En un día como hoy, vale la pena recuperar lo que dijo Ábalos durante la moción de censura a Mariano Rajoy aquel 31 de mayo del 2018. No hace tanto tiempo. Apenas siete años. Cómo han envejecido las palabras. La sentencia del caso Gürtel había sido apenas siete días antes: el 24 del mismo mes. José Luis Ábalos comenzó mintiendo, pero entonces no lo sabíamos.
El entonces portavoz parlamentario del PSOE empezó en tono solemne. «En palabras de la propia sentencia, el Partido Popular desde su fundación ha sido, y leo —no valoro, leo textualmente—, un auténtico y eficaz sistema de corrupción institucional, mediante la manipulación de la contratación pública central, autonómica y local». ¡Parecía que hablaba ya de él! O de la «banda del Peugeot»: Koldo, Santos Cerdán …
Luego afirmó que los dirigentes del PP «lideraban una organización que se financiaba irregularmente y muchos de sus cargos se enriquecían ilícitamente». Está por ver —a estas alturas— si el PSOE también se financiaba con comisiones. Aunque han empezado a circular noticias preocupantes de entregas de dinero en metálico en la sede de Ferraz o de sobres en el bar de enfrente. A continuación, insistió en que «crearon con su particular uso del poder un verdadero círculo perfecto de corrupción, encubriéndola con tretas y artimañas, obstaculizando la justicia para intentar engañar a la gente, como han hecho estos días negando cuanto les he leído, como hicieron cuando destruyeron las pruebas». Hay que decir, en todo caso —y yo no defenderé al PP— que no consta en las diligencias del caso Gürtel que enchufaron a «señoras» en empresas públicas.
Más tarde; he de reconocer que, al afirmar que «nos queda una pieza por fallar», pensé automáticamente en Pedro Sánchez. Cuesta creer que no supiera nada. El líder del PSOE tienen una enorme responsabilidad, por activa o por pasiva, porque fueron sus hombres de confianza. Él los promocionó. Incluso en el caso de que no pusiera la mano en la caja, las investigaciones sobre su hermano o sobre su esposa no invitan al optimismo.
Mientras que, cuando dijo que «han apartado a aquellos que creían que les perjudicarían», me ha venido a la cabeza el jefe de la UCO, Antonio Balas. Del que Leire Diez, la «fontanera del PSOE», pensaba que mejor que estuviera «muerto». Incluso José Luis Ábalos se preguntó: «¿Qué pensarán los jueces de este país?». Sobre esto no hace falta decir nada. El jueves ya hubo una manifestación multitudinaria. Acababa diciendo que la sentencia «supone un enorme deterioro de la imagen y la proyección de nuestra reputación” y que «la fortaleza de las instituciones democráticas depende en buena medida de la confianza que las personas que las ocupan susciten entre la ciudadanía».
Finalmente, terminaba culpando a Rajoy de ser el «máximo responsable», lo que «afecta gravemente a la credibilidad de la Presidencia y del Gobierno, y a la propia dignidad de nuestra democracia». También lamentaba que habían !engañado a la ciudadanía durante mucho tiempo». Hasta defendía «la vigencia, la validez, la legitimidad de los escaños que ustedes ocupan, porque se han financiado irregularmente». Pero él sigue agarrado al suyo.
En este tramo final de su intervención, hasta negó que el Partido Socialista quisiera «acceder al poder a cualquier precio». Un señor diputado, le interrumpió, según recoge el Diario de Sesiones: «¡Es verdad! El futuro ministro replicó: «Pues no es verdad, no queremos acceder al Gobierno de cualquier modo». Concluía diciendo que «a ustedes les importa relativamente poco el Estado y España» y que «les importa su supervivencia». «Que caiga España, que ya la levantaremos nosotros», insistía. Pese a que más bien han dejado ahora su imagen en el exterior a la altura del betún. «Es una moción de censura para recuperar la dignidad de nuestra democracia», terminaba. Como los «indepes», que siempre iban dando lecciones de dignidad pero luego todos tenían sueldo público.
Lo mejor, no obstante, estaba por llegar. La intervención de Pedro Sánchez. En este caso, inició su discurso en plan patriota: «Quiero comenzar mi intervención, señorías, reivindicando la vigencia de la Constitución que los españoles nos dimos hace cuarenta años, en 1978». No está mal para alguien que luego no ha tenido reparo alguno en pactar con Puigdemont. Después hablaba de «hechos gravísimos» y que «han ido sacudiendo a la opinión pública a golpe de imágenes que provocan bochorno, incredulidad e indignación». Aquí ya no se si habla del pasado o se adelanta al futuro. «Señorías —proseguía—, la corrupción actúa como un agente disolvente y profundamente nocivo para cualquier país». «Disuelve la confianza de una sociedad en sus gobernantes y debilita, en consecuencia, los poderes del Estado». Ni que lo diga
«La corrupción merma la fe en la vigencia del Estado de derecho cuando campa a sus anchas o no hay una respuesta política acorde a la entidad del daño que se ocasiona». «Y en último término, la corrupción destruye la fe en las instituciones, y más aún en la política, cuando no hay una reacción firme desde el terreno de la ejemplaridad», reiteraba. Terminaba acusando a Rajoy de «ponerse de perfil» por su «ausencia de respuesta» y de «aferrarse al cargo hasta las últimas consecuencias, cueste lo que cueste». Como ahora. En la rueda de prensa no dio explicaciones, simplemente dejó caer a Santos Cerdán.
En fin, lo dicho: yo no defenderé al PP. Un euro público es sagrado. Pero hay que recordar que, de momento, la trama Gürtel se ha salado con 245.000 euros. Mientras que el caso de los ERE de Andalucía fueron 680 millones… blanqueados posteriormente por un Tribunal Constitucional a favor.
Además, lo que les dije al principio. Empezaron mintiendo. La sentencia, con un voto particular en contra, incluía una frase atribuida al magistrado José Ricardo de Prada sobre la que se basó la moción de censura: «No resulta creíble la declaración del testigo Mariano Rajoy Brey en cuanto a que desconocía la existencia de la caja B del partido».
El Tribunal Surpemo les enemendó la plana. El PP participó a título lucrativo, es decir, sacó beneficio económico, pero sin conocer ni participar en el delito. En otras palabras, dirigentes del PP metieron la mano en la caja, pero no fue un caso de financiación irregular del partido. Las sentencias judiciales no deberían incluir opiniones personales. Tanto criticar y el caso Gürtel fue, probablemente, el primer caso de lawfare.