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Abogado franco-argentino, director del Instituto Superior de Sociología, Economía y Política (ISSEP) en Madrid
Abogado franco-argentino, director del Instituto Superior de Sociología, Economía y Política (ISSEP) en Madrid

La Argentina, ¿a qué volver?

27 de diciembre de 2021

Regreso de la Argentina. Hacía más de dos años que por la pandemia y las restricciones impuestas no había podido volver. Hay cosas que no cambian cuando uno vive lejos de su país. Los afectos. Las amistades, por supuesto. Algunos lugares. Algunos olores. La querencia. Sorprende al regresar darse cuenta que, casi sin advertirlo, uno nunca los ha dejado. 

Pero hay muchas otras que sí cambian. El ritmo del cambio ha sido vertiginoso durante la cuareterna. La Argentina ha dejado de ser la excepción de América del Sur para convertirse en un país más de Latinoamérica. Un país subdesarrollado, con algunas excepciones y zonas protegidas. La clase media ha desaparecido y el país que en los años 80 se vanagloriaba de contar con más del 80 por ciento de su población perteneciente a la clase media hoy lamenta que alrededor del 60 por ciento de los menores de 18 años sean pobres. 

La pobreza es estructural. Ha venido para quedarse. Paradoja de la Argentina que tiene capacidad para alimentar a más de 400 millones de personas y ve morirse de hambre en su suelo a una parte de su población. Al igual que en Cuba o en Venezuela, mucha gente se acuesta a la noche con el estómago vacío. 

Aumenta la pobreza y desaparece la educación. Ese círculo infernal y vicioso alimentado desde el Estado ha creado una nueva generación acostumbrada a depender de dádivas para sobrevivir. 

La Argentina ya no está en crisis. Aunque duela el alma, hay que admitirlo: la Argentina está en decadencia. En una decadencia que ha tocado a todos los sectores del país: la salud, la educación, la política, la justicia, los negocios. Todo parece estar roto. Todo parece estar corrompido. 

“La casa ya es otra casa, el árbol ya no es aquel … han voltea’o hasta el recuerdo, entonces ¿a qué volver?”.

Para muchos ya no hay futuro en el país y la única salida parece ser la pista de despegue del aeropuerto de Ezeiza. Rumbear a otros lados a buscar un futuro que en la Argentina parece extinto. Un drama terrible. Ya que los que se van muchas veces son los que tienen estudios y rechazan vivir de la asistencia del Estado. 

Los “migrantes” serán una bendición en la dialéctica del papa porteño reinante pero una verdadera maldición para la patria que dejan detrás suyo. Al irse, se llevan también un pedazo del futuro de su país. Siete de cada diez jóvenes argentinos piensa en emigrar y muchos  hacen la cola delante del consulado español o italiano para obtener un pasaporte comunitario, sésamo para una nueva vida.    

La decadencia argentina no es casual. Ha sido programada por una casta de políticos sin escrúpulos que tenían por único interés el proprio, olvidándose del de los argentinos. Son ellos los primeros responsables de la situación actual. Está claro que lo que parecía imposible hace un par de años es hoy una dura realidad: la Argentina, presa de las garras del Foro de Sao Paulo, se ha transformado en un paraíso socialista, al igual que Cuba y Venezuela. Quedan ritmos caribeños, discursos progres pero, salsa aparte, la Argentina se hunde cada día un poco más en el lodo del narcoterrorismo del Grupo de Puebla. La sociedad se fractura entre la clase protegida por el sistema y los que, renunciando al compromiso, se hallan abandonados por un Estado que ha dimitido de todas sus prerrogativas para ocuparse exclusivamente de repartir la recaudación impositiva entre sus adulones.

De un tiempo a esta parte, todo ha cambiado en la Argentina. Recuerda la zamba de Los Chalchaleros : “La casa ya es otra casa, el árbol ya no es aquel … han voltea’o hasta el recuerdo, entonces ¿a qué volver?”.

La Argentina está en una encrucijada. De aquí en adelante, lo que haga condicionará de manera duradera su futuro. O bien hay un despertar y los hombres de bien, que aún son muchos, se unen para combatir la progresía de izquierda que nos ha llevado al borde del abismo o bien, la Argentina corre el riesgo de convertirse en la villa miseria, a cielo abierto, más grande del mundo.  

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