«Ser es defenderse», Ramiro de Maeztu
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Amando de Miguel es catedrático emérito de Sociología en la Universidad Complutense (Madrid). Siguió estudios de postgrado en la Universidad de Columbia (New York). Ha sido profesor visitante en las Universidades de Texas (San Antonio) y de Florida (Gainesville). Ha sido investigador visitante en la Universidad de Yale (New Haven) y en El Colegio de México (DF). Ha publicado más de un centenar de libros y miles de artículos. El último libro publicado: Una Vox. Cartas botsuanas (Madrid: Homo Legens, 2020). Su último trabajo inédito: “La pasión autoritaria de los españoles contemporáneos”.
Amando de Miguel es catedrático emérito de Sociología en la Universidad Complutense (Madrid). Siguió estudios de postgrado en la Universidad de Columbia (New York). Ha sido profesor visitante en las Universidades de Texas (San Antonio) y de Florida (Gainesville). Ha sido investigador visitante en la Universidad de Yale (New Haven) y en El Colegio de México (DF). Ha publicado más de un centenar de libros y miles de artículos. El último libro publicado: Una Vox. Cartas botsuanas (Madrid: Homo Legens, 2020). Su último trabajo inédito: “La pasión autoritaria de los españoles contemporáneos”.

La democracia en América

2 de marzo de 2021

Este es el título de la celebérrima obra de Alejo de Tocqueville, que contiene maravillosas anticipaciones de la estructura política de los Estados Unidos de América. Al menos, una cosa ha quedado clara, desde entonces: lo mejor del sistema político estadounidense es la amplia libertad de expresión; más aún, la enorme capacidad autocrítica respecto de sus instituciones. Es algo desconocido en otras latitudes.

Un ejemplo de esa constancia que digo es el reciente artículo de Molly Ball, en la revista Time. Se titula “La historia secreta de la campaña en la sombra, que fraguó la elección presidencial de 2020”. Lleva esta entradilla irónica: “Algo muy misterioso tuvo lugar en la elección del 3 de noviembre: nada”.

El documentado trabajo de Molly Ball aduce que, en la elección de Biden y el destronamiento de Trump, hubo todo tipo de cabildeos, conjuras y maquinaciones

Para el resto del mundo, el sistema político de los Estados Unidos de América sigue siendo hoy como antaño, el tipo ideal o modélico de la democracia. Sin embargo, lo novedoso ha sido este episodio: la elección de noviembre de 2020 se ha visto, más bien, como una especie de guerra civil simbólica. El documentado trabajo de Molly Ball aduce que en la elección de Biden y el destronamiento de Trump hubo todo tipo de cabildeos, conjuras y maquinaciones. La prueba definitiva fue el extraño retraso con que se llevó a cabo el escrutinio de los votos. Se demoró no ya horas, sino días y semanas. Valga una referencia como contraste: los españoles actuales saben que, en cualquier tipo de elecciones (nosotros utilizamos el plural para cada caso) el escrutinio se suele concluir a lo largo de la misma noche electoral. Tal premura es esencial para mantener la legitimidad del sistema democrático.

En el caso norteamericano, el retraso en el cómputo de las papeletas no pudo deberse a deficiencias técnicas, pues se contaba con impresionantes medios informáticos. La dificultad estuvo en que el escrutinio se vio empañado por la interminable trama de maniobras y componendas, no tanto de los partidos, sino de toda una selva de organizaciones privadas. El retraso se vio reforzado por la maniobra del Partido Demócrata para impulsar el voto por correo, aprovechando el clima de confinamiento, a consecuencia de la epidemia del virus chino. Como es natural, las sospechas de fraude electoral se elevan cuando el voto por correo alcanza proporciones extraordinarias, como fue en este caso.

No parece muy sensato imaginar conspiraciones por todas partes, pero, en el caso que nos ocupa, sí las hubo, y con notable éxito

Así pues, el resultado electoral (muy ajustado) se decidió, no tanto por los votos, como por las presiones de una miríada de grupos de simpatizantes de uno u otro partido. Con la particularidad de que, en esta circunstancia, postularon el voto a Biden (o mejor, el voto contra Trump) los grandes medios, los sindicatos, las empresas gigantes y las fundaciones culturales más influyentes. Es lo que se llama el Establisment. Hay que reconocer el mérito de la izquierda, al saber utilizar todos esos esfuerzos conjuntos.

No parece muy sensato imaginar conspiraciones por todas partes, pero, en el caso que nos ocupa, sí las hubo, y con notable éxito. Lo que, para los tratadistas clásicos, eran un atractivo de “la democracia en América”, las asociaciones voluntarias, en este caso han significado un gran deterioro.

Nos encontramos ante una ilustración paradigmática del principio heurístico, común a tantas formas de aplicación del conocimiento. A saber, que “no es lo que parece a primera vista”.

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