Ucrania ha estado arropada durante mucho tiempo por los Estados Unidos, la Unión Europea y la OTAN. Algunos pensaron que la llegada de Joe Biden a la Casa Blanca era la garantĆa de que el poder estadounidense respaldarĆa al paĆs mĆ”s grande de Europa Central. Desde 2014, se fue impulsando a Ucrania a adoptar un modelo de sociedad inspirado en el progresismo global. Todos consideraban a ese paĆs, surgido del EuromaidĆ”n, un modelo de transición hacia una āsociedad abiertaā. Desde la ideologĆa ambientalista hasta la cultura de la cancelación y el movimiento āwokeā, no habĆa moda cultural que pasara de largo.Ā
Algunos pensaron, con razón, que eso alienarĆa a los conservadores, los tradicionalistas y, en general, los europeos crĆticos con esa ideologĆa progresista que, en algunos aspectos, supera incluso la distinción entre derecha e izquierda. No falto quiĆ©n creyese que, en caso de conflicto, los europeos defensores de la soberanĆa de los Estados nacionales frente al proyecto globalista se alejarĆan de los ucranianos y se volverĆan a Rusia. A fin de cuentas, muchos de ellos la veĆan como la Tercera Roma, el baluarte de la tradición y el Ćŗnico valladar frente a ese progresismo que reniega de la familia y el patriotismo.
A la hora de la verdad, uno no sacrifica su vida en el campo de batalla āpor el climaā, sino por su mujer, sus hijos y su tierra
Sin embargo, bastaron unas horas de combates para que esos europeos saliesen en defensa de Ucrania. Hoy, por toda Europa, se prodigan manifestaciones y concentraciones en apoyo de los ucranianos. Se hacen llamamientos a la solidaridad con estos verdaderos refugiados. Se piden medicinas, ropa de abrigo y alimentos. A lo largo y ancho de EspaƱa, las parroquias se han coordinado para acudir en ayuda de ese pueblo que resiste. Se reza por la paz en Ucrania en cada iglesia. Decenas de miles de patriotas han puesto, junto a su propia bandera, la enseƱa celeste y amarilla. No ha necesitado ninguna canción de John Lennon para conmoverse. Les ha bastado el majestuoso himno ucraniano para escuchar la llamada de un pueblo. Han sido suficientes las madres y los padres en defensa de sus familias para movilizar a centenares de miles que desconfĆan de āImagineā y su pretendida utopĆa de una humanidad desarraigada.Ā
Desde el primer momento, el ejemplo de solidaridad ha sido Polonia, hostigada desde Bruselas por oponerse a las polĆticas āprogresā que llegan desde la Comisión y por defender la soberanĆa de los Estados. Frente a toda la palabrerĆa satirizada en el ādeeply concernedā de los polĆticos y los burócratas de la Unión Europea, Polonia ha liderado el apoyo a Ucrania y, desde el inicio de las hostilidades, ha brindado su ayuda. Ha abierto las puertas a estos verdaderos refugiados. Ya hemos visto quiĆ©nes huyen de Ucrania: mujeres, niƱos y ancianos. A los puestos fronterizos han acudido miles de polacos a recoger a las familias que llegaban en autobĆŗs, en coche o a pie. Los han acogido en sus casas. Los han abrigado y alimentado. Esos mismos a quienes se castigaba desde Bruselas han dado un ejemplo admirable.
Miles de ucranianos han enviado a sus familias a lugar seguro y se han quedado para luchar. Muchos las pusieron a salvo y regresaron para unirse a sus compatriotas en el esfuerzo de guerra. Mujeres y hombres pelean hoy con las armas en la mano. Eso desbarata, con mayor fuerza que muchos argumentos, toda la retórica de las polĆticas identitarias. Nada une tanto como la defensa de los hijos y el resto de la familia. Por mucha ideologĆa āwokeā que se difunda, a la hora de la verdad, uno no sacrifica su vida en el campo de batalla āpor el climaā, sino por su mujer, sus hijos y su tierra.
Los impulsores de las ārevoluciones de coloresā y la Agenda 2030 se han visto superados por Polonia, ese paĆs que tanto incomoda al progresismo
AsĆ, los conservadores y tradicionalistas, que desconfian de ese modelo social simbolizado por Greta Thunberg, Ursula von del Leyen y Joe Biden, han alzado la voz por esos ucranianos desconocidos que abrazan a sus esposas y besan a sus hijos con el Kalashnikov en la mano. La cobardĆa y la tibieza del progresismo global āsiempre preocupado, pero sólo esoā han sido desplazados por los ucranianos que, desde toda Europa, han regresado a su paĆs para combatir. Ucrania no estĆ” sola, pero ningĆŗn otro paĆs ha simbolizado como Polonia la opción conservadora en su defensa. Los que querĆan una āsociedad abiertaā, los āhighly concernedā, han recibido una lección de dignidad de Polonia y de otros paĆses que han enviado lo que Ucrania pedĆa: armas, munición y material de defensa. Estonia, Letonia, Lituania, la RepĆŗblica Checa y hasta BĆ©lgica han mandado lo que han podido. Otros, como Alemania y (Ā”ay!) EspaƱa, han llegado algo mĆ”s tarde.
Polonia ha demostrado que, entre Bruselas y MoscĆŗ, hay otra opción. Los mismos que la estigmatizan y la acosan son los que titubeaban mientras discutĆan si las sanciones económicas serĆan o no suficientes para detener a un ejĆ©rcito que avanzaba. Hace pocos dĆas conocĆamos que la investigación del Parlamento Europeo contra Polonia tenĆa por finalidad Ā«ayudar a la sociedad polaca a cambiar las autoridades que no parecen ser buenas para PoloniaĀ». Ahora, los impulsores de las ārevoluciones de coloresā y la Agenda 2030 se han visto superados por este paĆs que tanto incomoda al progresismo de la Comisión y de la EurocĆ”mara.
Todas esas polĆticas progresistas, por cierto, tienen buena parte de la responsabilidad de lo que ha sucedido en estas dĆ©cadas. No todo empezó a finales de febrero ni en 2014. Hay que remontarse mucho mĆ”s atrĆ”s en el tiempo. Los intentos de acabar con los Estados nacionales y su soberanĆa, con la familia, el matrimonio, la religión y todos los vĆnculos que nos unen a los seres humanos comenzaron mucho antes. Ya habrĆ” tiempo para analizarlo. Por lo pronto, dejemos aquĆ constancia de que hay una opción polaca para salvar a Europa.