Este verano me contó una amiga, madre de tres preadolescentes, que cuando se ducharon motu proprio para ir, por primera vez, a una fiesta, se le saltaron las lágrimas de emoción. ¿Por qué ya eran mayores e iba a fiestas? No, porque se habían duchado y repeinado sin una pelea previa. Supongo que los hijos de mi amiga serán unos europeístas convencidos. La Unión Europea acaba de aconsejar que, para ahorrar energía, nos duchemos menos.
Lo importante es que van socavando la calidad de vida de los ciudadanos europeos, incansablemente
Si me perdonan ahora un párrafo chovinista, que será breve, diría que me extraña que la medida venga de Europa. En España todavía tenemos margen, porque somos muy dicharacheros, digo, ducharacheros. Pero me sé de algunos países que no van a poder ducharse menos. Aquí no vamos a querer. La ducha es un hecho diferencial español. (Y se acabó el párrafo chovinista. Disculpen, pero haber vivido en Inglaterra me ha dejado algunas secuelas).
Lo importante es que van socavando la calidad de vida de los ciudadanos europeos, incansablemente, como la gota de agua que cae y cae sobre la roca, hasta horadarla. ¿Cuántas veces hemos oído que la ducha ahorraba más agua que el baño y era más eficiente? Deduzco, por tanto, que lo darse un viejo baño vintage en invierno ni hablar.
Que la Unión Europea se ponga a proponer esto de la ducha es más un lavado de cerebro que una medida energética
Con todo, no pequemos de ingenuos. Que la Unión Europea se ponga a proponer esto de la ducha es más un lavado de cerebro que una medida energética. A nadie se le escapa que, sin hacer el ridículo con recomendaciones cutres ni reconocer su impotencia política, tienen fácil conseguir que la gente se duche menos, como que usen menos calefacción o menos aire acondicionado o tiren menos del coche. Lo saben muy bien porque ya lo están haciendo. Se trata de subir los precios hasta extremos insostenibles que fuercen a las familias a ajustar sus gastos en cuestiones que hace poco tiempo nos hubiesen parecido inimaginables.
¿Entonces a cuento de qué una declaración que no haría falta y les deja tan mal? Pues porque las recomendaciones de la Unión Europea cumplen un papel en sí mismas. Nos quieren decir a los europeos quién manda y qué se nos viene encima. Están empeñados en vendernos pobreza.
La prueba es que todo lo aprovechan para lo mismo: el cambio climático, la crisis de Ucrania, las nuevas modas culturales, los modelos alternativos de familia, la política fiscal, etc. La propiedad privada les irrita profundamente, porque es la salvaguarda imprescindible de la libertad de las familias, que ven como un rival a derrotar. Y lo es, porque la libertad es el límite natural al poder de los gobernantes.
Las recomendaciones de la Unión Europea cumplen un papel en sí mismas. Nos quieren decir a los europeos quién manda y qué se nos viene encima
De forma que, si uno se fija bien en los signos de los tiempos, podríamos exclamar como los griegos en Salamina: «Es la lucha por todo». Los griegos veían que el tirano Jerjes y sus persas esclavizados iban a arrasar con la cultura helénica de independencia orgullosa y libertad ciudadana. No peleaban sólo por una ciudad o un partido político, sino por una visión suya y total de la vida y del mundo. Quizá estemos en una situación parecida. Ortega y Gasset habló de «la invasión vertical de los bárbaros» para definir sus años 20. Nosotros podríamos hablar de nuestros años 20 como de «la invasión vertical de los persas» para explicarnos este caer a plomo de los burócratas y las élites sobre nuestras vidas.
Lo bueno es que, como lo cuestionan todo, podemos hacerles frente desde cualquier sitio, no rindiendo nuestra libertad ni nuestras opiniones ni nuestros hábitos más cotidianos. Ni tampoco el humor. Así que cada mañana o cada tarde o cada mañana y cada tarde, cuando toque y nos apetezca, podemos decirnos, épicos: «¡Es la ducha por todo!». En vez de El arte de la guerra de Sun Tzu podemos aplicarnos a El arte de ducharte. No renunciaremos a la guerra cultural a lo Gramsci, pero sí a la guarra cultural, dándonos un duchazo.