberros -y sí, salidos- de colegio de niños bien -pecado civil mortal-.
Además, Podemos es en apariencia un partido y en realidad una asociación de gente rabiosa con ganas de estar aforada. En sus filas han estado o están el pateapolicías Alberto Rodríguez, el pateaembarazadas Andrés Bódalo, o el amiguito de las FARC Enrique Santiago. Esto sin entrar a hacer sangre con la asesina exconvicta o el acusado por abusar de menores. Tienen además, entre sus empleados, a gente con un gran amor por los adoquines y los ladrillos. No porque les guste la arquitectura, sino porque se los lanzan a la cabeza a los representantes y simpatizantes de Vox en actos como el de Vallecas.
Podemos es en apariencia un partido y en realidad una asociación de gente rabiosa con ganas de estar aforada
Nunca vemos a Irene compungida por esta gente entre la que por supuesto, hay mujeres. Ella guarda sus gimoteos para cuando recibe críticas políticas y sus caras de Lady Di visitando instituciones benéficas para cuando le regalan un ramo de flores los miembros de su séquito con necesidad vital de hacerle la pelota en el Congreso. ¿Para celebrar qué? ¿Que ayer quedó en libertad por la ‘ley de sólo sí es sí’ el violador de una niña que era su propia hija? No sabemos, todo puede ser.
Tampoco plañe cuando a Carla Toscano la llaman «pitbull» -perra- o tosca, presuntos medios de centro-derecha. Ni cuando se critican sus minifaldas y camisetas de mujer libre de forma babosa por parte de la izquierda. Toscano no se ha autopercibido hombre, que sepamos, así que estaría bien que Irene le dedicara unas palabritas de solidaridad y sororidad, pero para eso tendría que saber lo que es la empatía, que no es el caso. Un recuerdo especial merecen los periodistas que vomitan contra la de Vox por lo mismo que le aplauden, muy bien aplaudido, a Isabel Díaz Ayuso. Pero ya se sabe, eso no es “violencia política”. Porque «violencia política» solo es lo que digan Pablo Iglesias y su novia.