«Ser es defenderse», RAMIRO DE MAEZTU
María Zaldívar es periodista y licenciada en Ciencias Políticas por la Universidad Católica de Argentina. Autora del libro 'Peronismo demoliciones: sociedad de responsabilidad ilimitada' (Edivern, 2014)

Biografía

María Zaldívar es periodista y licenciada en Ciencias Políticas por la Universidad Católica de Argentina. Autora del libro 'Peronismo demoliciones: sociedad de responsabilidad ilimitada' (Edivern, 2014)

La estrategia de los buenos y los malos, también en el PP

1 de julio de 2023

«Es más fácil engañar a las personas que convencerlas de que han sido engañadas» dijo el escritor norteamericano Mark Twain en alguna oportunidad. Es tan cierta esta premisa que se puede comprobar en política a diario. Así como los argentinos no terminan de aceptar que el peronismo es una lacra ideológica y creen que cambiando de caudillo el resultado será distinto, los españoles sintonizan en la misma frecuencia con el Partido Popular. La cosa es rechazar la consigna de haber sido engañados.

«Esto no es peronismo» dice el eventual defensor de alguna corriente peronista disidente de la que se encuentra en el poder. Son tan perversos que han encontrado la fórmula de la vida eterna: ellos son siempre los mismos pero se dividen en dos o tres grupos. El que gobierna es sindicado como del grupo de los peronistas malos o los no auténticamente peronistas; y los buenos son los que están en el banco de suplentes. Esto se mantiene así hasta las siguientes elecciones, alternan; «los malos», desgastados y expuestos, son reemplazados por «los buenos». Entre esta fórmula diabólicamente manipuladora y la memoria volátil del votante, esta gente se viene reciclando hace décadas.

Con espanto, algo parecido sucede en España. El Partido Popular, alguna vez la expresión antinómica del socialismo decadente y corrupto, empieza a exponer la trampa de sus buenos y sus malos.

Pero el contexto internacional actual no le da margen a ninguna nación para jugar a la debilidad. Con la amenaza concreta de las acciones rusas y de las intenciones chinas es imperiosa una política soberana y firme frente a las propuestas del globalismo internacional que apuesta a desdibujar la capacidad de determinación de los estados nacionales hasta caer en una dependencia que la guerra iniciada por Rusia contra Ucrania demostró insalubre y dañina.

Los discursos sobre la armonía con aquellos que fomentan la discordia son una estafa al votante. En la Argentina se dice: «Para bailar el tango se necesitan dos» pero entre los fanáticos del contra-culturalismo no hay propósito alguno de congeniar, por lo cual no hay dos a la hora de la conversación con esta horda de extremistas.

El contrariedad es que no todos evalúan con claridad esta situación. Hubo en un cierto momento, y no hace mucho, un cierto PP que intentó blanquear una suerte de socialismo bueno que no existe. Ese era el PP «bueno», que miraba el partido desde el banco esperando entrar a la cancha y que buscaba congraciarse con el electorado agitando la receta populista de los acuerdos. Como los «peronistas buenos», esas expresiones engañan a la población con falsas expectativas porque claro que es mejor el consenso y la armonía que cualquier enfrentamiento, pero jamás a costa de resignar tradiciones, principios y valores.

El español ya interpretó que el bipartidismo que alguna vez marcó la realidad política de su país ha perdido entidad ideológica y están en franca extinción. Mientras las izquierdas han traspasado el PSOE con y sin su consentimiento, al Partido Popular no le ha ido muy distinto desde su rincón. Aquella derecha que alguna vez representó, parece haberse esfumado en el ejercicio del poder y hoy tiene tantas coincidencias con el partido de Pedro Sánchez que se hace difícil diferenciarlos.

La aparición de Vox responde al debilitamiento de esa expresión moderada que entendía y escuchaba a la derecha española. Su creciente popularidad expresa la necesidad del electorado por hallar la representación de sus demandas. «No hay nada más poderoso que una idea a la que le ha llegado su tiempo» dijo Víctor Hugo y resume el proceso de entusiasmo generalizado por la coherencia de las propuestas que expresan Santiago Abascal y esa dirigencia partidaria en su conjunto.

Felizmente, el PP viene perdiendo la batalla de restarle importancia a los temas que Vox visibilizaba como graves: la inmigración ilegal, la injerencia creciente de EH Bildu en las decisiones de gobierno de la mano del PSOE, la defensa de una política lingüística española y la eliminación de las leyes y oficinas que imponen el catalán en ese plan de aniquilar el maravilloso idioma nacional. En otros temas,  los populares siguen siendo sinuosos: no definen una posición decidida y clara frente a las políticas de género y el favoritismo hacia todas las propuestas impulsadas por los lobbies LGTB. Ese Partido Popular gatopardista aún existe.

Para Alberto Núñez Feijoo, la raíz de eventuales pactos con Vox no es una cuestión de principios. Esto marca una fragilidad que impide la construcción sólida de un proyecto más allá de la coyuntura que tenga como objetivo principal deshacer la destructiva influencia de la dupla Sánchez-Iglesias de todos estos años. El líder del PP defendió recientemente la tesis, no de las ideas comunes, sino de las proporciones electorales para justificar las diferentes soluciones encontradas por su partido en Extremadura y en la Comunidad Valenciana para romper con Vox y negociar por varios cargos de relevancia en el Parlamento y la Generalitat valenciana. Feijoo navega en la indefinición y esquiva una solución global sobre esos pactos y es deber de nuestro análisis alertar sobre estas conductas sin claridad, decididas a la sombra de intereses partidarios.

Por eso empezamos esta columna señalando la dificultad que se plantea en el público en general, sin importar ideología, condición socio-cultural ni nacionalidad, de aceptar que está siendo engañado. Y por eso el llamado a la reflexión y a valorar con detalle y sin prejuicio los hechos y las acciones más que a escuchar los discursos, siempre amables al oído.

Es tiempo de votar a los que, probadamente, dicen lo que piensan y luego hacen lo que dicen y descartar a aquellos que evitan las definiciones porque no las tienen, porque no las quieren ventilar o porque especulan y se guardan una carta en la manga para jugarla ya obtenido el voto. No es tiempo de derechas débiles porque no es tiempo de hombres débiles. Ha llegado el tiempo de los verdaderos líderes.

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