Apuramos esos días en que sacar la rojigualda no lleva aparejada la imputación de facha. Sucede cada dos veranos, cuando la roja participa en una competición internacional y quienes dedican sus vidas a decir que de las banderas no se come aparecen dando saltitos con la de España. De pronto, la enseña muta del facha al homologado con la misma velocidad que las camisas viejas se convirtieron en chaquetas nuevas durante la Transición.
Este proceso prostituye el patriotismo, que deja de ser una virtud para convertirse en un negocio. Una marca. Y eso sí está permitido, que pasemos de los sentimientos a la cuenta de resultados en pos del share. De la identidad y el denostado nacionalismo —malo mientras sea español, apto si es vasco o catalán— al pan y circo que parasita Pedro Sánchez en el descanso de los partidos de España.
Desde luego, arrimar el ascua a su sardina es más viejo incluso que el PSOE. También la prensa del régimen lo está intentando con Yamal y Williams, a los que llevan en portada como si fueran menas. Son los Jenni Hermoso del equipo masculino, dos iconos para la causa en plena campaña de blanqueamiento de la invasión migratoria. No son los primeros futbolistas negros en la selección española (Donato, Catanha, Engonga, Senna, Ansu Fati…), aunque es todo lo que ven, su color de piel, quienes luchan contra un racismo que sólo existe en su cabeza. Lo ha sufrido Yamal, por cierto, como descubrió Susana Griso cuando entrevistaba al dueño del bar al que acude la familia del jugador. Sólo que no en el sentido esperado por la periodista de A3, que preguntó si Lamine había sufrido algún episodio de racismo en su barrio. Sí, sobre todo de marroquíes, cuando decidió jugar con España y no con Marruecos, le respondió el hombre.
Que la realidad no estropee al Martin Luther King que la izquierda anda buscando. El deportista —como la mujer, el homosexual o el inmigrante— no es más que una herramienta para empuñar las consignas convenientes. Carne de cañón al servicio de la élite. Hace tiempo que la sección de deportes es una prolongación más, un apéndice, de la ideología dominante. El espacio dedicado a la información deportiva ha sido colonizado por las nuevas banderas que, como el feminismo o la inmigración masiva, demuestran que el deporte ya no es un fin, sino el medio para colocar el mensaje.
Los más insensatos creen que todo lo explica el mercado, aunque en este caso no opera la lógica oferta-demanda, sino el interés en difundir las ideas de las élites. El fútbol femenino es el paradigma de que es posible popularizar algo que no interesa a nadie. ¿Cómo? Imponiéndolo, como la comida vegana, el patinete eléctrico o el estrés climático, de arriba a abajo. Justo al revés que las cosas realmente espontáneas. A menudo leemos que hay 80.000 personas en un partido de chicas pero nunca informan del precio de las entradas o si eran gratis.
En la previa del España-Francia apareció Jenni Hermoso —icono contra el machismo— para dar ánimos a los jugadores. Su mérito, ya se sabe, es haber sido besada por su jefe y denunciar días después una agresión sexual de la que ella y sus compañeras se estaban descojonando en el autobús de la selección. Mientras Jenni tiene todo el foco las mujeres víctimas reales de abusos sexuales son silenciadas cuando el agresor (¡sorpresa!) es un recién llegado. El INE y el Ministerio de Igualdad, órganos del sistema, reconocen que los extranjeros, que son un 12,6% de la población, cometen el 50% de los asesinatos de mujeres. O sea, matan cuatro veces más que la media de la población y siete veces más que los españoles.
Pero qué son estas minucias cuando uno cuenta en su equipo con los humoristas del régimen. Al día siguiente, en mitad del Inglaterra-Holanda, el locutor anuncia que Broncano comienza en septiembre en TVE. «Broncano es de todos», advierte. La propaganda se cuela entre gol y gol y un vistazo a la Eurocopa nos ayuda a entender nuestra época más que cien ensayos: Austria juega contra Turquía en el país vecino, pero en la grada hay mayoría otomana. Tres millones de turcos viven en Alemania. En el combinado galo algunos de sus multimillonarios futbolistas dan lecciones a los franceses de clase media y baja que tienen el mal gusto de rechazar la Europa multicultural de los machetazos en la puerta de casa.
En fin, que es una lástima que entre todos los reportajes que le han hecho a Yamal (madre guineana, padre del protectorado marroquí) todavía no hayan escrito que su bisabuelo fue militar en España. Ahí lo dejo.