«Ser es defenderse», Ramiro de Maeztu
Amando de Miguel es catedrático emérito de Sociología en la Universidad Complutense (Madrid). Siguió estudios de postgrado en la Universidad de Columbia (New York). Ha sido profesor visitante en las Universidades de Texas (San Antonio) y de Florida (Gainesville). Ha sido investigador visitante en la Universidad de Yale (New Haven) y en El Colegio de México (DF). Ha publicado más de un centenar de libros y miles de artículos. El último libro publicado: Una Vox. Cartas botsuanas (Madrid: Homo Legens, 2020). Su último trabajo inédito: “La pasión autoritaria de los españoles contemporáneos”.
Amando de Miguel es catedrático emérito de Sociología en la Universidad Complutense (Madrid). Siguió estudios de postgrado en la Universidad de Columbia (New York). Ha sido profesor visitante en las Universidades de Texas (San Antonio) y de Florida (Gainesville). Ha sido investigador visitante en la Universidad de Yale (New Haven) y en El Colegio de México (DF). Ha publicado más de un centenar de libros y miles de artículos. El último libro publicado: Una Vox. Cartas botsuanas (Madrid: Homo Legens, 2020). Su último trabajo inédito: “La pasión autoritaria de los españoles contemporáneos”.

La misteriosa simetría

2 de febrero de 2021

En la naturaleza, a simple vista, no suelen darse muchas figuras simétricas. Pueden encontrarse en los minerales, en algunas hojas de los árboles o en los pétalos de las flores. Se localizan, también, en el cuerpo de muchos animales. Pero, en las creaciones artísticas, sí existe una tendencia deliberada a procurar un cierto orden simétrico. Una mitad del edificio o del monumento es la imagen especular de la otra mitad, que dibuja un eje. La razón de tal constante es que resulta más barata su construcción, y quizá, agrade más a la vista. Tómese el ejemplo de El Escorial, durante mucho tiempo, el edificio más grandioso de la humanidad, y, además, multiuso: iglesia, convento, biblioteca, panteón, palacio real, etc. Se levantó a partir de planos, no de maquetas. Se construyó de este modo: se empezó, simultáneamente, por los dos lados. Cada equipo levantaba la imagen especular del otro. Hasta que se juntaron en la línea central. Las piedras últimas encajaban, perfectamente, con las del otro lado. Fue un alarde de la razón, como fue la estandarización de puertas, ventanas y escaleras.

También es cierto que algunos edificios más castizos del arte español presentan detalles intencionados, que los hacen asimétricos. Por ejemplo, la Casa de las Conchas, en Salamanca. Incluso, la Plaza Mayor de Salamanca no es un cuadrado perfecto, como parece a simple vista.

Los mecanismos populares de control de los que mandan son, cada vez más, lábiles

La simetría tiene su atractivo en el arte, pero las relaciones políticas internacionales no siguen ese modelo. No puede haber mayor disparidad en el tamaño y poder de los distintos Estados. El movimiento de autodeterminación de las colonias, en el siglo pasado, pretendió el acercamiento a una cierta simetría, a través del ideal de la ONU. Pero, esta es la fecha en la que algunas antiguas colonias fueron deglutidas por los Estados vecinos. Es el caso del Sahara español, ahora una provincia de Marruecos. Todavía, en Europa, subsisten algunas colonias, como Gibraltar, que es, más bien, un paraíso fiscal, por decirlo con elegancia. En la ONU, solo unos pocos Estados miembros mantienen el privilegio del poder de veto.

Ni siquiera se consigue la simetría, o igualdad real, dentro de la Unión Europea. Para empezar, es un título desmesurado, pues no alberga a Suiza, Reino Unido, Rusia o Ucrania; Estados bien mollares. Aunque, no se halla escrita en ninguna parte, la Unión Europea es, más bien, una forma de asegurar la hegemonía de Francia y Alemania, dos países, históricamente, enfrentados.

Ni qué decir tiene que la Organización de Estados Americanos no es tal, sino una forma muy asimétrica de dominio de los Estados Unidos sobre el resto del continente.

Resultan risibles los esfuerzos del común de los contribuyentes para asociarse y enfrentarse al poder

Dentro de las democracias, existe una simetría maravillosa, aunque no en todos los casos. Es la idea racionalista de “un hombre, un voto”. En la realidad, está claro que unos votos valen más que otros, no solo por los artificios de las leyes electorales, con sus cautas distorsiones de la voluntad popular. Con la ley electoral más perfecta (que no existe), junto a las papeletas en las urnas, interviene la acción continua de los “grupos de influencia” o de presión. Cada vez, distorsionan más el principio democrático, que es el de procurar la simetría en política. En el mejor de los casos, se suelen perseguir los grupos influyentes que rondan la delincuencia (mafias). Sin embargo, los grupos legales gozan de perfecta impunidad. La hermosa simetría democrática se ve desbaratada un poco.

Tampoco, se cumple otra forma de simetría democrática: la del ejercicio del poder. Los mecanismos populares de control de los que mandan son, cada vez más, lábiles. En cambio, los instrumentos de control de la opinión por parte del Gobierno tienden a ser, cada vez más, eficaces. Digamos que lo que, realmente, funciona, es la alianza entre los magnates de los grandes medios y los equipos gubernamentales. Ante tal conjunción, resultan risibles los esfuerzos del común de los contribuyentes para asociarse y enfrentarse al poder, más o menos, arbitrario. Esa es la mayor asimetría que existe en nuestro mundo, más aún en los sistemas autoritarios, que, quizá, constituyan la mayoría.

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