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María Zaldívar es periodista y licenciada en Ciencias Políticas por la Universidad Católica de Argentina. Autora del libro 'Peronismo demoliciones: sociedad de responsabilidad ilimitada' (Edivern, 2014)
María Zaldívar es periodista y licenciada en Ciencias Políticas por la Universidad Católica de Argentina. Autora del libro 'Peronismo demoliciones: sociedad de responsabilidad ilimitada' (Edivern, 2014)

Kast

4 de diciembre de 2021

La buena performance de José Antonio Kast en la primera vuelta de la elección presidencial chilena no representa una buena noticia solo para Chile sino para toda la región, dramáticamente necesitada de figuras que, con coherencia y solidez ideológica, modifiquen el destino de mediocridad y pobreza al que puso proa la América hispana y levanten sin remilgos las banderas de orden, propiedad y libertad, hoy pisoteadas.

Con un comunista en Perú, otro en Nicaragua y el tercero en Venezuela, una Colombia prudente pero aún muy cargada de conflictos; Bolivia chavizada; Argentina caminando en círculos; Honduras, perdida; México en un permanente retorno a sus simpatías populistas y la eterna dictadura cubana es preciso un volantazo urgente. 

El triunfo, parcial por el momento, de Kast es una bocanada de aire fresco para el país más maduro de Latinoamérica. Porque el mundo miraba azorado el abrupto derrumbe institucional de quien fuera capaz de mantener políticas de estado a través de los años y a pesar de los cambios de signo político que produjeran las elecciones. 

Las clases medias hace décadas que vienen siendo expoliadas por la política; porque son trabajadoras, ambiciosas y cultivan la dignidad del esfuerzo personal

Pero un día la agenda globalista arremetió de golpe; conflictos y reclamos se multiplicaron injustamente, ya que Chile fue mejorando progresivamente los indicadores económicos a lo largo de las últimas tres décadas y logró un crecimiento como ningún otro país vecino. 

De repente los estudiantes salieron a exigir la gratuidad de la enseñanza universitaria y a partir de entonces se encadenaron protestas sociales de todo tipo y calibre que, tras un estallido social sin precedentes, desembocaron en un plebiscito que puso en juego nada menos que una reforma a la Constitución Nacional. Cabe señalar un ingrediente de relevancia en el proceso: la tibieza con la que la administración del presidente Sebastián Piñera encaró la escalada. 

De aquellos acontecimientos nefastos probablemente lo único rescatable sea el posicionamiento de la figura de José Antonio Kast. Como en varios países del mundo, en Chile despertaron las clases medias y dijeron «basta». Las clases medias hace décadas que vienen siendo expoliadas por la política; porque son trabajadoras, ambiciosas y cultivan la dignidad del esfuerzo personal. Las clases medias no esperan la ayuda del estado ni la limosna de la política. Las clases medias de todo el planeta activan las economías porque son productivas y porque son productivas los burócratas van por las utilidades que generan. 

Este circuito vicioso viene ocurriendo hace varias décadas y, sobre el silencio y el producido de esos sectores, la política asentó la quimera del estado de bienestar, que no otra cosa que arrebatarles la riqueza genuinamente creada para repartirla a piacere entre quienes ellos determinan. 

El resurgimiento de los extremos del que hablan los analistas en casi todos los países no es otra cosa que el fin del silencio de las clases medias. Esa mayoría que describe Herman Hesse que iba por el medio, un poco acá un poco allá, suavemente indefinida, mansa y ligeramente transgresora se hartó de quienes se hicieron del poder sin representar más que a sí mismos y a los que identifican como los responsables del deterioro de su calidad de vida. 

El triunfo de José Antonio Kast sería una gran noticia para los chilenos y dura derrota para la agenda globalista del Foro de San Pablo y el Grupo de Puebla

Este proceso no ha sido brusco ni encierra violencia alguna sino al revés; la violencia es ejercida por la casta política y los privilegiados de alrededor que pretenden aplacar el descontento. El rechazo al status quo del Siglo XX es un proceso novedoso, absolutamente espontáneo, a diferencia de la agenda globalista que tiene orquestado cada paso del proceso. Porque el embate marxista tiene temas, plazos, campañas, personas y lugares estrictamente planificados, en cambio el descontento de grandes sectores de las poblaciones de los países no tiene nada de eso, sino el denominador común de sentirse arriba de una bicicleta fija; millones de individuos que no ven el resultado de su esfuerzo y se dieron cuenta de que se lo llevan estados obesos, improductivos y populistas. 

La casta política y el establishmet asociado, léanse los medios de comunicación y los jerarcas de Silicon Valley, han orquestado una gigantesca campaña de desprestigio sobre esta genuina reacción. El intento es deslegitimarla y presentarla como una amenaza a la democracia. Porque, a pesar de que el comunismo tiene en su haber el asesinato de más de 150 millones de almas, no es castigado como las ideas de derecha. Esto es un misterio por resolver ya que el liberalismo, por el contrario, sacó generaciones enteras de la pobreza pero sigue siendo objeto de descalificación. 

Por eso se celebra que una fuerza de centro-derecha tenga chances de alcanzar la primera magistratura de Chile. Estaría indicando que los votantes van reconociendo dónde está la verdad y que se están inmunizando frente a los lobbies de izquierdas que se han impuesto durante años. El triunfo de José Antonio Kast sería una gran noticia para los chilenos y dura derrota para la agenda globalista del Foro de San Pablo y el Grupo de Puebla. 

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