Habrán visto la escena. Comparece Pachi Hielasangres López en la sala de prensa del Congreso y tiene la palabra, o al menos la vez, el periodista Javier Negre. Como su pregunta incluye una defensa de Vito Quiles (Negre y él son un poco Roberto Alcázar y Pedrín), formula un preámbulo un poco largo, y desde luego crítico. Suena distinto a lo que se suele escuchar, pero esa extrañeza se ve subrayada porque otros periodistas lo graban con el móvil.
De pronto, justo antes de que pueda acabar la pregunta, iniciada claramente por la entonación, una periodista, al fondo de la sala, se levanta. Lo hace ruidosamente, arrastrando la silla, como quien se quiere hacer notar. No parece casual que esté colocada al fondo, donde todo se ve. Desde las filas delanteras, los cogotes del cuarto poder, que intuyen su impaciencia, se giran para ver qué dice, qué piensa, qué le parece eso que está ocurriendo. En cuanto se levanta, la siguen los demás, incluso la sigue Pachi Hielasangres López.
¿Por qué se marcha la periodista? ¿Se hubiera levantado igual si la pregunta de Javier Negre fuera «Señor López, es usted swiftie«?
El ascendiente de esta periodista sobre los demás y sobre el propio López es la noticia. Esa capacidad para dirigir la escena y decidir que ya está bien, que Negre no va a poder terminar su pregunta.
La sala de prensa del Congreso es un espacio institucional. Al control que tienen los partidos se le suma este control informal, pandillero, despectivo e irregular de las periodistas cabecillas.
¿Son acaso las mismas que han estado callando «lo que era un secreto a voces» sobre el Gramsci de la calle Salitre? ¿Forman parte de la acrisolada tradición periodística española que descubrió la Séptima pregunta? Porque estaba el quién, el qué, el cuándo, el dónde, el cómo y el porqué y en España hace unos años encontraron otro interrogante más, el que le faltaba al periodismo: el cuántas: cuántas capas de calzoncillos tienen los hechos…
Con su inconclusa pregunta, Negre ha acabado revelando mucho más de lo que buscaba: el hilo invisible que mueve las cosas en la «prensa del Congreso». Se levanta una periodista y al sonar inconfundible de una silla corrida (nos vamos todos al bar de la Facu), la siguen uno, dos, tres adláteres, con sentido perruno inconfundible, y luego casi todos, entre ellos el político.
¿Qué periodista y de qué medio tiene, cual jefa de prensa del sindicato malone de la alcachofa de la posverdad, la capacidad de determinar que una rueda de prensa en el Congreso ha terminado? Esto debería conocerse.